Capitulo 9

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En Luisiana, hacía un calor húmedo y pegajoso y el cielo estaba cubierto, amenazando lluvia.

Nunew se quitó la chaqueta de algodón y la tiró en el asiento trasero del automóvil cuando salieron del aeropuerto y Pruk se desabrochó los dos primeros botones de la camisa.

El aire era diferente allí; el ritmo menos frenético que en Nueva York y la vegetación que cubría la carretera que bordeaba la costa era de un verde lujurioso.

Nueva Orleans, el lugar en el que pasarían la noche, era una ciudad situada a orillas del Río Missisipi, muy conocida por sus festivales, su música y su cocina. Eventos como el Mardi Gras, el Jazz Fest y el Sugar Bowl mantenían a la ciudad como un destino turístico constante. Era una ciudad llena de una sensualidad en el ambiente, pensaba el ojiazul.

Nunew recordaba sus vacaciones allí cuando era pequeño para visitar a sus abuelos, que poseían grandes extensiones de campos y una propiedad llena de olores exóticos. Actualmente, sus abuelos estaban enterrados uno al lado del otro y la tierra había sido dividida y vendida a otros granjeros de la zona.

Había varios hoteles a cada lado de la carretera que llevaba a Nueva Orleans y Zee condujo a través de la ancha entrada del que iban a ocupar. Su suite era muy lujosa, con una hermosa vista.

—Podemos ir a nadar o quedarnos aquí y hacer lo que nos apetezca a los dos—añadió el pelinegro, acercándose al modelo.

El casaño se echó en sus brazos y se paro de puntas levantó la cara para que él lo besara; un beso que pronto despertó un deseo en los dos que ninguno quería negar. Zee era un amante delicado, que adecuaba el ritmo de sus necesidades a las de Nunew y que, cuando llegaba al borde del clímax, esperaba a que él estuviera dispuesto para que los dos lo hicieran a la vez.

No midieron el tiempo que duraron aquellos juegos amorosos; el roce con los dedos, la exploración con los labios y el lento y sensual roce de sus cuerpos que los animaba, los incitaba hasta que sólo deseaban el desahogo final. Había atardecido cuando se levantaron de la cama para ducharse. Pruk lo miraba con curiosidad mientras Chawarin se arreglaba.

—¿Esto quiere decir que prefieres cenar fuera de la habitación?—cuestionó el pelinegro

—Necesito comer bien si quiero tener energía suficiente para toda la noche —sonrió Nunew, con un brillo perverso en los ojos.— Además, me apetece disfrutar del ambiente, ¿a ti no? Un poco de vino, pescado... Después del café, podemos salir a dar un paseo.

Pruk se puso unos pantalones, un polo de manga corta y unos mocasines.

—Recuerda que es idea tuya—dijo frunciendo el seño como un niño al que le negaron un dulce

—Piensa que, de esa forma, tendremos más ganas de estar solos después —rió Nunew suavemente.

—Tienes razón —replicó Zee, tomándolo de la mano.

El restaurante era agradable. La cena fue excelente, salpicada de risas y comentarios al oído. Después de tomar café, Zee le puso el brazo alrededor de su cintura y caminaron así de vuelta al hotel.

Cuando volvieron a entrar en la habitación, fue Nunew quien se echó en sus brazos, apretándolo fuertemente y besándolo con ansia. La ropa pronto se convirtió en una barrera insoportable y los dos disfrutaron del placer de quitársela uno al otro lentamente antes de caer en la cama. Esta vez el modelo no se sentía culpable ni avergonzado.

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Por la mañana dejaron el hotel y tomaron la autopista para volver a Baton Rouge. Comieron en un restaurante, pasearon y, más tarde, volvieron a su hotel para cenar. Una limusina iría a buscarlos allí para llevarlos a la exposición. Nunew había elegido un traje de color verde de Armani.

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