Bangchan tenía tanto trabajo, durante la guerra entre las dos coreas se perdieron demasiadas vidas, demasiadas almas, y sinceramente se sentía entristecido.
Bangchan tenía tanto trabajo como jefe del Inframundo, estaba a cargo de todas las almas que llegaban a él y honestamente estaba harto, entristecido de ver cómo la gente se mataba entre sí pasando por alto el valor de la vida. Porqué aún siendo el dios guardian de la muerte, valoraba la vida y toda la belleza en ella, la muerte era algo serio, el final de esa belleza.
Los humanos pese a tantos avances estaban matandose entre ellos, lo había visto tantas veces que se sentía un estúpido al lamentarse finitamente por la gente, por buscar la justicia en todos y cada uno de los casos, así que se sometió a una purga para limpiarse ese mal.
Se suponía que no debía interesarse mucho más allá de lo necesario para resguardar a las almas perdidas, tenía que gobernar sobre aquel lugar hermoso -a su manera- y celestial con todo el peso de las leyes de la muerte sin olvidarse de ser justo. Pero había sido humano en algún momento y por muchos milenios que pasaran seguía sintiendo ese revoloteo en el estómago al ver y escuchar los casos más trágicos, aunque de vez en cuando se repetían una y otra vez.
La vez que se encontró con Changbin no fue diferente a cualquiera de ellas, excepto por una cosa el hombre no deseaba vivir. Y no porque tuviera que vivir un calvario, sino porque volvería a vivir pasado un tiempo en aquel páramo como recompensa de sus buenas acciones.
Estaban apareciendo demasiadas almas en las puertas de su dominio, estaba enojado porque no cesaban, todas rogaban por volver a la tierra, pero ninguno de ellos había sido realmente digno de hacerlo, de hecho casi nadie tenía la oportunidad de volver, ni de reencarnar... Nada.
—Señor, tenemos a uno— informó una de las parcas, tenía la respiración agitada por la conmoción que había allá abajo.
La mirada del señor del Inframundo cambió por completo, había un alma limpia aunque corrompida por el dolor y cegada por la maldad del mundo.
Seo Changbin había matado para sobrevivir.
—Imposible— susurró la deidad y bajó a ver con sus propios ojos lo que había en su dominio que estaba asombrando a todos.
Chan arrastraba las telas de su túnica, a su paso las personas se arrodillaban ante él, temían por sus "vidas" al no lograr hacer cambiar de opinión a aquel desafortunado jóven..
Chan, tan imponente como una montaña, Changbin tan inamovible como como una roca fuerte.
Contrastaba la elegancia del dueño y soberano en comparación con el pobre chico que muy apenas iba vestido con el distintivo uniforme de un guerrero.
—¿Cuál es tu nombre?— preguntó Chan arrodillandose para mirarle a los ojos.
—Seo Changbin es mi nombre.
Bangchan agitó su mano y una mujer con vestido blanquecino le entregó un pergamino donde aparecían todas las acciones de Seo Changbin, su pecado mas grave era aborrecer a la vida y una muerte que enegrecía su perfecto historial.
El dios le miró de nuevo tratando de estudiarlo, y lo vió, esos estaban cargados de odio hacia la humanidad, hacia la vida. Eran los ojos más apagados que había visto en su vida en una persona que no deseaba vivir.
Changbin era joven y no tenía un mal aspecto fuera de lo descuidado que estaba en su estado de muerte, así que Chan se preguntaba ¿porqué? ¿Porqué alguien como él no querría vivir de nuevo si tenía la oportunidad, si se le perdonaba aquel espantoso pecado?
—Majestad ¿Debería llamarlo así?— Changbin se bufó, el no podía creer que todas aquellas cosas de las que hablaban sus amigos, sus compañeros fueran reales.
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De la muerte al amor en cien días - MinBin
Fanfiction¿Creés en las segundas oportunidades? Lee Minho es un chico harto de la vida, destrozado por la injusticia de la misma y de repente es arrollado una vez más, muriendo en el proceso. Estando frente a Seo Changbin, la parca encargada de su caso. Lee a...