"La peor soledad es no estar cómodo contigo mismo." -Mark Twain
El tiempo pasó, pero la herida no cerró. Me sumergí en los estudios, en el boxeo, en cualquier cosa que me mantuviera distraída del desastre en el que se había convertido mi vida. Si me esforzaba lo suficiente, tal vez podría olvidar el dolor, el vacío que dejó Lluis cuando se alejó. Pero la verdad era que, por más que intentara llenarlo con entrenamientos o madrugadas de estudio, el hueco seguía ahí, recordándome cada día que estaba sola.Charlotte intentó animarme, pero nuestra amistad no volvió a ser la misma. Pablo dejó de escribir sus poemas y yo debía esperar encontrarlos. Lluis... Lluis había desaparecido por completo, y aunque me moría por saber de él, no tenía el valor de buscarlo.
Fue Gemma quien me arrastró de vuelta a la vida social.
- Vamos, Paula, un par de copas no te van a matar -me dijo una noche, convenciéndome de salir con ella.
Y lo hice. La música alta, el alcohol y las risas ajenas hicieron que por unas horas olvidara quién era. Bebí más de la cuenta, dejándome llevar por la euforia momentánea. Pero cuando la fiesta terminó y tuve que enfrentar la calle vacía, el frío y la soledad me golpearon con más fuerza que nunca.
Tropezando con mis propios pies, intenté encontrar el camino de vuelta a casa.
- Mierda... -murmuré, sosteniéndome en una pared para no caer.
-Paula.
Levanté la cabeza al escuchar mi nombre y ahí estaba él. Pablo.
- ¿Qué haces aquí? -pregunté, con la voz arrastrada por el alcohol.
- Debería preguntarte lo mismo -respondió, acercándose-. ¿Dónde está tu amiga?
- Se fue... No sé, no importa. ¿Qué te importa a ti, Pablo?
-Importa. Ven, te llevo a casa.
- No necesito que me lleves a casa. No necesito a nadie.
Pero no me soltó. Pasó mi brazo por su hombro y empezó a caminar conmigo, guiándome con paciencia.
- ¿Por qué haces esto? -le preguntó después de un rato.
- Porque no pienso dejarte tirada en medio de la calle.
Me reí, aunque no había nada gracioso en la situación.
- No entiendo por qué te molestas. Yo solo hago daño a la gente. Te hice daño a ti. A todos. Siempre arruino todo.
Pablo suspir, pero no dej de caminar conmigo.
-Paula...
-Es verdad. Mírame. Perdí a Charlotte, a Lluis, a todo el mundo. ¿Y ahora qué? ¿Ahora tú decides que te importa lo que me pase? ¿Después de todo?
Nos detuvimos frente a mi portal. Me miró con seriedad, y por primera vez en mucho tiempo, no vi reproche en sus ojos. Solo cansancio.
-Nunca dejes de importarme.
No supe qué respondedor. Solo me quedé ahí, apoyada en su brazo, sintiendo cómo la culpa y el agotamiento me pesaban más que nunca.
Pablo suspir de nuevo y sac las llaves de mi bolsillo con cuidado.
-Vamos, entremos. Mañana hablarás conmigo sobria.
Y aunque mi cabeza daba vueltas y mi corazón aún dolía, por primera vez en mucho tiempo sentí que tal vez no estaba tan sola como pensaba.

ESTÁS LEYENDO
El escritor demodé
Teen Fiction"Demodé". Una palabra que, como Pablo, el chico que escribía poesía a mano en la revista del instituto, parecía vivir en otro tiempo. Él, con su aire misterioso y sensible, soñaba con ser escritor, mientras yo, Paula, me sentía perdida en un mundo q...