Capítulo 1 Música

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I PARTE

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I PARTE

NOTAS QUE SALVAN

CAPÍTULO  1

MÚSICA

Sobre las piedras de una calle antigua en la ciudad de Londres, avanzaban los acelerados pasos de una joven que corría agitada llevando entre sus brazos, aferrado en su pecho, un paquete que valoraba como si fuera su vida misma.

—¡Ladrona! ¡Ladrona! —gritó uno de los hombres que la perseguían—. ¡¡Atrapen a esa ladrona!!

Bastó que aquel sujeto expresara esto, y enseguida tres guardias de seguridad se sumaron a darle alcance. Todo por lo que había luchado para llegar y permanecer en ese país terminaría si la joven dejaba que la atrapen; ella lo sabía muy bien, y por eso corrió tan rápido como pudo, hasta virar la esquina, desde donde logró notar una iglesia al terminar la cuadra. Rápidamente, intentó llegar hasta allí, pero la urgencia que tenía por perderlos de vista la llevó a cambiar de dirección; cruzó la calle, y sus veloces pasos la obligaron a desviarse accediendo a través de un portón antiguo con un par de pilares grandes de cada lado. Sin pensarlo demasiado, desaceleró su andar y trató de confundirse con otros jóvenes que ingresaban también a ese lugar.

Con el corazón agitado, la joven caminó por un pasillo con varias puertas cerradas y algunas bancas de madera junto a ellas. Luego, observó unas escaleras anchas armadas con piedra, de quién sabe qué antigüedad. Sigilosamente, agarró el grueso pasamanos, subió cada escalón con el latido de su corazón sintiéndolo en la garganta, tan fuerte como el eco de un tambor en medio de laderas olvidadas. Su rostro, reflejando el miedo y la zozobra en cada músculo tenso que se podía notar mientras avanzaba a la segunda planta de aquella construcción que había logrado armonizar entre lo antiguo y moderno, cuya fuente de estilo clásico adherido a la pared propiciaba un ambiente acogedor y de calma. Así, el sonido del agua cayendo entre las pequeñas rocas artificiales, de repente se confundió en los oídos de la atemorizada joven con las notas de una melodía entonadas desde un viejo piano de cola; una tras otra era percibida por ella, cubriéndola de una repentina nostalgia que la hizo sonreír, provocando que sus brillantes ojos marrones parpadearan con pausa, y sus pasos la condujeran con diligencia en dirección al salón de donde provenía la música. Quieta y despejada, entró al lugar plasmado de notas, magia, colores que iban y venían sin que quisieran ser notados, invitándola a disfrutar de ese momento.

 Quieta y despejada, entró al lugar plasmado de notas, magia, colores que iban y venían sin que quisieran ser notados, invitándola a disfrutar de ese momento

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