Tercera luna del año 110

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Capítulo 2: Entre Amores y Celos

Una luna había pasado desde la unión forzada entre Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon. A pesar de la aparente cordialidad que mostraban ante la corte y sus súbditos, la joven princesa Targaryen y su esposo llevaban vidas separadas en el interior de la Fortaleza. Rhaenyra se refugiaba en sus pensamientos y en la presencia de su amante, Harwin Strong, el leal comandante de la guardia de la ciudad.

El secreto de su romance con Harwin era conocido por Laenor, quien, a su vez, tenía su propios amantes. Su anterior amante fue Joffrey Lonmouth, más conocido como el Caballero de los Besos, pero después de unos problemas entre ellos el día de nuestro casamiento se dejaron. Laenor estaba deprimido pero Rhaenyra no dudaba que el podría volver a encontrar el amor en otra parte. Era un matrimonio de conveniencia, y ambos esposos habían encontrado consuelo en los brazos de otros.

Rhaenyra sentía mariposas en el estómago cada vez que veía a Harwin, y aunque la intensidad de sus sentimientos no se comparaba con lo que había experimentado con Daemon, él la hacía sentir amada y protegida. Las noches apasionadas que compartían llenaban su corazón de gozo, pero al mismo tiempo, los recuerdos de su tío y amante anterior seguían persiguiéndola.

No podía evitar pensar en Daemon y en el giro inesperado que había dado su vida al enterarse de su matrimonio con Laena Velaryon. Los celos la consumían, preguntándose por qué había elegido a Laena y no a ella. La confusión se mezclaba con la ira, y Rhaenyra se cuestionaba si el amor que había sentido por Daemon había sido en vano.

Un día, mientras caminaba por los jardines de la Fortaleza Roja, Rhaenyra se cruzó con una de las damas de compañía de Alicent, quien le comentó casualmente sobre las noticias que llegaban de Essos. Entre las novedades, mencionó que Daemon y Laena estaban viviendo en Pentos, y que parecían ser muy felices juntos.

El corazón de Rhaenyra dio un vuelco y sintió un nudo en la garganta. Las lágrimas amenazaban con brotar nuevamente, pero se obligó a mantener la compostura. ¿Cómo podía ser que Daemon estuviera feliz con Laena mientras ella se encontraba atrapada en un matrimonio sin amor?

Sin poder contenerse, Rhaenyra partió hacia sus aposentos. Sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas contenidas, y su corazón latía con fuerza en su pecho. Quería gritar, llorar, liberar toda la frustración que sentía en ese momento.

Harwin intentó consolarla cuando se enteró de la noticia que había desencadenado la tormenta de emociones en Rhaenyra, pero ella lo rechazó. En ese momento, no quería la compasión de nadie. Necesitaba tiempo para procesar todo lo que estaba sintiendo, para encontrar una forma de sanar su corazón roto y seguir adelante.

Las semanas pasaron, y Rhaenyra buscó refugio en sus propios pensamientos y en la compañía de su dragon, Syrax, quien parecía comprender su dolor sin necesidad de palabras. Poco a poco, la joven princesa empezó a encontrar fuerzas para enfrentar su nueva realidad.

Aunque seguía pensando en Daemon y en lo que pudo haber sido, decidió que no dejaría que el pasado la atormentara. Estaba determinada a escribir su propio destino y encontrar su felicidad, sin importar las expectativas

Los días siguientes fueron difíciles para Rhaenyra. A pesar del cariño y la atención de Harwin, no podía quitarse de la cabeza la imagen de Daemon y Laena juntos. Se sentía herida, traicionada y abandonada, aunque sabía que no tenía derecho a sentirse así. A fin de cuentas, había sido el rey Viserys quien la había obligado a casarse con Laenor, y ella había buscado el consuelo en los brazos de Harwin.

La confusión la envolvía, y no sabía qué camino tomar. A veces, deseaba huir de todo y buscar a Daemon en Pentos, pero sabía que era una idea descabellada. Otras veces, pensaba en enfrentar a Laena y reclamarle a Daemon como suyo. Pero también entendía que eso solo traería más problemas y dolor.

Los días pasaron y Rhaenyra intentó concentrarse en su vida como princesa y futura reina. Aprendió a apreciar el cariño que Harwin le brindaba y la protección que le otorgaba como su escudo jurado. Aunque no era lo mismo que lo que había vivido con Daemon, encontró cierta paz en su corazón y esperaba que con el tiempo, el amor pudiera florecer nuevamente en su vida.

Sin embargo, el fantasma de Daemon seguía presente, acechando sus pensamientos y emociones. La pregunta de por qué eligió a Laena y no a ella seguía sin respuesta, y Rhaenyra sabía que solo el tiempo podría calmar sus dudas.

Mientras tanto, Aemond, su nuevo hermano, crecía rápidamente, y aunque Rhaenyra deseaba conocerlo y compartir momentos con él, Alicent no lo permitía. 

Los días pasaron y Rhaenyra continuó luchando contra los demonios de su corazón, el camino hacia la madurez y el autodescubrimiento no era fácil, pero Rhaenyra estaba dispuesta a enfrentar cualquier desafío que la vida le presentara. 

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Denme una estrellita que me motiva a seguir escribiendo.

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Rhaenyra decide tomar su vida en sus manos. rhaenyra, daemon,  harwin,Donde viven las historias. Descúbrelo ahora