• Capítulo 2 •

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Damian

Me desperté, y lo primero que hice fue mirar la hora. Eran casi las once y media. No me podía creer que era tan tarde.

Me preparé y me fui a desayunar. Como no vi ni a Ewen ni a Emile por ningún lado, supuse que ya se habrían ido.

De camino de vuelta a mi dormitorio, se me acercó una chica que no había visto en mi vida.

— H-hola. Me preguntaba si te gustaría salir conmigo... — Oh, no. Odiaba cuando se me declaraban. A ver si les quedaba claro que no quería tener nada que ver con ellas.

Le dirigí una mirada neutra, cargada con matices de superioridad y severidad. Me daba pena su situación, pero no ella.

— ¿En serio te crees que saldría con alguien como tú? Ni siquiera te conozco. Y si no te conozco es que eres un don nadie. Piérdete entre la gente y déjame en paz.

La chica se fue llorando. Me encogí de hombros y volví a mi dormitorio. Me encantaba ser así, teniendo control sobre la gente... Pudiendo decir lo que me diera la gana. Me senté al escritorio y comencé a hacer los deberes.


Anya

Por fin domingo. Ya quedaba menos para que viniera Becky. Eran las cuatro y cuarto según el reloj que colgaba en la pared de la cocina.

Terminé los deberes que me quedaban y salí a dar un paseo.

De repente, me choqué con alguien.

— Perdona, no veía por dónde iba y...

Miré a la persona con la que me había chocado y me doy la vuelta, preparada para irme.

— ¡No te vayas! Por favor, sólo queremos preguntarte una cosa.

Eran los socios de Damian Desmond, y como estaban relacionados a él sería algo importante. ¿Qué me querían preguntar?

— Me tengo que ir.

— ¡Por favor! — los dos me estaban rogando, pero estaban empezando a ser pesados.

Los miré directamente a los ojos, con una expresión distante e indiferente.

— Me tengo que ir. Dejadme en paz si no os queréis buscar ningún problema.

Y ya por fin no dijeron nada. Sentí alivio. Si estos dos querían algo de mí sería probablemente algo malo. Todo relacionado con Damian Desmond es malo.

Odiaba a ese tío. Me daba mucho asco. Se creía superior a todo el mundo, y le encantaba la atención. Lo peor de todo es que era una persona fría y sin sentimientos, que sólo sabía disfrutar del dolor de los demás.

Seguro que no tenía nada bueno. Ahora que lo pensaba, nunca antes habíamos hablado, a pesar de haber ido a la misma clase durante 10 años. Supuse que no haría caso a las chicas a su alrededor.
Tampoco creía que hubiera tenido novia. No que yo supiera. Qué raro, con lo popular que era...

Era verdad que había escuchado que rechazaba a todas las chicas que le confesaban su amor y que él nunca se había enamorado de nadie.

Yo no había tenido novio. Me parecía un malgasto de tiempo. Además, no había nadie que me interesase. Sólo tenía a Becky y algún que otro conocido, pero nada más que eso.

Ya estaba empezando a oscurecer cuando llamaron al timbre de la puerta.

— ¡Becky!

— ¡Anya!

Nos abrazamos rápidamente.

— Perdón por venir tan tarde... Aunque como mañana hay instituto me tengo que volver a ir en dentro de nada. Intentaré para el fin de semana que viene convencer a mi padre para que me deje quedarme contigo, ya que estás tan sola.

— Gracias, Becky — le dije mientras sonreía.

— Por cierto, ¿Sabes cuándo vuelven tus padres?

— Creo que en un mes...

— ¡¿Tanto?!

— Sí, es que se han ido al otro lado del mundo... Y querían aprovecharlo, ya que padre siempre está trabajando duramente. 

— Tiene sentido... Mi querido Loid es un trabajador duro... — Becky seguía teniendo su obsesión por padre. No lo entendía muy bien, pero siempre lo dejaba estar.

La verdadera razón por la que se habían ido un mes es porque tenían algunas misiones pendientes, aunque todavía no conocieran la identidad del otro...

Hablamos media hora más y me despedí de Becky. No me gustaba nada el colegio, pero siempre me esforzaba al máximo para no decepcionar a padre.

Me fui pronto a dormir, y caí en un sueño profundo en apenas minutos.

   

                                    ✧⁠*⁠.⁠。⁠*⁠♡⁠*⁠.⁠✧

Me desperté y miré la hora. Oh, no. Ya iba tarde otra vez. Siempre llegaba tarde a clases, no sabía cómo lo había. Me avisó el profesor que si llegaba tarde una vez más tendría un tonitrus. Miré mi agenda para ver con quién me tocaría a primera. Mierda.

Murdoch Swan. Ese era el profesor más agresivo de todo el colegiado, y nos hizo la vida imposible el día de admisión hace diez años. Si llegara tarde no me podría un tonitrus si no dos.

Me puse el uniforme, comí media tostada y cogí mi mochila. Salí del edificio con las llaves en la mano y con los adornos de mi pelo también. No había tenido tiempo ni de peinarme.

Lamentablemente, Becky me contó ayer que hoy no me podría traer ni llevarme a casa al acabar las clases en su limusina, así que tendría que venir e irme en el bus escolar. Justo cuando llegué a la parada de bus se fue el último bus de la mañana. Genial.

Llamé a un taxi, porque si iba andando o corriendo no llegaría ni de broma.

Cuando llegamos, gasté todo mi dinero que llevaba encima para la hora de comer. Me di cuenta de que la entrada está vacía, y sólo unas pocas personas estaban en el patio principal, todas corriendo apresuradas para no llegar tarde a clase.

Supuse que la campana habría sonado hacía unos minutos. Corrí por los pasillos, aunque estuviera prohibido. Daba igual, no había nadie igualmente.

Por fin, llegué a clase. Llamé a la puerta y la abrí. Todos los ojos se dirigieron hacia mí. Incluidos los del profesor.

Damian

De repente, alguien llamó a la puerta de clase. Me pregunté si es un profesor. Acto seguido, se abrió la puerta, y una chica bastante bajita de pelo rosa con dos conos como adornos entró por la puerta.

¿Quién demonios era esa chica? No recordaba haberla visto antes.

— Anya Forger. Llegas otra vez tarde. ¿Tienes algo que decir?

— Muchas cosas, señor profesor. Si me disculpa, me sentaré al lado de mi amiga, en mi sitio asignado.

— JAJAJAJAJAJA. ¿Quién te crees que eres?
¡Nadie, no eres nadie! Vete ahora mismo al despacho del señor Henderson. Estaré allí en cinco minutos. Más te vale no hacer ninguna travesura, Forger.

La expresión de la chica era imparcial.
Me fijé en sus ojos. Miraban fríamente al profesor. La chica se dio la vuelta y salió por donde acababa de entrar.

— Un gusto de poder verte, Forger — susurré para mí mismo. Unos minutos más tarde salió el profesor.

Ewen y Emile me miraron.

— Señor, la señorita que ha llegado tarde es Anya Forger, la que usted buscaba.

— Interesante... Luego hablamos. — Dije, mientras me concentraba en un libro.

               

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