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Galena forcejeo repetidas veces para liberarse del agarre del emperador. Como era de esperarse no lo consiguió aún siendo una valkyrie no contaba con la misma fuerza de sus hermanas mayores sobre todo la fuerza de su tercera hermana, una mujer de complejidad gigantesca.
Que a pesar de ser extremadamente fuerte también tenía un buen corazón al momento de convivir con sus hermanas, por lo qué tenía entendido Galena. Es que su tercera hermana mayor sería la valkyria de un luchador de sumo.
Prefirió no interrogar a Brunhilda acerca del luchador, no quería estresarla más de lo usual.
La de orbes aqua soltó un ligero grito al sentir como Qin Shi Huang había hecho un movimiento brusco al momento de patear una puerta.
El humano dió una sonora carcajada al escuchar a su acompañante—. No te preocupes, querida mía. Yo jamás dejaría que te hicieras daño.
Las palabras del mortal hicieron que su rostro se calentará, porque los hombres de época tenían que ser tan jodidamente insistentes. Porque el emperador se había fijado en ella, pero la pregunta más importante porque no la dejaba en paz.
Galena no se percató en qué momento habían llegado al lugar donde todo comenzó, sin pensarlo dos veces Qin Shi Huang se adentró a la enorme habitación.
El subió hasta su trono para sentarse acomodando a la valkyrie en su regazo, la albina estaba simplemente perpleja por sus acciones. Pasaba de ser un roba mujeres a un caballero.
El azabache acurrucó a Galena en el hueco de su cuello teniendo más acceso a acariciar ese hermoso cabello blanco como la nieve.
De pronto sintió como el cuerpo de la femenina temblaba, Qin se percató de ésto. Para comenzar arrudarla como si se tratase de un bebé.
— No tienes porque tener miedo, yo jamás te lastimaría. —susurro dejando un casto beso sobre la cabeza de la valkyrie.
Galena estaba petrificada no podía escapar, su corazón latió aceleradamente al oírlo. No sabía que causaba el aura de ese hombre sobre ella.
Pero la hacía sentir cálida y segura.
— Porfavor déjame ver el combate del señor Kojiro y Poseidón —el emperador se separó un poco para ver a la albina atraves de sus vendajes—. Prometo que volveré contigo apenas y termine la batalla, porfavor te lo ruego. Déjame ir apoyar a mi hermana.
Escucharla rogar despertó una sensación en el azabache que no había sentido hace mucho tiempo. Verla tan pequeña e inofensiva entre sus brazos le daban la sensación de protegerla y no soltarla.
Suspiro rendido ante la petición de la valkyrie, asintiendo lentamente.
— Está bien, pero si tardas yo iré por ti. —anunció con un poco de seriedad.
Galena sonrió emocionada—. Se lo prometo, señor Qin Shi Huang. Que yo volveré a usted.
El emperador le devolvió el gesto esperando que sus palabras fueran ciertas.
