Capítulo # 6

381 48 6
                                    

Fue en ese mismo banco donde se conocieron por primera vez. Minho que solo estaba de camino a casa y decidió sentarse a tomar un descaso, fue testigo de cómo el pequeño niño tropezaba en medio de la carretera debido a un par de agujetas sueltas y del camión que viene a toda velocidad del otro lado. Antes de darse cuenta ya está jalando al niño por la parte trasera del cuello de la camisa y presionándolo contra su pecho.

¿Qué hubiera pasado si Minho simplemente hubiera seguido su camino?

¿Se habría librado de su destino o de alguna u otra manera la vida hubiera logrado reunirlos de todos modos?

Minho se pregunta esto mientras se encuentra sentado junto a Jeongin luego de un largo día de paseo.

Los supresores han estado haciendo su trabajo. A pasado un año y Minho ha evitado contárselo a alguien más que no sea la mamá de Jeongin, su propia madre y su médico de confianza.

La mención del uso de supresores sigue siendo una especie de tabu y nadie quiere ser
ser la primera persona, esa única persona entre tantas que se mantienen inmóviles y en silencio, para levantar una mano, afirmar sus hombros y realmente hablar sobre ellos.

Lo cual es casi irónico, en realidad, teniendo en cuenta que los supresores en sí mismos no causan tanto daño solo por el hecho de que se hable de ellos, solo por ser mencionados, 'hablados en existencia' por bocas indiferentes.

No, los supresores causan daños irreparables y desgarradores cuando se encuentran dentro de su forma física. Cuando los supresores no son solo palabras susurradas y sílabas frívolas unidas, sino que se manifiestan como esas diminutas píldoras blancas que se colocan perfectamente en la palma de su mano temblorosa mientras vacía su botella de color naranja, una receta garabateada pegada al costado.

Parecen pequeños e insignificantes al principio, presentados como nada más que un pequeño golpe de paracetamol en polvo listo para dar un golpe en tu migraña. Nadie piensa en los supresores cuando son así. Pero al final, cuando has tenido demasiados, son mucho más dañinos de lo que nadie podría haber imaginado.

Este tipo de supresores que aplastan el género, no son exactamente cosas para toda la vida. No son algo en lo que deba confiar, no son algo que deba tratar como soluciones establecidas a largo plazo para cualquier problema grave que lo haya llevado a comenzar en primer lugar.

Están dañando, erosionando cada vez más su interior delicado, obligando a su corazón a latir un segundo demasiado rápido, dando a sus pulmones un dolor del que parece que no puede alejarse sin importar cuánto lo intente, y nivelan tu mente con una inquietud que es abrumadora y francamente cruel.

Después de todo, los supresores no son como un lote de medicamentos simples, nada como un ibuprofeno o una pastilla de paracetamol, no son gotas de nurofen y ciertamente no son las pastillas para la alergia que Jisung tiene que tomar cada vez que quiere ir a la casa de alguien que tiene una mascota, o algo peludo.

No son nada de eso en absoluto.

Y Minho desea que lo fueran. Oh, desea tan desesperadamente que lo fueran. Desearía poder tomarlos todos los días como lo hace ahora y no sentir nada por ello, poder seguir con su vida con ellos en lo más profundo de su bolsillo y no sentirse avergonzado, no sentir que está decepcionando a todo el mundo y así mismo.

Él desea que los supresores sean inocentes y limpios, y ayuden mucho más de lo que dañan.

Él desea, y desea, y desea un poco más.

Pero no lo son, él lo sabe y también ha tenido que sufrir los efectos secundarios de estos supresores.

Es el constante e interminable apretón al rededor de su corazón, la pesadez insistente que hace que a veces incluso sea difícil levantar una botella de agua; es la fatiga abrumadora y la creciente oleada de náuseas que amenaza con tragarlo por completo de forma recurrente.

•Soy un Alpha•|MinjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora