Lunes por la mañana.
Me encontraba sobre el pecho de Filomeno y la luz se colaba por la rendija de la puerta y podía jurar que eran más de la siete, pero si era así, él estaba retrasado en sus deberes en la universidad. Enseguida lo moví para despertarlo.
–¿Qué pasa, amor?
–Filomeno, ya se te hizo tarde para trabajar.
–¿Qué? –gritó y miró hacia la puerta –Dios, es verdad... si los baños no están lavados antes del mediodía, segurito me corren –dijo mientras se levantaba para vestirse aprisa.
Cuando estuvo listo, corrió a mi lado para darme un beso en los labios, otro lo depositó en mi vientre y después salió a toda velocidad.
Yo seguí recostada en la cama unos minutos más. Ahora que estaba sola, recordé que ya no tenía el apoyo de mi madre y que la colegiatura solamente cubría quince días, pero después de ese tiempo, no podría pagarla más. También estaba el problema de que viviría con Filomeno y aunque hemos sido cuidadosos para que nadie sepa de nuestra relación, habrá un momento en que alguien me vea y se armará un alboroto en el que perdería su trabajo y con nuestro bebé por venir, sería terrible, pero por más vueltas que la daba al asunto, no había una solución favorable a nuestro problema, aunque había algo que podía funcionar.
Tragando mi orgullo, marqué el número de la única persona que podía ayudarme y dos horas después la tenía frente a la puerta de mi nuevo hogar.
–Es una pocilga –dijo mi madre con desdén –¿esto es lo que en verdad quieres?
–Lo único que quiero es que me ayudes a que Filomeno no pierda su trabajo. Lo necesitamos para mantener a nuestro bebé.
–Entonces sí estas embarazada –afirmó con voz temblorosa –rogaba para que no lo estuvieras.
–No me importan tus ruegos, lo que verdaderamente importaba era que el padre de mi bebé lo aceptara y como lo ha hecho, confío en que juntos sacaremos adelante a este pequeño inocente al que condenarías a la miseria si te niegas a ayudarme.
–¿Y cómo quieres que te ayude?
–Quiero casarme con Filomeno para asegurarme de que no lo corran por andar con una alumna de la universidad, pero siendo mucho mayor que yo, pensarán que me obligó a estar con él.
–Y no estarían equivocados.
–No me obligó y lo sabes... tú dijiste que si iba a perder la virginidad, lo hiciera con alguien a quien admirara y mereciera ese regalo... Bueno, para tu información Filomeno es al que escogí y me siento a gusto teniendo intimidad con él, por eso soy yo quien siempre lo busca, no al revés.
–O sea que te encantan los hombres viejos –su tono de burla me hirió –¿qué placer puedes sentir con un anciano?
–Eso no es de tu incumbencia... Te pedí que vinieras para que le informes al director que me voy a casar con Filomeno en dos semanas y que es con tu total y absoluto consentimiento y que además tienes meses de conocer y de aceptar nuestro noviazgo.
–¿Y crees que me va a creer?... por Dios Mariana, no seas ingenua, nadie en la vida creerá que una madre estaría contenta de que su hija de dieciocho años se case con un hombre de cincuenta.
–No lo creerían si yo lo contara, pero serás tú quien lo diga y si lo haces bien, nadie podrá refutarlo.
–Muy bien, sólo tengo que mentir y luego ¿qué?
–Luego puedes olvidar que tienes una hija.
Eso pareció afectarle, pero se recompuso enseguida.
–Está bien... ahora mismo voy a hablar con el director.
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EL VIEJO CONSERJE
RomansaMariana Rivas es una joven de familia rica que asiste a una prestigiosa universidad. Ahí conoce a Filomeno, el viejo conserje que debido a su fealdad es objeto de maltrato por los alumnos, pero para Mariana, es un hombre bondadoso que merece afecto...