Capitulo 10: Epilogo

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La limusina que llevaba a Nunew y a Nat se dirigía a través del puente hacia la casa de Pruk. Era una tarde preciosa y en el cielo no había una sola nube.

El modelo estaba acariciando inconscientemente el corbatín de su traje, sonriendo al imaginar la reacción de Zee cuando viera el regalo que le tenía preparado. Con los dedos, buscó la cadena de oro en su cuello y no la encontró. Tenía que estar allí, pensaba angustiado. Recordaba que se la habia quitado para ducharse y…

“Había dejado la cadena en la mesita de noche.”

—Tenemos que volver—dijo Nunew de repente

—Pero si casi hemos llegado —protestó Nat. —Nunu, llegaremos tarde —insistió.

Pero el modelo sabía que a Pruk no le importaría que llegara tarde. Le dio instrucciones al conductor, hizo una llamada por celular y después volvió a echarse hacia atrás en el asiento.

—¿Me vas a contar qué ocurre? — Nattasit preguntó.

—Dejé el regalo de Zee en casa.

—Podrías habérselo dado más tarde —razonó su amigo.

—Sí, podría haberlo hecho. Pero no seria lo mismo.

Treinta minutos más tarde, después de haber vuelto a su apartamento, entraban a través de la cerca de la casa de Pruk; Chawarin salió de la limosina y se quedó parado mientras Nattasit comprobaba que el elegante traje color gris que su mejor amigo había decidido usar,  no se había arrugado.

—Bueno, empieza el espectáculo —sonrió Nat

—Nunew—dijo su padre al verlo entrar— ¿Todo va bien?

—Perfectamente —le aseguró él, despertando un abrazo.— Quiero decir, si Zee sigue esperándome.

—Con más paciencia que la mayoría de los hombres en circunstancias similares —bromeó Arthit

—Entonces, hagamos que deje de esperar —rió Nunew.

El jardín estaba maravillosamente decorado y el césped era como una alfombra verde a sus pies. Había algunos invitados sentados detrás de su familia, pero apenas los vio su mirada estaba fija en el kiosko en medio del cual había una elegante figura masculina que lo miraba fijamente mientras avanzaba por la alfombra roja del brazo de su padre.

Chawarin miró a los ojos de Pruk y vio ahí todo lo que quería ver. Sus propios ojos se llenaron de lágrimas. Le temblaron los labios cuando sonrió́. Un par de pasos más y podría tomar su mano en la suya, sentir su fuerza y su calidez y aceptar lo que él le ofrecía para el resto de su vida. Lo único que sentía por aquel hombre era un amor sin condiciones.

Zee lo apretó contra su pecho y lo besó con tal pasión que tuvo que hacer un esfuerzo para conservar la sensatez. El beso podía haber durado segundos o minutos, no tenía noción alguna del tiempo. Pero debían de haber sido algunos minutos porque oyó que los invitados empezaban a reírse.

—Señor Panich, lo normal es besar al novio después de la ceremonia—dijo el juez sonriendo al igual que los invitados

—Créame, también pienso hacerlo —replicó Pruk con una sonrisa.

—¿Empezamos con la ceremonia entonces? —preguntó el juez, aclarándose la garganta.

—¿Puede esperar un segundo? —preguntó el modelo— Hay algo que quiero hacer antes de empezar.

Sin dejar de mirarlo a los ojos, se quitó la cadena de oro de la que colgaba la alianza y la puso en la palma de la mano de Pruk.

“¿Entendería él la importancia de aquella acción?, se preguntaba. ¿Entendería que, al darle el anillo de Park, estaba entregándole su corazón por entero?”

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