02: ¿Crees en las segundas oportunidades?

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Minho parpadea con dificultad, sus ojos se sienten pesados. No sabe que ha pasado y piensa que todo lo anterior fue un extraño sueño... Uno demasiado bueno como para ser real, es decir, había muerto, cosa que llevaba años deseando que pasara.

Sin embargo al intentar tallar sus ojos y ponerse de pie se da cuenta de que no puede levantarse; no solo eso, sino que está rodeado por formas geométricas extrañas y resplandecientes que únicamente aparecen cuando intenta levantarse.

Minho juega un poco con la situación anormal y descubre que esas formas intangibles pero visibles para él, desprenden una especie de brillo, un polvo bastante fino que de desvanece al desplazarse unos centímetros. Cansado de jugar unos minutos después, se encuentra observando las estrellas, tirado en el suelo, excento de la conversación que tiene lugar a varios metros de él.

Jamás se había detenido a apreciar la belleza de las estrellas sin quejarse o recrimirarles sobre algún achaque de su vida.

Su cuerpo no duele, ni su corazón. Nada a excepción del arrepentimiento de no mirar más veces el hermoso cielo sin tener ganas de gritarle al de arriba todas las cosas que le aquejan.

Minho pensaba que Minho se había perdido de los pequeños detalles que hacen a la vida hermosa.

¿Cuánto tiempo habría sido eso? Mucho tiempo de seguro, y más cuando los pequeños peluditos desaparecieron de su vida aquella tarde en la que el jefe bastardo los había tirado por ahí, debido a que sorprendió a los mininos deambulando por el interior del restaurante.
Los michitos sabían cómo darse sus escapadas aunque papá Minho les hubiera dicho incontables veces que no lo hicieran. Nadie habría podido culparlos, después de todo extrañaban a su humano al que solo veían en las mañanas y a muy altas horas de la noche debido a sus largas jornadas de trabajo.

Un par de hombres con trajes extremadamente formales parecidos al del chico de su sueño discuten, hacen señas; no se ven tan felices, al menos uno de ellos no lo está, el otro parece suplicante.

—¡Por favor, Bang! Nunca confías en mí.

— No es que no confíe Changbin. Pero ¿Estás seguro de que es lo que quieres? Has trabajado tan duro y...

Minho está a lo lejos tratando de levantarse torpemente para poder escuchar de lo que los hombres hablan.

— Sin duda, es mi deseo.— Interrumpe Changbin a su mayor, con sus ojos brillantes por el reflejo de las estrellas en sus ojos.

Cuando una persona muere, en ocasiones, la muerte les da la oportunidad a ciertas almas de convertirse en parcas para "enseñarles" una lección sobre la vida. Cosechan almas, cientos y cientos de ellas para poder pasar al otro mundo por fin, limpiarse y pagar.

No por nada estaba Changbin en la posición en la que está.

Muchas personas no entienden el valor de la vida y aborrecen cualquier giro inesperado que da la vida. Van por la vida culpando a otros de su desgracia, sin hacerse cargo de que en realidad en ellos existe la posibilidad de hacer un cambio, dejan los días correr y son detestables. No se alegran por los demás y tratan de minimizar sus alegrías, son egoístas. Se puede sentir la oscuridad de sus poros. Son aquellos que no tienen respeto por la vida, no solo de la suya, sino de las demas. Son crueles y disfrutan del dolor ajeno.

A excepción de esas personas, existe un grupo distinto. Las personas que aunque la vida las golpea siguen adelante, por mucho que odien las inclemencias de su vida, por mucho que odien el sentimiento y a menudo se arrepientan de ocupar un espacio en este mundo. Porque aún con el vacío, con el dolor y sin darse cuenta, siguen caminado con enorme fuerza por la tierra, pisando fuerte y pasando desapercibidos para el resto, pero no para mí. Porque esas personas luchan en silencio o dando gritos y continúan viviendo sus vidas, buscando un atisbo de luz, aún con el peso del mundo en sus hombros.

De la muerte al amor en cien días - MinBin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora