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Jorge Gonzales

Según Miguel, hice el ridículo aquella noche, estaba tan ebrio que ni lo recordaba.

Sólo, recuerdo despertar en una cama que no era la mía pero tampoco era de Claudio, desnudo y a lado de mí había una mujer, esa mujer por la cuál las cosas habían comenzado a ir cuesta abajo.

—Buen día, Jorgito.—Dijo, con una dulce voz, acariciando mi rostro y dejando un beso sobre mis labios.—

Y me miró con una sonrisa, una sonrisa tan linda.

—Buen día, Claudia...—Respondí, tratando de sonar tranquilo, aunque no lo estaba del todo.—¿Cómo llegué a tu casa?—

—Estabas muy borracho, decías cosas extrañas pero, tocaste la puerta y sólo me besaste y, aquí estamos.—

Podía escuchar felicidad en su hablar, yo le sonreí y estuvimos un rato acostados en la misma posición en la que estábamos, ella acariciaba cada parte de mi rostro con sus delicadas manos y me sonreía, declarando lo bien que la había pasado ayer y preguntándome cómo la había pasado yo.

Para ser honesto, no recordaba nada, ni mucho menos recuerdo haber sentido algo.

—Hay que ir a desayunar.—

—Creo que yo debería de irme ya... Llegaré tarde al liceo.—

—Pero hoy es domingo, tontito.—Me respondió y dejó otro beso sobre en labios.—Ven, te prepararé algo, mis padres salieron de viaje por unos cuantos días.—

Ella me hizo levantarme de la cama, nos vestimos y fuimos en dirección a la cocina y a pesar de que yo insistía con irme, ella ignoraba todo por completo mientras que comenzaba a preparar el desayuno para ambos.

Me pidió ayuda para preparar la masa para hotcakes y traté de colaborar un poco.

Pude oler a la perfección la mezcla que hicimos, olía delicioso y ella me halagaba diciendo que lo había hecho muy bien aunque ella hubiera hecho casi todo.

—Bien, siéntate, ya casi están listos.—

Obedecí y me senté en una de las sillas cerca de la mesa, la cuál estaba perfectamente ordenada, con los cubiertos preparados en casa uno de los espacios donde estaban las sillas y un florero en el centro con unas cuantas flores en él.

Unas flores amarillas.

Luego Claudia colocó un plato frente a mí y colocó uno cerca del mío para tomar asiento y comenzar a desayunar.

Yo, aún con algo de dudas, comencé a comer. Estaba delicioso.

Nos dieron las 4 de la tarde, yo me había quedado mucho más de la cuenta por su petición, pero si soy honesto, me la había pasado bien estando con ella. Estuvimos escuchando algo de música y ella me invitó a acompañarla a la iglesia algunos domingos, tuve que rechazar, aunque sólo le dije un "tal vez pueda, pero no te aseguro nada".

Ella era muy dulce conmigo, no sólo conmigo, con cualquier persona.

Bailamos, reímos, cantamos juntos.

Hasta que ya se llegó la hora en que yo debía de marcharme, pues, mis padres iban a estar muy preocupados por mi paradero. Había estado tan concentrado en su compañía, que no me había dado cuenta de lo tarde que era ya, por lo que tuve que despedirme de ella y anunciar mi partida.

Ella se despidió de mí con un beso y yo se lo correspondí, para salir de su casa e irme a la mía.

Me era imposible olvidar lo ocurrido, me era imposible no recordar las caricias y besos que nos dimos aquel domingo, tanto que no me importó recibir un enorme regaño por parte de mis padres por haber desaparecido de tal manera y sin avisar.

Claudia era una mujer muy buena, quizá demasiado para cualquiera.

Sus ojos color avellana me atrapaban cada que me miraban, sus bonitos labios rosas me invitaban a querer besarlos sin dudar ningún segundo.

Era cómo el sol por las mañanas, tan cálido y radiante.

No recuerdo nada de lo que haya hecho.—

Y ahí estaban, era un lunes y Miguel y Jorge estaban platicando sobre el sábado, Miguel contando el gran ridículo que Jorge había hecho en frente de todos y que había pronunciado de forma horrible el inglés, aunque fue un idioma que nunca se le dió muy bien.

—Le dedicaste una canción de Pixies a Claudio, idiota, ¿Quién hace algo tan ridículo cómo eso?—

Jorge le miraba con seriedad.

—Pues al parecer lo hice yo, pero, no importa ya.—

Miguel arqueó una ceja.

—¿Pasó algo?—

Jorge suspiró, estuvo por hablar, por decir algo, pero sus palabras no pudieron salir, se quedaron atascadas entre su garganta impidiéndole decir cualquier otra estupidez.

Escuchó la voz de Claudio, saludando a ambos y sentándose a un lado de Jorge en aquella banca en la que se encontraban.

—¿Cómo están?—

—Muy bien, Claudito, ¿Hiciste la tarea?—Preguntó Miguel con diversión.—

—¿Cuál?—Preguntó Claudio en un tono de temor, algo que provocó risas por parte de Jorge y Miguel.—

—Ya te la paso.—Dijo Miguel, comenzando a buscar entre su mochila sacando una libreta para entregársela a Claudio.—Pero hazlo rápido, que el profesor no debe tardar en llegar.—

Sé que no soy una buena persona, nada de lo que haga va a poder hacerme ser una buena persona y no me interesa serlo.

Pero no podía sacarme a Claudia de la cabeza aún incluso si Claudio estaba tan cerca mío, aún si incluso él recargaba su cabeza en mi hombro.

Sólo estaba Claudia, sólo ella estaba en mi mente.

















Sólo estaba Claudia, sólo ella estaba en mi mente

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Ta' bien guapo el Jorge d corazones, siono

Gracias por leer, bai

𝐅lores 𝐀marillas [Jlaudio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora