6

269 20 15
                                    

Se movía con suavidad, está vez estaba disfrutando del tacto, de las manos ancianas que lo manoseaban, de los besos, del enredo que le provocaba en su cabello, de como el sudor los hacía pegarse y resbalarse. Lo montaba de frente.
Secco meneaba a su cadera de adelante hacia atrás dentro del auto negro, las manos del cura buscaban hacerle daño, pero el castaño lo evitaba, “No…” le bajaba las manos, el señor quería arañarle los brazos, “No…” alzó los brazos por encima de su cabeza y allí le mantuvo.
“Todo esto, de que te, resistes…” dijo el señor cerca de su rostro, “Me excita tanto…”
Secco sonrió mirándolo, luego cerro los ojos. Estaba tan cerca. Esas manos… Esos besos…
Se corrió. Por primera vez en todo ese tiempo logro terminar con un cliente de forma pasiva y sin ser golpeado, lo cual era un premio doble. El cura también termino, después de eso se vistieron con lentitud, el cura termino primero (pues casi no se había quitado ropa) y volvió a verlo.
“¿Quién es?” pregunto, el chico volvió a verlo.
“¿Quién es quién?” pregunto extrañado.
“Esa persona… cerraste mucho los ojos, te imaginabas a alguien, ¿Quién era?” insistió de nuevo, el chico frunció el ceño con una sonrisa.
“No hay nadie.” Se ato las agujetas, pero el hombre le tomo el rostro con la barbilla dirigiendo su vista a la de el.
“He visto esos ojos en cientos de personas a los cuales he casado en sagrado matrimonio… a menos de que estés enamorado de mi no habría otra razón para que eso sucediera” sonrió. Secco dudo en contárselo, una de las reglas de las mujerzuelas era no involucrarse sentimentalmente con alguien. Pero no era una mujerzuela.
“Es un chico” soltó, el hombre asintió, “el y yo, tenemos algo, es complicado, yo sé que le gustó, se que me gusta, ambos lo sentimos, hemos dormido juntos y compartido de la misma taza de te, nos hemos visto y abrazado desnudos en la misma cama…” suspiro. “Yo, no se porque… no hay nada entre los dos…”
El cura asintió entendiendo su dilema, Secco se sentía en un confesionario, “Están enamorados” dijo, el castaño parpadeo con rapidez, pero antes de añadir algo dijo “Y tienen tanto miedo…”
El más alto apretó sus labios, no había tardado mucho en deducir eso que sentía. Incluso en la religión, las emociones eran claramente comprendidas como al contrario de las personas podrían creer. “No quiero arruinar lo que tenemos.”
“Lo único que tienes que hacer, es besarlo como lo haces conmigo.” Volvió a sonreír, saco de su billetera la plata acordada y le agrego el extra, de hecho, hubo una paga mayor esa vez. “Todo eso de que te resistes, enserio, es cautivador… deberías hacerlo más.”
Secco sonrió y salió del auto con cautela, era la primera vez que se sentía bien con su trabajo, ¿Estaba bien llamarlo así? ¿Un trabajo? No lo sabía, pero camino emocionado, a gusto consigo mismo, pensaba para si que después de la presentación le compraría una rica cena a Zero, la que el pidiera de cualquier restaurante de cualquier parte de Roma, la cuenta correría por su parte, ¡Que pidiera el postre más delicioso! ¡Que tomara del vino más caro! Se lo merecía, su… pareja, se lo merecía. Marco a su número de teléfono, “apagado”, maldito imbécil.
Pero antes de que diera vuelta en la siguiente cuadra para dirigirse al museo donde recordaba estaba Zero, un policía le detuvo. “No hay paso”
“¿Cómo?” pregunto.
“No hay paso, hubo un asesinato, no hay paso” repitió.
Secco frunció el ceño, se junto con la bolsa de curiosos del otro lado de la acera, “Era tan joven…” decían unas ancianas. “Es lamentable…” decían otros.
El castaño logro ver entre el murmullo de gente el cuerpo en el suelo, una mano saliendo de la sabana…
El cabello rapado rubio.
Soltó un sonido de exclamación y se hizo un paso atrás, volvió hacia las personas, “¿Solo hay un cuerpo?” pregunto.
“Uh, no, hay otros dos sujetos, lo que alcance a ver es que ambos tenían chaquetas de cuero, o los tres, un imbécil los apuñaló, tenía la cara de un desquiciado-“
“Tenia el cabello negro y un traje” dijo uno detrás de el, Secco volvió a verlo.
El castaño se asusto.
El no sería capaz.
No lo haría.
Su armadillo no lo haría…

_______________


Un sollozo tras otro, las manos con rasguños, las rodillas raspadas, el cabello desordenado.
¿Qué había pasado? No recordaba con exactitud, solo recordaba el pico, los golpes, la bota de Cesare…
Alzó la cabeza, tenía la nariz rota, un ojo morado, los labios partidos… Zero estaba hecho un asco.
No sabía dónde estaba, solo sabía que había sido golpeado, amasado, y tirado a un bote de basura en algún punto de Roma. Su traje tan lindo, ahora estaba con grandes manchas de orina, semen y sangre. La corbata la tenía atada en el cuello, recordó que lo habían asfixiado unos minutos con ella.
(Amigo…) escucho, el volvió con los ojos brillosos, (Te dije que no volvieras.)
“Tu…” se intentó levantar, pero cayó hacia atrás. No tenía puestos los zapatos y por alguna razón le dolía la planta de los pies aunque tuviera calcetines.
(¿Por fin me vas a joder? Va, pero que no puedes-)
“¡Tu!” lo intento de nuevo, la rodilla en el suelo, no se sostenía. Esa caída le dolió directamente en el culo, estuvo de rodillas sin su pantalón, lo recordaba vagamente…
(No voy a desaparecer aunque me intentes golpear Calcare, no importa cuántas terapias y medicinas tomes, yo sigo aquí…) señaló su propia mente.
El nombrado se levantó tambaleante. Otro dolor de culo, el pene punzaba como si le hubiesen clavado pinchos, las manos temblaban sin controlar sus dedos, ¿Qué le habían hecho a este pobre hombre?
(Se arregla a golpes, o se arregla a palabras-)
“¡Ah!” grito casi guturalmente mientras propinaba golpes al viento, uno, otro, y otro más, otro gritó, otro más desgarrador, parecía un ebrio luchando con su sombra. “¡Maldito parásito!-“
(Eres mi mejor amigo-) esquivó.
Golpe.
(No importa cuánto pase o me golpees-) esquivó.
Otro más.
(Yo estaré aquí-) esquivó.
Otro más.
(No te voy a abandonar-)
Un golpe dio con algo físico, una cabeza, una nariz haciéndola sangrar. Secco freno sus manos erráticas, veía con dolor como el muchacho tenía las pupilas contraídas, de nuevo la mirada animal. Se quiso romper viendo el daño que había recibido, y sin pensarlo mucho lo abrazo. El menor intento quitarse, retirarse, pero pronto se rindió, el llanto lo inundó, lo apaciguó. Mientras lo abrazaba sintió en su nariz los olores repugnantes que el bajo despedía, orina, sangre, líquidos en su cabeza ensangrentada…
“Abrázame Zero…” susurro en su oído, lo sujetaba por su cabeza mientras que con la otra mano lo hacía por su espalda, el chico no se contuvo y lo hizo, sus manos nerviosas arañaron su sudadera haciéndose daño a si mismo en las yemas quemadas de sus dedos, lo agarraba con fuerza, de pronto cayó al suelo y Secco le siguió. “Eres mi mejor amigo…” susurro de nuevo, “Estoy aquí… No te voy a abandonar…”
Zero seguía en su llanto, no se quería separar de el, jamás… jamás…

"Cara Mía"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora