04: El tren (Versión suave y corta)

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Vanessa estaba regresando a casa después de un agotador día de trabajo. Como de costumbre, tomó el tren para evitar el tráfico y relajarse mientras se dirigía a su destino. Sin embargo, en esta ocasión, lo que prometía ser un viaje tranquilo se convirtió en una experiencia completamente surrealista.
Vanesa era una mujer joven y hermosa, con melena rubia que caía en cascada sobre sus hombros. Su piel radiaba un tono suave y ligeramente bronceado, reflejando su juventud y vitalidad. Sus ojos, de un intenso color azul, brillaban con curiosidad y energía.
A medida que se sentaba incómodamente en el tren, su delicada figura se destacaba por sus grandes curvas, que acentuaban su feminidad y sensualidad. Vestía un conjunto elegante y sofisticado, que realzaba aún más su belleza natural, y llevaba consigo una tableta en la que leía un libro electrónico.

A pesar de su incomodidad en el tren, mantenía una postura elegante y una expresión concentrada en su rostro, demostrando su determinación y fuerza interior

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A pesar de su incomodidad en el tren, mantenía una postura elegante y una expresión concentrada en su rostro, demostrando su determinación y fuerza interior.
Sentada en el tren, Vanessa se acomodó en su asiento, tratando de aprovechar el tiempo de viaje para sumergirse en la lectura de su libro electrónico. Sin embargo, encontró dificultades para concentrarse debido al ruido y la incomodidad del vagón. La pantalla brillante de su tableta parecía competir con los constantes anuncios y la agitación de los pasajeros a su alrededor.
Mientras Vanessa viajaba en el tren, observando el paisaje pasar por las ventanas, de repente el vagón se sacudió al llegar a una estación. Un grupo de pasajeros descendió y en ese momento, una figura desaliñada y maloliente subió al tren. Al ver a la anciana, Vanessa sintió una mezcla de repugnancia y desconfianza. La juzgó rápidamente como una vagabunda que estaba fuera de lugar en ese ambiente.
Para su incomodidad, la anciana se acercó y se sentó justo frente a ella, justo en el asiento opuesto. Los ojos de la anciana, cargados de tristeza y nostalgia, se clavaron intensamente en los de Vanesa. La joven se sintió invadida y perturbada por esa mirada penetrante, como si la anciana estuviera leyendo su alma.
La anciana que se encontraba sentada frente a Vanessa era una mujer mayor con una apariencia descuidada y desaliñada. Su cabello gris y desordenado parecía no haber sido peinado en mucho tiempo, con mechones rebeldes que sobresalían en todas direcciones. Su rostro arrugado y surcado por los años mostraba las marcas de una vida difícil y llena de preocupaciones. Sus ojos apagados y cansados transmitían una sensación de agotamiento y resignación.
Vestía ropas raídas y gastadas, que apenas parecían mantenerla abrigada. Su ropa estaba manchada y desgastada por el paso del tiempo, sin signos de haber sido lavada en mucho tiempo. Un olor rancio y desagradable emanaba de su cuerpo, dejando un rastro incómodo a su paso.

La anciana se movía con lentitud y debilidad, como si cada paso fuera un esfuerzo titánico

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La anciana se movía con lentitud y debilidad, como si cada paso fuera un esfuerzo titánico. Su espalda encorvada y sus manos temblorosas denotaban su fragilidad. Su rostro, carente de vitalidad, no podía ocultar los estragos del envejecimiento. La tristeza y el cansancio estaban grabados en cada rincón de su rostro, haciendo evidente que la vida no le había dado tregua.
La situación se tornó angustiante para Vanessa, quien procuró evitar el contacto visual con la anciana, buscando refugiarse en su mundo virtual, mirando su teléfono o las personas a su alrededor. Sin embargo, en cada fugaz vistazo, podía sentir la mirada observadora e incómoda de la anciana continuamente posada sobre ella.
Los minutos se hicieron eternos, mientras Vanessa se sentía cada vez más intranquila y atrapada en una situación que no había esperado. La anciana parecía disfrutar de la incomodidad que causaba en la joven, como si percibiera su rechazo y lo encontrara curiosamente divertido.
De repente, en un abrir y cerrar de ojos, algo extraño ocurrió. Vanessa se encontró misteriosamente sentada en el lado opuesto del pasillo. Pero lo más desconcertante fue que al frente de ella, vio su propio cuerpo concentrada en la pantalla de su tableta. En un arranque de confusión, Vanessa se dio cuenta de que ya no estaba en su propio cuerpo, sino en el de una mujer mayor que antes ocupaba ese asiento.
Observando con incredulidad cómo su propio cuerpo se movía de forma automática, ajustando su sostén y acomodando un mechón de su largo cabello rubio, Vanessa sintió una oleada de pánico. Era evidente que esta desconocida había de alguna manera usurpado su cuerpo. Las emociones y pensamientos se agolparon en la mente de Vanessa, mientras intentaba procesar lo que había sucedido.
En un arrebato de rabia, Vanessa se levantó y comenzó a gritarle a su propio cuerpo: "¿Qué me has hecho? ¡Devuélveme mi hermoso cuerpo!". Los pasajeros comenzaron a girar la cabeza, intrigados por la escena, pero la mujer que había tomado su lugar simplemente la ignoró por completo, sin inmutarse ante los reclamos de Vanessa.
En ese momento, el tren se detuvo en la siguiente estación, las puertas se abrieron y nuevos pasajeros comenzaron a abordar. Vanessa, cegada por la ira y la determinación, agarró el brazo de la impostora con fuerza, provocándole un grito de dolor. Un guardia de seguridad, que había entrado al vagón en ese preciso instante, notó rápidamente la alteración y se apresuró a separar a Vanessa de la mujer.
Mientras el guardia la arrastraba fuera del tren, Vanessa miró con impotencia a su cuerpo usurpado, el cual le lanzó un coqueto guiño. La indignación y la frustración se apoderaron de ella. Mientras la usurpadora sonreía en la distancia.
Vanessa, aún en el cuerpo de la anciana, fue obligada a bajar del tren por el guardia, en medio de su confusión y frustración. Mientras que la anciana, ahora en el cuerpo de Vanessa, permaneció dentro del tren sin inmutarse mientras las puertas se cerraban y el tren reanudaba su recorrido.
Fuera del tren, Vanessa se sentó en un banco de la estación, tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Observó a los pasajeros que subían y bajaban, todos preocupados por su propio mundo y sin siquiera notar su presencia. Se sentía invisible e impotente, atrapada en el cuerpo de otra persona.
Mientras Vanessa estaba sentada en el banco de la estación, atrapada en el cuerpo de la anciana, una sensación de desesperación la invadió. Se dio cuenta de que nunca podría recuperar su propio cuerpo, su propia vida. La realización pesaba mucho sobre ella, llenándola de una sensación de desesperanza.
Los días se convirtieron en semanas y Vanessa luchó por adaptarse a su nueva realidad. Enfrentó numerosos desafíos mientras navegaba por el mundo como una mujer anciana. Su fuerza física se deterioró, haciendo que tareas simples como caminar o llevar bolsas de compras fueran un desafío. La soledad que sentía se intensificaba ya que sus amigos y conocidos no la reconocían en su nueva forma.
Vanessa trató de pedir ayuda, pero sus súplicas cayeron en oídos sordos. La gente la ignoraba, considerándola una anciana confundida incapaz de entender su desesperada situación. Se sentía aislada y desconectada del mundo que una vez conoció.
A medida que pasaban los meses, la salud de Vanessa seguía deteriorándose. Estaba plagada por diversas dolencias relacionadas con la edad, pasando sus días en dolor y sufrimiento. La joven vibrante y ambiciosa que una vez fue era ahora solo una sombra de lo que solía ser.
Finalmente, el cuerpo de Vanessa sucumbió a los estragos del tiempo y falleció sola y olvidada. Su existencia como una anciana se convirtió en una mera nota al margen en la memoria de aquellos que la habían conocido.

Sifonia de cuerpos (Relatos cortos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora