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Cuando se vieron por primera vez fue muchos años atrás, recordaba las pequeñas manos de Amy jugar con sus púas mientras estaban sobre el pasto. Cuando eran niños la vida era más dulce y sobre todo más bella. Pero aún así Silver, a pesar de tanto caos y maldad en el mundo, sabía que Amy Rose era la persona en la que mas podría confiarle su vida, en quien podría dejar su futuro y sobre todo, a quien podría amar con intensidad.
Cuando eran niños no había preocupaciones, únicamente se divertian yendo al arroyo a nadar, correr por los verdes pastizales de las montañas y jugar en algunos parques que encontraban a los alrededores de los pequeños pueblos.
Pero a pesar que de niño se enamoro profundamente de Amy, y aunque los sentimientos duraron más de lo que el hubiese querido, jamás pudo sacar ese amor infantil de su corazón y la recordaba con tanto cariño que cuando finalmente su mundo estaba perdido seguía sintiendo un enorme vacío al no poder tener una adorable Amy en su día a día, tantas cosas juntos y aún así seguía doliendole su partida.
Recordar era volver a vivir y como no, podía estar horas divagando en sus fantasias mentales donde al fin había sido feliz, donde después se todo las cosas habían salido bien y finalmente ellos habían estado juntos, se sumergía en sus sueños intentando entablar conversación con esa pequeña parte de su conciencia que aún lo mantenía luchando por lo que sabía que era lo correcto.
" Solamente tu sabes si estaremos juntos está noche. "
Recitaba mentalmente esas palabras que le había dicho a Amy aquella vez, mientras todas las noches la buscaba en su mente y sus sueños intentando verla de nuevo, intentando no borrar y no olvidar su dulce voz cada vez que peleaba en su nombre, cada vez que ponía su nombre en alto.
¿A quien engañaba? Esa pequeña niña que conoció jamás podría salir de lo más profundo de su cabeza, era un tatuaje mental, un limbo al que estaba destinado hasta el día de su muerte.
La última vez que se vieron fue en el pequeño jardín que Silver había hecho, un lugar secreto únicamente de ellos dos, únicamente para su amada.
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─── ¿Recuerdas cuando éramos niños? ─ Amy estaba completamente sonriente, recostada sobre el pelaje blanco de Silver el cual yacía en su pecho.
Silver suspiro ─── Lo recuerdo bien, erras una niña muy caprichosa. ─ soltó una risa llena de diversión.
Amy bufó y alzo la mirada para ver los ojos miel del albino.
─── ¡No digas tonterías, era una niña muy adorable!
─── ¡Nunca negué eso! ¡Sigues siendo adorable! ─ le pellizco una mejilla y seguido la cubrió bien con la sábana que tenian sobre ellos.
Habían hecho el amor minutos antes y ahora estaban sobre una cobija, desnudos y cubiertos por una delgada sábana.
─── Te amo desde que te conocí, Amy...
Esas palabras le estrujaron el corazón y ambos estuvieron horas allí, abrazados y amándose con locura.
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Jamás volvería a permitir que alguien manchara la memoria de Amy, él le preometio proteger este bello planeta y era una promesa que se llevaría a la tumba.
─── En tu nombre haré la justicia que no pude pedir para ti, pequeña Amy, peleare por nosotros. ─ observó el paisaje postapocalíptico apretando en su puño un puñado de rosas que había recogido para llevar a la tumba de Amy.
Miles de seres de extraña apariencia se acercaban a él de manera amenazadora y sin titubear, alzo su mano y con su telequinesis los arrojo lejos, alzandose en el aire y volando en dirección a el último paradero conocido de la eriza: aquél bello jardín, uno de los pocos lugares con algo de vida en aquella marchita tierra.
Todas las noches pensaría en ella, todas las noches estaría allí con su amada, todas las noches la amaría como cuando la amo de niño, jamás olvidaría ese sentimiento, ese sentimiento lo mmtenia vivo y haciendo el bien.
─── Amy Rose... Tu recuerdo me da la fortaleza para seguir adelante, jamás olvidaré la promesa que te hice. ─ hablo frente al arbusto de rosas con forma femenina que había en aquella cabaña repleta de escombros y plantas.
