Cesare había sido asesinado.
Un miembro de una banda en contra de las ideologías nazis lo había matado a sangre fría, a el y a sus compañeros. Todo en las primeras horas de la noche, fue después de haber golpeado a Zero. No habían apuñalado al más chico, más bien un tablón con un clavo le había dado en la espalda. Noqueado lo llevaron a la van blanca donde le hicieron lo que quisieron hasta que se cansaron, luego entre inconsciente y desmayado lo tiraron en un callejón aledaño a la pizzería donde ellos se habían querido bajar a cenar.
Así habían sucedido las cosas. La venganza de Cesare no fue la más perfecta ni la mejor planeada, pero por mucho fue efectiva, destrozaron a Zero, un poco sus ideales, el poco cariño que le quedaba y los recuerdos de uno de sus mejores amigos pronto se esfumaron. No había razón para extrañarlo como alguien vivo, ni mucho menos como alguien muerto.
Eso no evito que todo el camino a casa no llorará por ese suceso, le habían roto también el corazón. Su imagen del viejo Cesare gordito, bonachón y tímido se desmoronaba… Secco no podía hacer mucho dentro del taxi más que abrazarlo. Fueron al hospital donde trataron sus heridas como “pelea callejera”, al final le quedaron muchos parches, curitas, rasguños y un gran parche en la nariz, ojeras negras y el dolor de ano, “¿Te han violado?” Secco quería preguntar pero no tenía la fuerza para hacerlo. Cuando llegaron al departamento de Zero todo estaba a oscuras, al final del pasillo en la sala veía al armadillo, a sus ojos brillosos, pero estaban dolidos, amansados.
“¿Quieres cenar?” pregunto el más alto detrás de el mientras cerraba la puerta y dejaba su maleta, el otro negó con la cabeza dándole la espalda. Secco, al verlo aún tan decaído, lo abrazo por la espalda con todo el cuidado que el podía brindar, le beso detrás de la oreja, sus manos sobre las vendas bajo su camisa, Zero sollozo. “Te tengo…”
“Dios Secco…” susurro, puso sus manos sobre las del alto, “Me vas a hacer llorar de nuevo…”
“No, no…” beso su hombro recargándose en el, “No es mi intención…”
(¿Qué es lo que son?) Pregunto el armadillo al fondo, se levantó del sofá caminando lento hacia el, (No son amigos… No son familia… ¿Qué son Zero?)
El nombrado frunció el ceño mirándolo, (Sin Cesare ahora puedes pensar en eso más claramente, ¿No? El verano pasado…)
Otro beso en el hombro.
(Cuando eran niños…)
Una caricia sobre su estomago.
(Es naturalidad humana postergar las cosas cuando uno tiene miedo, cuando no quiere afrontar lo desconocido…)
El armadillo siguió avanzando hasta quedar frente a el.
(Mi querido hombrecito…) le acaricio la mejilla, (Es hora de que lo veas…) el joven cerro los ojos.
“Zero…”
(¿Quién es el?) Lo vio a los ojos dirigiéndose a el de lado, los del pelinegro grandes lo enfocaron, no tenía miedo, tenía extrañeza, confusión, y claramente un atisbo de que es a lo que se refería.
“Secco…” susurro, el chico llamado adelanto un poco la cabeza y el otro volvió a verlo. “Tu eres un mentiroso.”
“¿Ah?” pregunto separándose.
“Tu…” volvió a verlo completamente. “Haz seguido con tus citas,” le miro, “haz ido a ver a otra hombres… me mentiste…”
Secco respingo, no sabía cómo se había dado cuenta, había cuidado hasta el mínimo detalle para que el no lo notara, pero era Zero, el de una u otra forma lo hacía.
“Mira, yo no…” empezó a tartamudear, “Yo… es-“
“Y yo también “ dijo, el castaño apretó los labios. “Te he mentido sobre dos cosas muy importantes viejo.”
Secco hizo una pausa mirándolo. “Y que fue?” pregunto. No se escuchaba molesto ni tenía la cara molesta. No tenía el derecho de hacerlo.
Zero miro sus pies, sus manos mallugadas, “Cesare me estuvo acosando todo este tiempo.” Volvió a verlo, los ojos estaban hecho jugo, Secco junto las cejas, “Me persiguió varías veces … el y sus compañeros me, me hicieron esto.” Se señaló.
Secco apretó los puños, “No pensabas decirme.” No fue una pregunta.
“Ni tú tampoco a mi, el derecho de darnos en la madre lo tenemos los dos…”
Pero ninguno quería usar ese derecho.
Secco dejo de apretar sus manos, sus ojos en el, podía entender su dolor, lo que entre líneas quería decir, “Antes pedir perdón que permiso”, y tenía razón.
“¿Y lo demás?” pregunto el castaño.
(Es tu momento.) Susurro el armadillo, está vez sin ningún empuje Zero se acercó, tomo sus manos y lo besó en la mejilla, Secco se extraño de eso pero no sé aparto.
“Tu y yo, hemos tenido miedo de algo…” susurro, otro beso, “lo hemos estado postergando, es nuestra naturaleza humana…” beso, “Si tu no lo aceptas, yo sí… yo sí… te quiero tocar Secco….”
El llamado abrió los ojos, casi se le llenaron de lágrimas. Volvió a verlo.
La noche de la fiesta de Sarah ambos se habían quedado a solas en el balcón, Secco ebrio, el un poco, un agarre llevo a otro, de pronto el castaño se encontraba besándolo, devorando su boca, incluso derramó su bebida, “Ni un coño has tocado en tu vida, lo puedo apostar, ¿Te gustan las pollas?” le preguntaba ebrio besando su cuello.
“Yo que se joder, no es como que me ponga a repasar mi vida sexual” respondió separándose entre risas, Secco lo atrapó en un abrazo de frente.
“¿Te gustaría hace algo al respecto?” pregunto pícaramente.
Zero rodó los ojos, “Mi voto de abstinencia ha estado intacto casi 3 años, imagina eso…” (Las bolas duras como castañas, joder…) decía el armadillo
“Mira, tu y tu abstinencia se pueden ir al carajo, pero estaría bien ir a un bar, algo pasajero, talvez con una persona que conoces…” se soltó un poco de el.
“Vamos, ninguna persona que conozca quiere esto.” Zero se señaló completo separándose más entre risas. Secco también se rió, había sido un comentario tan inocente, después de besuquearse con el, lo decía tan seriamente de que alguien fuera a quererlo, entonces el castaño lo atrapó de nuevo, sostuvo sus caderas casi rozando sus miembros que estaban totalmente duros.
“Tócame a mi…”
Ahora en el presente, Secco tenía ese flashback tan doloroso, pero ahora con la confesión de Zero parecía un recuerdo tan bello…
“Pero no como estás pensando.” Añadió, el armadillo ahora le susurraba en el oído que decir.
(Dile lo siguiente Calcare, es lo que sientes dentro de ti, de tu pecho… en tu corazón, deja de lado la cabeza, el pensamiento, ser cursi es cuestión de dejarte llevar, no de hasta donde puedes llegar…)
Zero cerro los ojos, respiro y apreto sus manos, “Yo te quiero tocar… en donde todas esas personas no han podido hacerlo…” comenzó. “Quiero que llegues conmigo a dónde no haz llegado con ellos…” Secco no creía que el viejo dijera eso. “Quiero que tú me toques como no haz tocado a esos hombres…”
“Zero-“ se le había formado un nudo en la garganta.
“Yo te quiero Secco.” Dijo. “No quiero que estés con nadie que te trate como una ‘puta’, no quiero que te llamen ‘maricon’… para mí, tu eres la persona más linda de toda Rebbibia...” freno, el otro ya quería llorar, “pero si tú no-“
“Joder que si.” Lo abrazó con fuerza, el otro se quejo por su arranque y se separaron, aunque el castaño lo sujetaba de los hombros, “Tanta mierda bonita no hacía falta, solo di que me quieres coger y ya-“ río limpiándose una lágrima.
“No es solo eso Secco.” Lo vio a los ojos. “Es decir, no solo quiero hacer eso” río, el otro también, “Yo, realmente te quiero.”
Secco sonrió y sin pensarlo un momento más y tomando el consejo del cura le tomo el rostro y lo besó, fue un beso largo pero no sucio, solo dos chicos chocando sus labios uno con el otro.
“Te amo Zero…” susurro abrazándolo.
“Eso suena complejo-“
“No empieces.”
El nombrado se rio, Secco sintió el eco de su risa a través de su propio cuerpo.
“Realmente no va a cambiar nada de a como éramos antes, ¿Sabes?” dijo Secco. “Literalmente solo nos teníamos que pedir permiso para besarnos y jalarnos la polla juntos-“
“Solo para besarnos, en realidad ya lo habíamos hecho en el campamento de la secundaria-“
“Ah, si…” asintió aún abrazados, recordó que esa vez habían encontrado la revista para adultos del conserje. Estando juntos en la misma casa de campaña fue inevitable haberse visto semidesnudos, realmente su excitación había sido por verse el uno al otro. Esa vez fue la primera donde Secco supo que le gustaba, y dónde Zero entro en dudas.*
(*Digireferencia asjjsskn)
Se abrazaron un largo rato, después de eso Secco lo llevo a su cama y reviso sus heridas, lo ayudo a ponerse la pijama y después se quedaron dormidos, Zero sobre el pecho de Secco.
¿Qué tanto miedo habían tenido para haber hecho eso?

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"Cara Mía"
RastgeleZero está lidiando con un monstruo que se incrementa en su cabeza cada día más. Secco no puede quedarse quieto sin hacer nada más que problemas al pelinegro. Literalmente, son tal para cual.