Un día corriente en la base de los Blackbulls, el bullicio y algarabía eran la melodía cotidiana que llenaba el aire, como un enjambre de abejas inquietas. Sin embargo, la normalidad se desgarró con un llamado repentino que perforó los tímpanos del capitán, alterando el curso del destino para un joven de cabellos cenizos quien se encontraba inmerso en su rutina de entrenamientos matutinos.
— Oye, idiota —la interrupción del capitán resonó abruptamente, cual trueno inesperado que rompe la calma de una tarde serena—. Te busca el Rey Mago.
— Capitán, Ya... —Asta intentó articular, pero sus palabras quedaron atrapadas en el vórtice de la interrupción. El capitán, con su característico estilo, agarró la cabeza del joven como si fuera una pieza de ajedrez y lo lanzó cual proyectil a través de un portal, cortesía de Finral.
Asta se vio transportado velozmente, como hojas llevadas por el viento de un otoño mágico, sintiendo la energía densa a su alrededor, como una marea inescrutable que lo envolvía en su abrazo místico.
— ¿Qué tan grande es la amenaza?
— No te sabría decir con certeza.
— El portal es muy denso, según los reportes del País del Sol. Es imposible atravesarlo, este ataca cuando se acercan.
— ¡Que solucionen ellos sus problemas!
— Nosotros les debemos un favor, de no ser por ellos no habríamos derrotado a Lucius.
— Además esa amenaza puede llegar hasta acá, el reino del trébol.
— Solo Asta nos puede ayudar con su antimagia.
— Ciertamente.
— Esperamos su llegada.
— No debe de tardar demasiado, hace unos cinco minutos que le mandamos el aviso a Yami.
El actual rey mago, Fuegoleón estaba sentado en su imponente oficina, discutiendo asuntos importantes con algunos de los capitanes de las órdenes de caballería, mientras esperaban la llegada de Asta. El ambiente estaba pesado cargado de tensión, y los murmullos de las conversaciones llenaban la estancia con una atmósfera inquieta.