No era suficiente. Una hora y una ducha fría más tarde, el cuerpo de Mikasa todavía hervía de necesidad. Estirada sobre su cama, su cuerpo cubierto de sudor mientras luchaba por un orgasmo, maldijo al teléfono cuando sonó a su lado. Haciendo una mueca cuando rehusó detenerse Mikasa lo alcanzó, agarrando el receptor.
— ¡Hola! —. Ella intentó aclarar su garganta, aquietar sus alientos rápidos, y esperó poder justificarlo si fuera su padre. No quería que él supiera que su hija era una masa furiosa de hormonas calientes listas para explotar.
Hubo un silencio breve, como si el que llamaba sopesara sus palabras.
— ¿Te sientes mejor? —. Burlándose, una profunda, sensual y ronca voz susurró las palabras.
Mikasa enrojeció ante la voz de Eren. Maldito.
— No he estado enferma — dijo ella entre dientes, sus ojos cerrándose mientras su vagina palpitaba. Ella pasó sus dedos sobre su clítoris, sintiendo la estimulación aumentada allí. Maldición, ella podría correrse solamente con su voz.
— No, solamente intentando correrte – dijo perezosamente. —Yo te ayudaría. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.
Pídelo, pídelo, rogaba su voz interior.
— En tus sueños –. Ella se estremeció mientras las palabras salían de su boca. Maldito, él la ponía a la defensiva más rápido que cualquiera que ella conociese.
— Parecería que en los tuyos también – dijo él, de pronto su voz sin burla. — Sé como suenas cuando estas excitada, Mikasa. No intentes mentirme. Déjame oírte. Tócate para mí.
Mikasa sintió su aliento estrangularse en su garganta.
— Eres un pervertido, Eren –. Ella luchó por su propio control ante el sonido de aquella voz atractiva. — ¿No es el sexo telefónico ilegal?
— Estoy seguro que la mayor parte de que lo que quiero hacer contigo podría ser llamado ilegal –rió él silenciosamente. — Conversemos sobre ello, Mikasa. Venga, dime que te estabas haciendo. ¿Estas usando tus dedos o un vibrador?
— No tengo un vibrador –. Ella apretó sus dientes por la mentira.
—¿Consolador? –él susurró las palabras acaloradamente. — ¿Te estas jodiendo a ti misma, Mikasa? ¿Pensando en mí, en cuánto te deseo?
— ¡No! –. Ella apretó al receptor en su mano, sacudiendo su cabeza a pesar del hecho que sus dedos habían vuelto de pronto a su pulsante coño.
— Me gustaría verte en mi cama, Mikasa, tus piernas extendidas, tus manos tocando tu bonito coño, jodiéndote. ¿Alguna vez te dije que compré ese consolador que prometí? Es agradable y grueso, Mikasa. Casi tan grande como mi polla. Quiero mirarte usarlo. Verte jodiendote con él.
— Dios, Eren – ella jadeó. — Estamos en el teléfono. Esto es indecente – . Pero sus dedos se hundían en su coño.
-— ¿Qué estabas haciendo antes que yo llamara, Mikasa? –. Su voz era oscura, caliente. — Sé que te estabas tocando. Conozco el sonido de tu voz cuando estás lista para correrte, y estás lista para correrte, nena.
— No – , ella intentó negar la verdad obvia, pero no pudo impedir que su aliento se le atascara cuando sus dedos rozaron su clítoris otra vez.
— Maldita sea, Mikasa – gruñó él. -
— ¿Estas cerca, nena? –. Su voz se hizo más profunda. — Si yo estuviera allí, te haría gritar por eso. Te jodería tan profundamente y con tanta fuerza que no serías capaz de pararlo. Llegarías para mí, Mikasa. Córrete para mí ahora, nena. Déjame oírte.Su voz era tan profunda, tan sensual y excitada que hizo que su matriz se contrajera casi dolorosamente. Su cuerpo inclinado se dobló, su respiración cercana al sollozo. Él le trajo todos sus deseos más oscuros, sus fantasías más profundas a la vanguardia de su mente. Eso la aterrorizaba.
— Eren –ella susurró su nombre, queriendo negarlo, pero sus dedos no escuchaban mientras acariciaban su clítoris, se hundían en su vagina, luego se movian hacia atrás para repetir la acción.
Estaba tan caliente que apenas podía soportarlo. Tan caliente que estaba a punto de gritar su alivio.
— Estoy acariciando mi polla, Mikasa, escuchándote yaciendo, imaginándote tocar tu jugoso coño, deseando estar contigo, mirándote follarte con el consolador que te compré – Sus palabras hicieron que ella jadeara, que su matriz se contrajera dolorosamente, que sus caderas se levantaran hacia sus dedos hundidos.
— No – . Ella sacudió su cabeza. No podía hacer esto.
— Maldición, Mikasa, quiero follarte – gruñó él, su voz dura. — Quiero estar enterrado tan profundamente y con tanta fuerza dentro de ti que nunca lo olvidarás o me negarás otra vez. Córrete para mí, maldición. Al menos déjame oír lo que no puedo tener. Jódete, Mikasa, dame eso. Esos no son tus dedos enterrados en tu coño, es mi polla. La mía, y voy a joderte hasta que grites.
El orgasmo de Mikasa corrió a través de ella. Se estremeció, gimoteó, su cuerpo rígido al punto de dolor antes de que sintiera su vagina explotar.
— Ah Dios, Eren — ella gritó su nombre, luego oyó su dura exclamación de placer, sabía que él estaba llegando, supo que su clímax había provocado el de él.
— Mikasa — gimió él. — Maldición, cuando consiga agarrarte te follaré hasta que no puedas andar.
Mikasa tembló ante la promesa erótica de su voz, la sensualidad oscura que la aterrorizaba, la hizo querer darle todo lo que él quisiera.
— No – susurró ella, luchando por conservar el aliento, luchando por conservar la cordura. — Te pedí que te mantuvieras alejado.
Ella quería gimotear, quería rogar.
Había silencio sobre la línea.— ¿Mantenerme alejado? – le preguntó él con cuidado. — No lo creo, nena. He estado lejos demasiado tiempo. Eres mía Mikasa, y voy a demostrártelo. Toda mía. Mía de cada manera posible, y antes me condenaré que dejarte que sigas negándolo.
ESTÁS LEYENDO
Hingabe [EreMika] [Adaptación]
Fanfic- Eren la desea en cuerpo y alma pero aún más su sumisión.