Capítulo 4

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Drake.

Aedus me ha seguido hasta salir del bar mientras que yo prendía un cigarrillo. El aire se cuela entre nosotros, haciéndome estremecer un poco.

—¿Quieres? —le ofrezco la cajetilla de cigarrillos al pelirrojo, quién a su vez, realiza una mueca al observarlo.

—No consumo, gracias.

Alzo las cejas un poco y guardo la cajetilla nuevamente. Le doy una calada a lo que tengo entre los dedos, puedo sentir la mirada de Aedus desde el cigarro, hasta mis labios.

—¿De verdad que no gustas uno? —no lo volteo a ver directamente, pero de reojo puedo observar como su mirada sigue sigilosamente mis movimientos. Me relamo los labios secos.

—No —murmura—. No son mi especialidad.

—¿Y cuáles son tu especialidad? —curioseo, juguetón—. Porque hay de muchos sabores y colores...

—Ningún tipo de cigarrillo me convencerá.

—¿Quién dijo que hablábamos de cigarrillos? —enarco una ceja.

Ahora sí, volteo a su dirección para verlo fijamente. Expulso el humo, haciendo que éste se vaya a su rostro, pero él lo evita, pues mi respuesta le ha dejado el rostro del mismo color que su cabello. Después no puede evitar soltar una risa.

—Veo lo mucho que te diviertes con esto —murmura de mala gana.

—Para qué negarlo —me encojo de hombros, mirando el reloj de mi muñeca—. Ya pasa un poco más de las doce, ¿Cenicienta quiere irse corriendo, o prefiere quedarse unos momentos más?

Aedus pone los ojos en blanco.

—Para tu buena suerte, tengo que irme.

—¿Es que no te das cuenta cómo rompes mi pobre corazón con tus respuestas más secas que un limón del congelador? —pongo mi mano en mi pecho de forma dramática. Aedus me mira, divertido, pero a la vez un tanto impaciente.

—Eres tan desagradable.

Chasqueo la lengua, tirando la colilla del cigarro al suelo.

—¿Entonces por qué sigues aquí? —bajo la voz haciendo que su rostro nuevamente se tiña de color rojo.

Al presenciar como se había quedado sin respuesta alguna, opto por hablar otra vez. En realidad, si yo no lo hacía, nos quedaríamos en silencio toda la noche.

—Puedo llevarte —ofrezco.

—Me negaría si hubiera traído mi auto —me fulmina—. Así que te daré el gran lujo de llevarme.

—Bien, entonces... —saco las llaves, mostrandolas al aire con una sonrisa—. Romeo llegó por su Julieta. Otra vez.

—Eres un caso perdido —me palmea el hombro.

—Somos un caso perdido, Aedus —corrijo en voz baja, encaminandome al auto en el estacionamiento.

*****

Drake: Mueve tu trasero al aula 15.

Envío el mensaje en el chat de Aedus, quién no se tarda en leerlo.

Lo había dejado por cada la noche anterior, Max se encuentra ocupado en la oficina de la Directora en cuanto lo llamaron. Creo que no era buen momento para intervenir en la situación, al igual que Max no dejaba que me involucrara tanto en ello; a veces, solo a veces, me cabrea un poco el cómo Max piensa que puede resolver todo a la vez, como si eso fuera posible. Él se encuentra en un gran dilema y no quiere recibir la ayuda de absolutamente nadie.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2023 ⏰

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