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Los días pasaron rápido y el miércoles por la mañana la alarma de su teléfono los despertó a ambos, provocando un gruñido de molestia en Quacks quien refunfuñó hasta que el dispositivo fue apagado.

Se volvieron a dormir, hasta que se levantó violentamente. Recordó por qué iba a levantarse tan temprano y su emoción creciente lo ayudó a espabilarse más rápido. Se dirigió al baño para darse una ducha y no faltaron los cánticos graciosos mientras se enjabonaba. Se cambió y corrió a buscar algo para desayunar, pero decidió sólo hacerse un sándwich de mermelada con un vaso de leche fría.

Se aseó y logró arreglarse el cabello lo mejor que pudo, hasta que recordó la bandana azul que casi olvidaba por la prisa de estar a tiempo, quería evitar cualquier tragedia o interrupción que lo hiciera salir tarde, aunque ya todo estaba listo.

Los chicos se encargaron de toda la logística y él sólo les pasó sus datos personales para poder registrarlo como pasajero del avión. Sus maletas estaban listas y se encargó de proteger en esos dos días sus papeles para no perderlos a último minuto.

Se miró al espejo por última vez y se acercó al cuarto para despedirse de Quacks, que seguía dormido. Sonrió cuando miró lo adorable que se veía descansando, aunque el 90% del día era un cabrón bien hecho. Sabía que lo extrañaría mucho, pero lo había convencido de grabarle algunos momentos de su día para decirle que estaba bien, además de mandarle al menos una foto por día para saber si estaba vivo.

No podía despertarlo, seguía quejándose, soltando golpes y groserías al azar.

–Quackity, ya me voy. Cuídate mucho, te aviso conforme pueda. ¿Sí? —le dice, revolviendo su cabello con fuerza.

–Vete a la mierda. —respondió, entredormido.

Pero después de dos segundos de razonamiento se sentó con fuerza, abrazándolo por la cintura para afianzarse a él, su aroma a jabón lo inundó repentinamente y soltó un quejido de dolor intentando acostumbrarse a su agarre. Era pequeño, pero la fuerza en sus brazos podía parecer inexistente hasta que estabas entre ellos.

Sonrió y enterró su mentón entre su cabello, acariciando con ambas manos su espalda para darle seguridad. Lo estaba extrañando y aún no se iba.

–Cuídate mucho, pendejo. No te atrevas a dejarme solo aquí. —rogó, apenas entendible.

–No te voy a dejar, wey. Somos un equipo, lo sabes. —respondió, abrazándolo con fuerza.

Se quedaron un momento juntos, pero sintió cómo relajó su agarre y lo dejaba ir lentamente. Debía salir pronto y no quería más sentimentalismo como si nunca volvieran a verse, aunque sentía mucho miedo de su expedición precipitada.

Se levantaron a la par y caminaron juntos hasta la puerta donde se despidieron otra vez, ambos se veían tristes, pero ninguno cortaría las oportunidades del otro y eso era lo más sagrado para su amistad. El gesto triste de su amigo le dejó dolor en el pecho, pero igual estaría buscando oportunidades para ambos y volver con algún regalo que lo obligaría a perdonarle por su ausencia. Se sonrieron y vio cómo cerró la puerta detrás suyo antes de caminar hacia el elevador con calma. Apretó el botón y pidió la planta baja, lo esperaba una aventura nueva y esperaba que fuera genial.

Dentro del apartamento, apenas vio por el pestillo de la puerta que había subido al ascensor, Quacks dio un salto y sacó su teléfono para empezar su nuevo día.

–¡Vamos a putear! —dijo en voz alta, buscando contactos en su teléfono.

Ese chico nunca dejaba ir una sola oportunidad.

DRS - Spiderbear / GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora