Caput 2

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Su cuerpo subió y bajó, una vez, dos veces, tres veces. Continúo de esa manera hasta acabar la rutina pesada que seguía en su habitación, no porque fuera un antipático o con un nulo don de socializar, sino por el hecho de que había paz y calma en su cuarto de la base que afortunadamente no compartía con nadie más. Habían pasado 14 horas desde la junta, su cuerpo se sentía tenso y la molestia fue más constante de lo normal. El sudor resbaló por su rostro al igual que por otras zonas de su cuerpo, no llevaba una camisa, por lo que su torso estaba al descubierto, brillando bajo la tuene iluminación de la habitación debido al sudor que cubría su piel. Una capa fina, delgada, que abrazaba su marcado torso, hasta la más delgada vena podía verse bajo la blanca piel del hombre británico.

Cuando terminó la última lagartija suspiró y de inmediato se puso de pie, sacudiendo su cuerpo para evitar caer en la fatiga. Sus ojos marrones viajaron por la desolada habitación. Bufó con molestia y se sentó en la cama mientras usaba una toalla para limpiar todo el sudor de su cuerpo mientras su respiración pesada marcaba su cansancio latente. No solo de la actividad física, sino que en sí, por todo en general. Odiaba llevar una vida como la que tenía, pero a su vez la amaba, le hacía entender que debía amar cada pequeña acción, momento y recuerdo mientras su cerebro siguiera funcionando; su corazón latiendo, transportando sangre por su cuerpo para mantenerlo vivo y las personas a su alrededor que eran importantes para él.

Se mantenía con vida, por los demás. Pero sobre todo por él.

Dejó ir un último suspiro pesado antes de levantarse, tomar una toalla y su muda de ropa. Salió de su habitación en dirección a las duchas, debía de mantenerse limpio y fresco para una mayor comodidad, después seguiría con su itinerario antes de regresar a la oficina y completar los informes que había dejado de lado debido a la junta y todo el problema que había surgido. Nunca espero que una situación como aquella se presentará, saber que en ese lugar se hicieron cosas sumamente terribles y poco éticas le revolvían el estómago.

Más a sabiendas de que lo que sea que hayan ocultado en ese lugar ahora estaba suelto por el mundo y estaba matando a gente inocente, niños y personas indefensas mientras usan sus cuerpos para mandar sus tétricos mensajes terroristas. Lo había visto antes, pero no de la forma en como estaban en esas imágenes. Quizás se trataba de algún culto que estaba llevando sus ideas demasiado lejos, pero la idea la descartó cuando leyó los documentos que Soap le había entregado y en ellos se señalaba que había indicios de que cualquier cosa que se llevaba a cabo en ese lugar tenía años o incluso siglos existiendo.

Solo evolucionaba.

Aquello seguramente iba más allá de lo que realmente podían manejar, y la posibilidad de que las estadísticas de todo saliera mal durante la misión iban en aumento. Por extraño que parezca su enojo aumento. Su paso era firme, pesado y sobre todo, demostraba la furia que estaba sintiendo. Dentro de poco se dirigiría a la isla donde ocurrió aquel extraño evento. No sentía nervios, tampoco miedo; era una extraña mezcla de un mal sentido y una desesperación andante sobre las cosas que podrían salir sumamente mal por llevar a Karl.

Así como su interés creció en él, había un odio latente luego de que lo lograra inmovilizar en la sala de reuniones solo por un insecto. No sabía quién le había permitido llevar a semejante cosa a la TaskForce, y probablemente, sabe que fue Soap quién decidió integrarlo a su equipo y convencerlo de ir a la misión con Ghost y König. No debía culparlo, lo entendía. El chico había vivido la mayor parte de su vida en aquel lugar y sabrá Dios que cosas hayan hecho con él, pero cuando lo miró a los ojos en aquella junta un escalofrío recorrió en su espalda.

De la misma manera que vio sus ojos en aquella foto, al tenerlos frente a él cara a cara y a unos cuantos centímetros de distancia le hicieron entender que algo estaba mal.

Rubrum Infernum [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora