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Rodrigo pov

Hace un par de días que no salgo a patrullar, el estrés y la ansiedad de volver a salir me picaban debajo de la piel como una sensacion cosquillosa e irritante. Por otro lado, mis ánimos han estado por el suelo ultimamente, como si la tristeza me hubiera consumido y no tuviera la energía suficiente para seguir con mi vida. Impulsado por mis intensas ganas de consumir helado y comida chatarra como si fuera el protagonista de una película yanqui con el corazón roto.

Patético, estaba consiente de eso.

Hoy estaba invitado a salir con un grupo de chicos que conocí en la universidad y con los que seguía teniendo contacto después de habernos graduado, un trío amigable de dos chicas y un chico. Eso levantó mi ánimo así que acepté y me animé a socializar tanto como pudiera, siempre era agradable concurrir gente de mi edad y que compartieran algunos de mis gustos, como la carrera en común a la que todos asistíamos.

Llegué al lugar con unos minutos de diferencia, los demás ya estaban ahí así que me acerqué con una sonrisa apenada y me disculpé por haber llegado fuera de horario. No recibí ningún reclamo, eso me relajó y me permitió disfrutar de la velada tranquilo. La pasé de maravilla, eran graciosos y me hicieron sentir cómodo e incluído en todo momento. Lamentablemente el tiempo pasó rapidísimo, como en un parpadeo, y llegó el momento de despedirse para que cada uno volviera a su hogar.

Vivíamos en distintos puntos de la ciudad así que las chicas se fueron juntas compartiendo un uber mientras que mi compañero restante decidió esperar la línea de colectivo que lo acercaba a su casa, me quedé junto a él por un rato mas mientras esperábamos en la parada charlando de cosas varias.

───¿Subís al mismo que yo? ───preguntó en un momento determinado, a la distancia se llegaba a visualizar el largo vehículo.

───No, yo vivo para el otro lado. No me queda tan lejos así que me voy caminando. ───expliqué, metiendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón. Hacía un poco de frío y la camisa a cuadros que vestía no estaba cumpliendo con su trabajo de protegerme del viento.

───¿Estás seguro? es un poco tarde y puede ser peligroso.

Si tan solo supiera que me había enfrentado a cosas peores que un barrio de mala muerte.

───Si, no te hagas problema.

───Bueno dale, nos estamos viendo, Ro.

───Chau ───sacudí mi mano cuando subió al colectivo y pegué media vuelta para iniciar mi camino a casa.

La noche estaba hermosa a pesar del viento gélido, las estrellas brillaban en el firmamento, miles de puntos blancos resplandecientes en un manto del mas puro negro azabache. Si tan solo hubiera accedido a traer mi traje ahora no estaría sufriendo por no poder balancearme entre todos los altos edificios de la zona, me sentí estúpido.

De pronto y de manera totalmente inesperada, fui jalado por el brazo y apretado contra una pared de concreto con un objeto filoso amenazando mi garganta. Un hombre mayor, de tal vez unos cuarenta años y de apariencia desgarbada me miraba con advertencia, buscando intimidarme. Mis ojos no podían estar mas abiertos por la sorpresa, por el arrebato repentino.

Cuando caí en cuenta de la situación, mi respiración se agitó como si hubiera corrido una maratón. El individuo se acercó a mi rostro para musitar una oración que no entendí del todo por el shock momentáneo, no tuve que pedir que me lo repitiera cuando me sacudió para que obedeciera.

───¿Me estás escuchando? ¡Dame todo lo que tenés, pendejo! ───su aliento poseía un olor desagradable, totalmente asqueroso y repugnante───¡Apurate o te mato!

𝗦𝗣𝗜𝗗𝗘𝗥𝗕𝗢𝗬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora