Era un viernes por la tarde, y al parecer Jason había salido, no sabía a por qué, o a donde se había ido, estuve preguntando a los demás chicos que si habían visto, o sabían a donde había ido Jason.
- Hey demonio embrujado- llamé a Rachel.
- ¿Que quieres pesadilla extraterrestre?- me preguntó ella siguiéndome la broma.
-¿Sabes dónde está el insufrible de mi novio?- la pregunté.
- Ni idea, ¿Hace mucho que se fue?- preguntó ella.
- Hará una hora y media aproximadamente, voy a preguntar a Dick, si él no sabe dónde está, bajaré a buscarle- la comenté.
- ¿Has probado a llamarle?- me preguntó ella.
-¿Tu te crees que yo soy tonta?- la pregunté directamente.
- Tu pregunta a mí pregunta me da a entender de qué le has llamado, y no te ha contestado - dijo ella sabiamente.
- Bien, si sabes algo llámame porfa - la pedí. Ella contestó con sus pulgares hacia arriba, y una sonrisa en la cara.
Así que, me dispuse a caminar por la torre para encontrar a Dick, que al parecer estaba entrenando.
- ¡Hey!- me llamó él en cuanto me vió.
- Hola Dick- le saludé alegremente.
-¿Quieres entrenar un poco conmigo?- me ofreció.
- Oh, no puedo lo siento, estoy buscando a Jason, ¿Sabes dónde puede estar?- le pregunté.
- Ya ha vuelto a desaparecer - se quejó él.
- La última vez que desapareció, no por mucho tiempo, estaba por una zona poco concurrida, tres calles más abajo de la torre, al lado del supermercado abandonado- le expliqué.
- Suele ir allí a pensar - concurrió él.
- Te acompaño a buscarle, espera que me quito los guantes - se ofreció.
- No, no hace falta, bajo yo , y en nada estamos aquí, no pasará nada, tu quédate entrenando - le dije.
Poco tiempo después tenía puestas mis botas, que conjuntaban con mis vaqueros, y mi sudadera, algo básico para hacer de dora la exploradora.
Cogí las llaves que abrían la puerta de la torre, y me dispuse a salir a la calle,una vez ya fuera, me dirigí hacia donde previamente había dicho, tres calles más abajo de la torre, justamente al lado del supermercado abandonado.
Una vez que estaba ya situada en esas calles, pude ver a lo lejos una persona, que se parecía a Jason, claro solo por la espalda, así que, decidí acercarme.
A unos pocos metros de aquel chico, que todavía no sabía si de verdad era Jason, mi teléfono empezó a sonar, lo que llamó la atención de aquel chico.
- Jason ya está en la torre Irina, había salido a hacer la compra, literalmente es la primera vez que es responsable en algo- dijo Dick al teléfono.
-Bien, vuelvo entonces a la torre, estaré allí en diez minutos, no tardo- le contesté colgando la llamada, y guardando el teléfono en mi bolsillo.
- No creo que vuelvas a ir a esa torre mugrosa- dijo aquel chico misterioso.
-¿Quién eres tú?- le pregunté al chico que empezaba a darse la media vuelta. Al mismo tiempo yo me acerqué un poco más.
- Yo soy Slander - dijo el chico, acercándose más a mí. Y yo me empezaba a echar más para atrás, hasta que me acorraló en una pared del callejón.
- Y tú, te vienes conmigo - dijo él, en un movimiento rápido él sacó de su bolsillo un pañuelo, con unos polvos blancos, me agarró del cuello, intenté noquear le, pero al estar entre tan poco espacio mis intentos no fueron suficientes.
Poco a poco puede sentir como la burundanga hacia efecto en mi organismo, y empezaba a dormirme, cuando estaba casi dormida, aquel chico me agarró y me llevo a donde el quiso.
No sé cuánto tiempo pasó, pero estaba empezando a despertarme en un sitio que parecía tener unos cuantos años, estaba con las manos atadas y en alto, de pie, y con mis pantalones cambiados.
- Parece que ya te has despertado - dijo él.
-¿Dónde estamos?, ¿Qué quieres de mí?- le pregunté mirándole directamente a sus ojos.
- Verás- dijo el acercándose a mí, quedando a poca distancia.
- Me gustas, me gustas mucho, y sabía que nunca ibas a estar conmigo - me explicó él acariciando mi cara suavemente.
-¿ Y la mejor manera de acercarte a mí es secuestrando me?- le pregunté intentando quitar su mano de mi mejilla.
- Estate quieta - me ordenó, agarrándome fuertemente la cara, y acercándose más a mí.
- He estado observando te durante mucho tiempo - dijo él.
- Y sé que nunca estarías con alguien como yo- empezó a decir él.
- ¿Por qué dices eso?- le pregunté.
- Por qué tú eres una super estrella, una superhéroe, una heroína, y yo soy una simple persona- me explicó él.
- Además, de que cuando los rumores de que estabas saliendo con Robin se hicieron realidad, ahí sí que supe que no tendría oportunidad- se lamentó.
- Los rumores se confirmaron hace poco más de un año, ¿Cuánto tiempo llevas espiando me?- le pregunté con miedo. Él se seguía acercando más a mí, aunque ya no hubiese más espacio.
- Me obsesioné contigo desde el primer momento en el que saliste a tu primera misión - dijo él.
- Lo recuerdo como si fuese ayer, además de que me salvaste a mí, pero claro, no te acordarás. Además - añadió él.
- El traje que llevabas te quedaba como un guante, te resaltaba el culo, y no te voy a decir hacia dónde se me iba la mirada, además de que el color negro va a juego con el color morado de tus ojos- dijo él.
- Eres un cerdo- le dije escupiéndole en la cara.
- Que puto asco- se quejó él. Se limpió el escupitajo de la cara, se alejó de mí, y se dirigió hacia la puerta.
-¿ A dónde vas?- le pregunté tan rápido como tocó el pomo de la puerta.
- A por un regalito para mi chica- dijo él con una sonrisa en la cara.
En cuanto salió por la puerta empecé a tirar de la cuerda que me mantenía las manos atadas y en alto.
Un tirón, nada. Otro, nada. Otro más, nada. Intenté utilizar mis poderes, pero al parecer alguien los había desactivado, y no parecía que fuesen a funcionar.
- Tus poderes no van a funcionar - dijo él entrando por la puerta.
- Te he puesto un inhibidor de poderes en cada brazo, por eso los tienes en alto- dijo el dejando unos artilugios encima de la mesa que había a mi lado.
- ¿Qué es lo que has puesto en la mesa?; ¿De donde has sacado los inhibidores?- le pregunté con miedo.
- Si tanta curiosidad tienes- dijo el chico dándose la vuelta para poder agarrar la primera arma. Casi todas tenían pinta de ser armas blancas, salvo la pistola que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón.
- Esto, es un cuchillo, este también lo es, pero este es de sierra, el cuchillo de aquí se utiliza para cortar jamón, por eso es largo, pero tranquila, no vamos a cortar jamón, te voy a cortar las piernas - dijo el sonriendo. Sentía que las lágrimas estaban empezando a acumularse en mis ojos, y algunas se caían y se deslizaban por mi cara.
- Pero no llores, nos lo vamos a pasar bien- dijo el chico, cogiendo las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas con el cuchillo, el jamonero específicamente.
-¿Por cual quieres empezar?- me preguntó él. No respondí.
- ¿No vas a contestar?, ¿Te ha comido la lengua el gato?- dijo el secuestrador cada vez más cerca de mí.
- Abre la boca, quiero ver si tienes lengua- me ordenó el agarrándome la cara. Lentamente abrí la boca, como el me pidió.
- Buena chica- dijo él.
- Bueno, como tú no has decidido que cuchillo vamos a utilizar primero, lo elijo yo- dijo él, empezando a pensar cual quería estrenar primero.
- Vamos con el cuchillo normal- se decidió.
- Vaya, tengo que quitarte la sudadera- me dijo él dejando el cuchillo en el suelo.
- Voy a cortar la cuerda, si te portas bien, podrás cenar esta noche, si no, te arrancaré un ojo, ¿Vale pequeña?- me dijo dulcemente. Yo simplemente asentí atemorizada.
Lentamente se acercó a mí, y cortó la cuerda que mantenía mis brazos en alto con el mismo cuchillo que había cogido para luego torturarme a mí.
Una vez con las manos abajo, desató el nudo que mantenía mis manos unidas.
- Muy bien cariño, sigue así de quieta- dijo el pasando sus manos por mi sudadera, hasta que llegó al final de esta.
Agarró los bordes de la sudadera y empezó a subirla.
- Levanta los brazos- me ordenó. Yo obedecí.
Finalmente, quitó mi sudadera, dejándome en ropa interior.
- Me encanta tu sujetador - dijo él descaradamente.
- Bueno, vamos a lo que vamos, que me despisto con cualquier cosa, aunque tus tetas no son cualquier cosa, joder Robin, que suerte tiene- empezó a hablar el solo. Yo solo me dedicaba a mirarle con los ojos muy abiertos.
- Acércate a mí, dame tus manos- le dijo él. Yo volví a obedecer. Y él me volvió a atar las manos.
- ¿Por qué brazo quieres que empiece?- me volvió a preguntar.
- Por ninguno- le dije casi en un susurro.
El empezó a reírse.
- Empezaremos por el derecho - dijo el, agarrando el cuchillo del suelo.
Poco a poco noté el frío del metal sobrepasar mi brazo, hasta el punto del hombro, ahí empecé e notar mucho dolor. Mis ojos volvieron a tener lágrimas, y mis mejillas, ahora estaban empapadas.
De mi boca solo salían gemidos del dolor, y de la boca del secuestrador solo salía risas.
Por mis cálculos, estuvo más de 25 minutos, en el brazo derecho. Yo no quería mirar, sabía que tenía el brazo lleno de sangre.
- Sabes, me lo paso muy bien haciendo esto- dijo él. Un suspiro salió de mí, parecía que había terminado.
- Dame tu otro brazo - dijo él agarrándome lo, y repitió el mismo proceso.
Primero pasaba suavemente el cuchillo por mi brazo, hasta que llegaba a la parte del hombro y empezaba a apretar.
Aquel cuchillo cortaba muchísimo, estaba muy afilado. La sangre se podía ver en el suelo, mis brazos goteaban de esta, y mis ojos no paraban de llorar.
Fácilmente puede terminar con 5 cortes de 5 centímetros en cada brazo.
-¿Qué tal te encuentras?- dijo él dejando el cuchillo en la mesa. Cuando tuve la oportunidad de ver al secuestrador, pude ver que sus manos estaban completamente manchadas de sangre, al igual que el cuchillo. Mi miedo cada vez era mayor, y mis esperanzas de salir de allí, eran cada vez más pequeñas.
- Por hoy te has ganado la cena, pero ya veremos si mañana desayunas, alomejor tienes que rogarme por tu desayuno - dijo él pícaramente. Yo solo contesté con una sonrisa, no vaya a ser que encima se enfada se conmigo.
-¿Puedo pedir algo?- le dijo por lo bajo.
- Claro que sí cariño- dijo él.
- ¿ Puedes darme algo de ropa, porfavor?- le pedí.
- Por supuesto, ahora mismo te traigo ropa- dijo el marchándose de la habitación. Cuando el se fue mire hacia mis brazos, ahora las heridas empezaban a escocer, habían dejado de sangrar, me maldecí internamente por no saber nada de este tipo de heridas, lo que si sabía era que tenía que tener cuidado, se me podían infectar.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de aquel chico, que traía en sus manos una manta.
- No he encontrado nada para dejarte, así que te traigo una manta- dijo él, dejando la manta en el suelo.
- Gracias- le agradecí, intentando coger la manta, aunque fue un poco difícil ya que tenía las manos atadas.
- Por cierto, tu querido novio está que echa humo, está muy enfadado, ha salido en la tele, está muy preocupado por ti, por encontrarte- me informó el. Esa noticia me dió un poco de esperanza.
- Es una pena que no te vaya a encontrar- dijo él.
-¿Por qué estás tan seguro de eso?- le pregunté.
- Es Robin, tú sabes que lo hará, más si se trata de su novia- le dije resaltando la última palabra.
- Sé que no vendrán por qué, les he dicho que has muerto- me contestó.
-¿Le has revelado tu identidad?- le pregunté atónita.
- Sí, pero eso da igual, ya no harán nada, estás muerta- dijo el super convencido.
«listo para lo que le da la gana, por qué para hacer inhibidores de poderes si que piensa» pensé.
- Tienes razón - le contesté.
- Siempre la tengo cariño- me dijo él.
Poco después se fue, dejándome sola, maniatada, y con una manta mal puesta que me hacía daño en las heridas de los brazos.
El sueño empezó a aparecer, y antes de quedarme dormida, aquel chico que se hacía llamar Slander volvió a entrar, esta vez con un plato de comida en las manos.
- Hora de cenar, espero que te guste la sopa por qué es lo único que vas a comer estando aquí encerrada- dijo el poniendo el plato de sopa en el suelo, justamente donde yo estaba sentada.
- Me encanta la sopa- le dije para ahorrar problemas.
- Ven, te voy a desatar las manos, no hagas nada de lo que te puedes arrepentir - me advirtió. Mis manos por fin fueron libres de ataduras.
- Gracias - le agradecí. Slander salió por la puerta, yo me comí la sopa, y cuando termine, me dispuse a ver un poco la habitación.
La habitación era muy minimalista, tenía un sofá, una ventana cerrada con dos candados que daba a un callejón, la puerta era de madera blanca, el suelo estaba sucio, y de muebles solo estaba la mesa donde antes había dejado todos los cuchillos.
Con las manos libres me apañaba mejor, puede coger la manta y con cuidado tumbarme en aquel sofá de color amarillo, que parecía tener más años que la tana.
No es que durmiese muy bien aquella noche, no podía dejar de pensar en Jason, sabía que me encontraría pero no sabía si me encontraría viva.
También estuve toqueteando los inhibidores de poderes, al parecer iban clavados a la piel, y para quitarlos era o arrancar los, o con una llave especial.
Me los arrancaría cuando tuviese los brazos en mejor estado.
La noche fue larga, pero el día siguiente más, algo en mi me decía que lo peor y lo mejor pasaría en el mismo día.
Y así fue, me desperté de golpe, con el secuestrador encima mía, con mis pantalones tirados por el suelo, eso significaba que ahora si que sí estaba en ropa interior, él tenía en su mano una especie de navaja, y estaba haciéndome algo parecido a lo que me hizo en los brazos.
Intenté quitármelo de encima, pero por la diferencia de la fuerza me fue imposible.
- No te muevas- me dijo él agarrándome de la cintura y posicionándose en mis rodillas.
- Date la vuelta- me ordenó. Yo seguía en estado de shock, no tenía pensado moverme.
- ¡He dicho que te muevas!- me gritó y me agarró de los brazos, y como los tenía sensibles no me quedó otra que moverme.
- Dios- dijo el flipando.
- ¿Que pasa?- le pregunté casi llorando.
- Pasa que tienes una espalda preciosa, pero me sobra esto- dijo desabrochando me él sujetador.
- Quitátelo del todo- me ordenó. Yo obedecí.
Y empezó el mismo proceso de siempre, corte por aquí, corte por allá, hasta que me harté.
En mi cabeza ideé un plan, cogía la manta rápido, para cubrir me, me arrancaba los inhibidores, y le noqueaba con mis poderes, después me ponía el pantalón, y como fuese salía de allí.
Un plan perfecto, que desarrolle a la perfección, rápidamente me di la vuelta cogí la manta, y mientras el intentaba subirse encima mía, le daba patadas, mientras esto ocurría mis manos viajaron hacia un inhibidor, y de un tirón, me lo arranqué, y así hice con el otro, mientras el me gritaba que parase de hacer lo que estaba haciendo un gran bullicio se empezó a formar a fuera, entre todo ese ruido pude reconocer la moto del equipo.
Con mis poderes pude volver a vestirme con mi sujetador y mi pantalón, la sudadera que me quitó ayer se la llevó dios sabe a dónde.
- ¡Goopy!- llamaba Jason desde fuera.
- ¡Estoy aquí!- empecé a gritar. Se empezaron a oír golpes en la puerta, supe que era ellos, pero de un momento a otro, con los demás ya dentro de la habitación, Slander me apuntaba con su pistola.
En un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de Slander estaba por toda la habitación, yo estaba llena de sesos, órganos, y mezcla de sangre.
El abrazo de Jason me devolvió a la realidad.
- Jason, Jason- le llamaba llorando.
- No te disculpes por hacer explotarle, ni se te ocurra - dijo él limpiando la sangre de mi cara.
- Me duele todo- le dije llorando, Jason empezó a fijarse en mi cuerpo, y pequeñas lágrimas se formaron en sus ojos.
- Esto, ¿Te lo hizo él?- preguntó Jason casi llorando. Yo solo me limité a asentir.
- Ven aquí, ni se te ocurra moverte, se te abrirían todas la heridas- dijo agarrándome como si fuese una princesa.
Jason empezó a caminar conmigo en brazos, al salir de aquella casa que parecía estar en las últimas, pude ver a todos los del equipo.
Sus caras lo decían todo. A Rachel, se la llegaron a caer un par de lágrimas, Dick fue el primero en venir a ayudar a Jason.
- Hay que llevarla a la torre, allí podremos curarla bien- Le dijo Dick a Jason. Este empezó a asentir.
- Jason-le llamé, llamando la atención de Dick y de todos los demás que se encontraban conmigo.
- Él, el creo que ha abusado de mí - le dije casi llorando.
- Me levanté, y le vi encima de mí, estaba salido, como si no hubiese tenido sexo con nadie en su vida- le empecé a explicar agobiada.
- Irina- me calmó él.
- No es culpa tuya - dijo él.
Una vez ya en la torre, pude notar como todos los que estaban presente se acercaban a mí.
- Dick-le llamó Jason.
- Ve a por gasas- le ordenó.
- Raven- la llamó.
- Ve a por Betadine, y a por alcohol de las heridas - la ordenó. Los dos asintieron y fueron a por lo que Jason pedía.
- Chico bestia, retira la manta que hay en la camilla- le ordenó. Otro que se limitó a hacerle caso.
- Ya estamos, tu tranquila, estás en casa- me dijo Jason. De repente pude sentir un fuerte dolor en la espalda, debido a que Jason me estaba dejando sobre la camilla de la enfermería.
- Hay algunas heridas que necesitan ser suturadas, necesito hilo y una aguja- me empezó a contar.
- Jason toma, las gasas y todo lo demás que pediste- le dijo Raven, dándole todo lo que previamente había pedido.
-¿Necesitas ayuda?- le preguntó Dick.
- Sí, ayúdame a limpiarle todas las heridas, si quieres limpia las de la espalda, yo limpiaré la de los brazos- le pidió él. Dick le hizo caso. Ambos cogieron gasas y las untaron en el alcohol.
Pude sentir el escozor pasar por mi espalda y mis brazos, las lágrimas se seguían deslizando por mis mejillas.
Después de un rato pude sentir que el escozor ya no se sentía, supuse que las heridas ya estaban limpias.
Las gasas llenas de sangre se acumulaban en una bandejita al lado mía.
- Ya está, las heridas de la espalda están limpias- dijo Dick soltando la gasa en la bandeja.
- Las heridas de los brazos también están limpias- dijo Jason soltando la gasa y poniendo la en el mismo sitio que Dick la había puesto.
- Bien, en mi opinión, solo tendríamos que coser, dos o tres heridas de los brazos, y dos de la espalda- le recomendó Dick a Jason.
- Jason- le llamé como pude.
- ¿Qué te pasa pequeña?- me preguntó él suavemente.
- También tengo heridas en las piernas, no hay tantas, pero están pegadas al pantalón por la sangre seca- le dije como pude.
- Vale, tú no te preocupes, te lo quitamos con cuidado- me dijo él. Sus manos bajaron por mi abdomen, buscando el cierre del pantalón. Cuando lo encontró lo desabrochó con cuidado y empezó a bajarlo.
- Jason duele- me quejé casi llorando.
- Dick, pásame un poco de agua, tenemos que hacer que la piel se despegue de los pantalones - le dijo Jason. Dick le pasó un botecito que expulsaba agua poco a poco.
Y así despegaron mi piel de los pantalones.
Una vez ya sin ellos, me limpiaron todas las heridas, y empezaron a decidir cuáles necesitaban ser cosidas.
- Bien, esto ya lo puedo hacer yo solo, gracias por tu ayuda- le agradeció.
- Bien, entonces me voy, si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme - se despidió él.
- Bien, ahora voy a proceder a coser te las heridas, tu tranquila, te voy a poner una crema anestésica - dijo él aplicando me la crema en las heridas que iba a coser.
