D'Alerian se detuvo en el pasillo donde M'Ordant le esperaba. M'Kao estaba también allí, todavía envuelto por el diktyon.
—¿Están a salvo? —preguntó M'Ordant.
D'Alerian asintió antes de moverse hacia M'Kao, quien los miraba amenazadoramente.
—No puedo creer que vosotros dos me hayáis traicionado.
La hostilidad lo entristecía.
—No estamos traicionándote, Adarian. Vamos a ayudarte.
—¿Qué estás planeando exactamente? —preguntó M'Ordant
—Voy a llevarlo con Mew. Hay un Dark-Hunter que necesita bastante ayuda con sus pesadillas. —Él miró a M'Kao. —Unos pocos meses con Ohm en Alaska y creo que verás por qué es tan importante el que dejes ir tu odio.
—Tonterías. No puedes enviarme allí de todas maneras.
M'Ordant frunció el ceño.
—¿Por qué enviarlo a Alaska? Puede atender al Dark Hunter desde aquí.
—No, no puede. Aquí supone una amenaza para nosotros. Sus emociones están fuera de control. Si alguno de los otros dioses ven la manera en que nos hemos estado comportando, seremos polvo. Podemos encargarnos de Papang y conocemos a Hades. Pero si Zeus sospecha... en Alaska, nadie lo sabrá. —D'Alerian volvió a mirar a M'Kao. —Puedes quedarte allí un corto tiempo, y una vez que te controles mejor te traeré de vuelta.
—No quiero quedarme allí.
—¿Te vas a convertir entonces en Skoti?
—Nunca.
—Entonces ese es tu destino. Tómalo o déjalo.
La mandíbula de M'Kao tembló con furia, pero al final aceptó.
—Bien. Iré. Pero sólo por un corto tiempo.
D'Alerian asintió retirando el diktyon. Entonces los teletransportó fuera de la cámara y entraron en el reino humano. Ellos se materializaron en el salón de la casa de un Dark-Hunter en Nueva Orleáns.
Mean Hunter. Un antiguo general Griego, era ahora uno de los Dark-Hunters que ayudaban a mantener la humanidad libre de los Daimons, o vampiros como se les conocía mejor, que hacían presa de la humanidad. D'Alerian hacía sido asignado al general desde el día en que Mean había vendido su alma a Artemisa para vengarse del hombre que lo había asesinado. Las pesadillas lo habían inundado desde entonces.
Pero D'Alerian podía mitigarlas la mayor parte del tiempo.
A D'Alerian le tomó un momento ubicarse en la casa de Mean cuando Mew entró en la habitación y se detuvo. Con todos sus metros de alto y el pelo verde, vestido con pantalones de cuero negro y una camiseta hecha jirones de los de los Sex Pistols, Mew era un hombre difícil de olvidar.
—Saludos, caballeros —dijo él, su voz espesa con acento atlante.
Antes de que D'Alerian pudiese hablar, un chico sobre monopatín atravesó la habitación y casi colisiona con ellos. Él resbaló para detenerse no lejos de Mew, entonces maldijo ante la larga marca negra que sus ruedas había dejado en el suelo.
—Estoy muerto —susurró Saint Suppapong en alto antes de golpear el monopatín con el pie para levantarlo y agarrarlo con la mano.
Mew resopló.
—Relájate, Sainty, no estás tan muerto como yo.
—Eso es lo que tu crees. Mean va a destrozarme cuando vea esto. —Intentando borrar la marca con la suela de su tenis, se encontró con la mirada de D'Alerian. —¿Qué te trae por aquí? Mean no está herido, ¿verdad?
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11 JoongDunk
FanfictionMi novio intercambio mi alma para poder ser humano. »Resumen adentro.