• Capítulo 5 •

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Damian

Me despierto. ¿Qué hora es? Miro el reloj de mi mesita de noche. Hoy no hay clases porque es festivo. Menos mal.

Cuando ya me he preparado y desayunado, salgo a dar una vuelta. Al abrir la puerta de mi habitación, veo un grupo de chicas esperándome afuera. ¿Por qué tienen que ser tan pesadas?

Paso como puedo entre el mogollón de chicas, que al pasar al lado suya empiezan a gritar, tirándose a mi cuello para poder abrazarme.

Salgo corriendo, y al doblar una esquina me choco con algo...


Anya

Esta mañana, padre me llamó, diciéndome que me debería quedar hoy en Edén, porque puede que ellos se queden más tiempo fuera de lo previsto y no querían que me quedara sola en el pisito de padre.

Así que, me quedaría durante un tiempo para ver cómo es allí, y si me gustaba me quedaría allí hasta que volvieran.

Se me hacía raro despertar en una habitación que no es la mía. Desde los cuatro años llevo viviendo en el mismo lugar que compró mi padre, un piso no muy grande cerca a media hora del centro.

Y ni una sola vez me he quedado en Edén para dormir. Nerviosa no estoy, más bien curiosa.

Mi habitación está en el mismo piso que otra gente de mi edad. Los dormitorios de las chicas están a un final del pasillo y los de los chicos al otro final. Mi habitación era la 027. La número veintisiete de ese piso del pasillo de chicas. Son sesenta  dormitorios por cada piso, treinta para chicos y treinta para chicas.

Mi habitación está unos cuantos metros de las escaleras, que se encontraban a la derecha. También podías girar a la izquierda, que daría a otro pasillo con dormitorios. No sé de qué curso, tampoco es que me importe.

Cuando voy a doblar una esquina para poder volver del desayuno a mi habitación, me choco con alguien, lo cual hace que me caiga de bruces al suelo.



Damian

Veo cómo se cae al suelo. Antes de salir corriendo, me doy cuenta de quién es.

— Ay... Mi culo... Cómo me duele... — escucho cómo murmura.

— No pensaba que nos volveríamos a ver tan pronto.

Levanta la vista, y me mira a los ojos.

Le tiendo la mano para ayudarla a levantarse. Ella, se lo piensa, pero la agarra. Tiro de ella. Me doy cuenta de lo suave y delicada que es su mano. También, de lo poco que pesa.

— Gracias — dice, mientas se limpia la falda con las manos. — Ahora si me permites, me voy a mi dormitorio.

— ¿Está cerca? — pregunto mientras me asomo por la esquina. Mierda. Esas chicas son más rápidas de lo que pensaba. No tengo muchos segundos para escapar de ellas.

— ¿Por qué tendría que decirte dónde duermo?

— Dímelo. Ya.

— Es esa de ahí... — dijo mientas señalaba a la número 027. Perfecto. La agarro por segunda vez de la mano y la arrastro hasta su dormitorio. — E-eh... ¡Eh, qué haces?

Le quité la llave de la mano y abrí la puerta apresuradamente. La cerré de un portazo, con llave.

Camino hacia Anya. Ella, se va echando hacia atrás, hasta que tropieza, cayendo sobre su cama que estaba perfectamente hecha.

Se levanta rápidamente.

Bajo la mirada. Está sonrojada. No dice nada. Yo tampoco.

Voy acercando mi cara a la suya, acortando la distancia entre nosotros.

No me mira a los ojos. Está avergonzada.

Doy algunos cuantos pasos al frente.

Sigue sin decir nada. ¿Qué le pasa?

Avanzo hasta la cama y me arrimo a ella. Antes de que pudiera hacer o decir nada, se adelanta.

— ¡¿Qué te pasa?!

— Nada. ¿Tendría que pasarme algo?

— Sal de mi habitación. Ya.

— Pero-

— No hagas que me repita una vez más. Sal.

Sin nada más que decir, me dirijo a la puerta. Antes de salir, la miro una última vez.


                                            ...



Vaya. Quiero ganar esa apuesta... Y también quiero hundirla. Pero, me da la sensación que poco a poco, lo estoy consiguiendo.

Anya

Me pego con las palmas de las manos en mis mejillas para pensar. ¿Qué acababa de pasar?

De verdad que le odio.




                                             ...




Ya es de noche, y no hay mejor momento que salir a dar una vuelta a los jardines. Todo está tranquilo, ni un solo ruido.

Bien, ahora tendría mi paz y podría despejarme, pensar con claridad.

Voy a mi banco favorito, y me siento en él.

Inspiro profundamente.

Huele muy bien, a mis flores favoritas. Es como si ese rincón estuviera hecho especialmente para mí.

Poco a poco, me voy quedando dormida. De repente, noto la presencia de una persona al lado mía. No sé quién es, a sí que me voy a quedar como estoy para ver qué quiere de mí.



Damian

Esperaba encontrármela aquí. Y por suerte, acerté yendo al blanco.

Me acerco a donde se encontraba sentada.

Me doy cuenta de que está dormida. Me siento a su lado, haciendo que se apoye en mi hombro. Qué bien huele... Al igual que las flores de alrededor. Es como si fuera una de ellas. Una flor.

La agarro de la barbilla, mirando sus labios. Parecen suaves. ¿Lo serán?

Puedo ver cómo levanta los párpados... Pero me da completamente igual.

La beso. Una vez. Y otra. Y otra.

Quiero que funcione mi plan. Quiero verla en la miseria.

Un Amor Imposible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora