Capítulo 1

10 0 0
                                    

Juliet
- Zandra en verdad te quiero y lo sabes, pero ahora lo único que me pasa por la cabeza es ¡Ahorcarte con una cortina!- mencioné agarrando el extremo del trozo de tela.

- Relájate nena, no es para tanto- agregó mientras cortaba algunas rebanadas de pan para desayunar.

- Dice que me relaje, claro porque ella no es la que se quedó sin comer pastel por dárselo al "pobre perro"- agarré un trozo de pan y lo engullí rápidamente.

Zandra me dio un pequeño golpe en la cabeza al darse cuenta de que le faltaba una pieza de este.

- Deja de robarte el desayuno, luego te quejas de que te sirvo muy poco - añadió llevando los platos a la mesa.

- No es ninguna mentira- la seguí hasta el comedor- admítelo, me quieres matar de hambre.

- Exactamente, soy una joven súper heroína que no soporta ver como haces que un inocente cachorro muera de hambre y por ello empleo tus hechizos contra ti Potter- rió suavemente ante sus propias ideas.

- ¡Hasta que lo admites!- le dediqué una mirada de fingida decepción y asombro.

- Sabía que tenías que pertenecer a alguna secta de esas, es la única forma de que pueda explicarse cómo logras terminar los quehaceres de la casa y las orientaciones escolares en tan poco tiempo- me quedé pensativa mientras untaba mermelada de cereza a mi tostada.

La mayor solo reía divertida ante la conversación tan poco común que estábamos manteniendo. No sabía con claridad cuál de las dos era más anormal, pero aún así nos queríamos de todo corazón; con todo y que muchas veces no supiéramos en qué idioma hablaba la otra.

Zandra y yo compartimos piso desde que comenzamos la preparatoria, hace unos dos años. Ella cocina y es toda una experta en cuanto a labores del hogar se trata, aunque yo también ayudo en la casa: lavo, limpio, friego y sacudo; con respecto al ámbito culinario podemos decir que soy de mucho apoyo, cuando no estoy estorbando.

En ese tema dejo que ella sea la que lleve la voz cantante; eso si queremos vivir por muchos años, puesto que Juliet Prirynson (yo) no logra hervir un huevo sin que explote y haga un desmadre.

Antes de vivir con Zandra mi vida era aún más caótica y desastrosa de lo que es ahora. De no ser por la familia de esta, un poco más y me volvería autista con aires de emo. Así que les estaré eternamente agradecida por acogerme, literalmente, como una más de la manada.

- Juliet avísale a Zander que se apresure que ya terminamos de desayunar y que debemos irnos o llegaremos tarde- ordenó la de cabellos rizados.

- No hace falta que me mandes a llamar, ya estoy aquí, bruja loca- habló el joven desde las escaleras.

- Bruja loca tú madre, ¿me oíste grandísimo idiota?- contestó la menor de los hermanos con molestia.

- Querrás decir nuestra madre querida hermanita- rectificó Zander bajando las escaleras como si se tratara de un concurso de modelaje.

Me quedé observando desde fuera la hermosa charla matutina sobre el amor de hermanos que estaban impartiendo mis compañeros.

- Hijo de la gran..... monarca de esta casa, hazme el favor de bajar las escaleras como un hombre y mover ese trasero hacia la salida antes de que lleguemos tarde como las últimas veinticinco veces- vociferó Zandra.

- Ósea que quieres que baje las escaleras como lo haces tú, cómo camionero ¿no?- continuó- y no han sido veinticinco, sino veintiséis veces, contando esta.

Lo miré con lástima al saber lo que se venía a continuación, lo único que pude decirle antes de que se desatara la tercera guerra mundial con un apocalipsis zombie fue:

- Corre.

***

Después de una emocionante carrera hasta el auto y otra aún más estrepitosa al estilo de rápido y furioso hacia la escuela, logramos llegar unos quince minutos antes de que cerraran las puertas.

- Lo logramos Toretto-sama- mencioné haciendo un lamentable y horroroso intento de reverencia japonesa a Zander.

- No me agradezcas simple mortal, se que sin mi ayuda jamás habrían logrado salir de esa cueva- anunció orgullosamente el mayor de los presentes.

- Que te den- dije sacándole la lengua como niña de kínder.

Cerré la puerta del copiloto y me reuní con Zandra que se había bajado antes que yo. Mientras esperábamos a que Zander lograra encontrar un lugar que le acomodara para estacionar a su "bebé" nos pusimos a correr por todo el parking para ver cuál de las dos era más rápida, si, muy infantil para dos jóvenes de 16 años, pero nunca era tarde para aparentar tener problemas mentales y llamar la atención de los psicólogos.

- Estúpidas - murmuró el castaño mayor.

- Te oímos, orangután- gruñó Zandra ante lo dicho por su hermano.

Como siempre me mantenía al margen de todas y cada una de sus conversaciones, no era de mi incumbencia entrometerme en asuntos de familia.
Los dejé con sus discusiones y seguí camino a la escuela.

- Tontos- murmure para mi.

- Si no supiera que son hermanos juraría que estaban enamorados- susurré.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no vi como un auto iba desbocado encima de mi.

- ¡Juliet!- gritaron Zandra y su hermano.

- ¡Idiota, muévete!- esta vez solo escuche la voz  del mayor de los hermanos.

Ante aquel suceso cerré lo ojos esperando el impacto, pero este nunca llegó, solo sentí como unos brazos me rodearon y tiraron de mi con fuerza hacia uno de los extremos.

- Si serás despistada maldita enana- abrí los ojos asombrada ante la voz que me hablaba.

Ahí estaba Zander, observándome con notoria molestia mientras Zandra corría hasta nosotros y nos regalaba a cada uno un delicado golpe en la cabeza.

- ¿Estás bien?- continuó- ¿Nena te duele algo?

- Gracias Zandra, estoy bien- dijo Zander sarcásticamente.

- No sabes cuanto agradezco tu preocupación- agregó el joven sacudiendo el polvo de sus ropas.

La más joven de los Welsby, ignoró totalmente lo dicho por su hermano y me ayudó a levantarme.

- Juliet di algo mujer- ordenó Zandra algo preocupada.

- Estoy bien Zandrita, no hace falta que te preocupes tanto- dije intentando aminorar el evento vivido.

- Si claro, que no nos preocupemos dice, eso debiste decirlo antes de que nos dieras soberano susto- anunció molesto Zander.

Su tono de voz ya estaba sacándome de quicio, con sus comentarios daba a pensar que yo me había lanzado frente al auto por puro aburrimiento.

- Si te era de tanta molestia, no tenías un por qué lanzarte a salvarme- utilicé el mismo tono de voz que había empleado el segundo con antelación.

- Ganas no me faltaban para dejar que te atropellaran- continuó- malagradecida.

Dicho esto último se dio media vuelta y adentró en el parking dejándonos solas y en mi caso muy molesta.

Estúpida EnanaWhere stories live. Discover now