Mientras la crema hacia su efecto, Jason preparaba la aguja y el hilo.
- Bien, voy a empezar a coser, las heridas están anestesiadas, pero si te duele me lo dices ¿Vale mi amor?- me dijo él suavemente. Yo me limité a asentir.
Estuvo bastante tiempo cosiendo las heridas, según yo, creo que dos horas aproximadamente, y cuando terminó, limpió un poco la zona, guardó las cosas, y fue a mi cuarto a por ropa limpia.
Cuando volvió con la ropa, la dejó a un lado de la camilla, sacó el Betadine, y un poco de algodón. Mojó el algodón con Betadine, y delicadamente lo paso por donde estaban mis heridas.
Cuando el Betadine estuvo seco, se dispuso a cambiarme de ropa.
- Jason, puedo cambiarme yo sola la ropa, no hace falta que me cambies- le dije.
- Se que puedes hacerlo tú sola, pero alomejor te haces daño, y ya bastante daño te han hecho - dijo él cogiendo la camiseta ancha de color azul, y con un estampado blanco.
- Ahora, dejame hacer de buen novio- dijo él sentándome en la camilla.
- Necesito quitarte el sujetador, tu tranquila, no nos ve nadie- dijo el dirigiendo sus manos hacia mi broche. Yo le facilité el acceso, retirándome el pelo de la espalda.
Cuando me quito el sujetador, cogió la camiseta y me la puso delicadamente.
Al igual que hizo con los pantalones de chándal que había elegido, eran de color gris, y sin ningún estampado.
Una vez ya cambiada, me sentó en una silla de ruedas, y salimos de la enfermería, donde se encontraban todos los demás.
Cuando me vieron, se levantaron instantáneamente a ver qué tal me encontraba.
- ¿Cómo vas, pesadilla extraterrestre?- me preguntó Raven.
- Como la mierda- la contesté con gracia.
- La voy a llevar a su habitación, mañana ya será día de preguntas, ahora a descansar - dijo Jason llevándome a mí habitación, donde me dejó en la cama, me arropó, y se sentó al lado mía.
- Jason-le llamé. El me miró.
- Te quiero - le dije.
- Yo te quiero todavía más, y que sepas que no voy a dejar que nadie te vuelva a tocar ni un puto pelo, por qué entonces, lo mataré - me dijo él dándome la mano.
Yo le sonreí.
- Quédate a dormir conmigo, porfa- le pedí.
- Por supuesto que me quedo contigo - me dijo él metiéndose en mi cama.
Esa pido ser la mejor noche de mi vida, me sentía segura y acompañada, las heridas todavía no me dolían, la crema anestésica seguía haciendo efecto.
Dormí muy bien esa noche, al día siguiente, me desperté, me dieron medicamentos para el dolor, y a los pocos días ya puede empezar a moverme.
Los demás habían estado visitando mi habitación, la mayoría se quedan tres horas por día, aunque el día no tuviese tantas horas.
El que más estaba conmigo era Jason que no se despegaba de mí.
Con el paso del tiempo, las heridas se convirtieron en cicatrices, a las que diariamente las echaba cremas especiales, para que la cicatriz que tenía, cada vez fuese menor.
Un mes después del secuestro, volví a entrenar, y con más fuerza que nunca.
- ¡Hey!- me saludó Dick, quien ya estaba entrando.
-¿Quieres entrenar conmigo?- me preguntó Dick.
- Por supuesto - le dije alegremente, agarrando mis guantes de boxeo.
Empezamos a entrenar, yo iba con mis cicatrices a la vista, ya que llevaba un top deportivo, y unas mallas.
- Hola chicos- nos saludó Chico bestia.
-¿Te unes a nosotros?- pregunté.
- Sí, claro, por cierto, tienes que pasarme la crema que te das en las cicatrices, te están quedando muy bien, tengo que utilizar la crema en las mías - me dijo Chico bestia. La cara de Dick se volvió seria.
- Oh, si claro, luego te digo cuál es- le contesté, agradeciendo que no me tratasen como un bicho raro por mis cicatrices.
Mi vida volvió a la normalidad, salvo que Jason no me dejaba salir sola a la calle, ya que la prensa de había enterado de lo sucedido, y él, no quería que eso me hiciese daño.
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Historias sueltas.
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