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“Buenos días” escucho una voz, el otro abrió los ojos, la luz de la ventana entro por sus ojos y parpadeo con malestar, casi sentía que había conciliado el sueño. En su silla rotatoria vio al armadillo sentado, alzaba una tacita de expreso mirándolo con una sonrisa.
“Te voy a joder” arrugó la nariz susurrando hacia el.
(Yo te espero) sorbió de la taza, entonces la mano de Secco le sacudió, el volvió la mirada hacia arriba.
“Te he hecho el desayuno” anuncio, Zero apretó los labios levantándose, tenía solo su ropa interior y calcetines, así caminó hasta la mesa de la cocina. Secco tampoco estaba vestido, apenas un bóxer (que era suyo además) y una playera sin mangas blanca.
Zero miro la mesa: huevos revueltos, tostadas y algo de la pasta congelada que tenía en el refrigerador, suspiro. Quería reírse, parecía hasta tierno. “No tenías porque-“
“Me salvaste el culo ayer, ¿Por qué no?” se sentó frente a el. El otro le siguió.
“No tienes porque devolverme el favor, está bien así.”
“No” soltó sorbiendo su café, el otro lo seguía viendo, fue tan incómodo que Secco señaló el plato enfrente suyo. “Va a enfriarse “
“Ah, si” se había perdido en su mente, otra vez. Zero hacía eso en sus momentos de estrés. ‘El Armadillo’ como llamaba a su conciencia lo distraía, le tomaba el control un ratito y luego salía de su mente, era extraño. Sabía que Zero estaba tomando medicamentos y yendo a un psicólogo para resolverlo, pero se veía que no estaba funcionando.
Secco tomo de su tacita y luego un sonido en su teléfono le hizo rechistar los dientes, el otro volvió a verlo, cuando reviso el teléfono apretó los ojos con dolor, “Es un cliente”, Zero pregunto, pero fue más una afirmación que una pregunta, cosa que la cabeza de Secco asintiendo reafirmó.
“Es uno que se está haciendo aficionado al exhibicionismo, la última vez fue en el parque a media noche, hacia un frío terrible…” tomo de su café y contestando al mensaje. “Le diré que no, es todo” Zero sonrió a sabiendas que su amigo tomaría su consejo. Pero entonces:
(Imagínate eso) comenzó el Armadillo a su lado, (Secco montado sobre un tío duro, desnudo, en medio del parque...) Zero cerro los ojos intentando suprimir esa visión que le estaba dando el animal. Sus sentidos se agudizaron sintiendo esa  penetración, la suavidad de su espalda, de sus cicatrices, el gimiendo su nombre…
(Zero…)
Se levantó de golpe, había sentido también las patas del Armadillo rodear su cuello firmemente queriendo asfixiarlo. Secco sostuvo su taza de café  intentando que no se derramará porque la mesa se había movido violentamente, para lamento de Zero el suyo se había derramado. El castaño pudo ver cómo volvía la mirada hacia atrás buscando quien sabe que, el más alto se levantó y lo sujeto por los hombros haciéndolo volver, de nuevo el pelinegro tenía esa vista animal, esos ojos nerviosos con las pupilas contraídas, cuando lo vio estás se relajaron un poco y también sus hombros.
“Joder…” dijo Zero llevándose una mano a la frente, quería evitar ponerse a llorar.
“Esta bien tío.” Le abrazo, de nuevo ese contacto, eso terso y hermoso… y de pronto Secco sintió la erección de Zero en su pierna.
No lo separó, es más, no se movió, sintió su pene duro allí, pero no hizo gran cosa más que confortarlo, no era momento de obscenidades. Luego lo separo y le dio un golpe en la cabeza suavemente, “Tu mente va a matarte un día de estos Calcare.”
“Dios no quiera” dijo tallándose un ojo, el otro sonrió ante el comentario.
“¿Qué no no eras religioso-“
“Estoy tan desesperado ahora Secco  que le rezaría a todos los Santos porque acaben con mi martirio” dijo, explayándose mientras le miraba a los ojos, esa mirada aterradora cambio a ser la de un chico completamente asustado. Secco lo abrazo de nuevo.
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Un sentón débil.
Otro más.
Luego uno más.
Un quejido imperceptible.
Sus manos debajo de su sudadera tocando su sudor. Las uñas arañándolo y dejando rastros de su sangre debajo de ellas. Que martirio.
Estaban en el último vagón del metro, dos personas iban al frente , ambas con los auriculares. Si Secco se ponía a gritar ninguna de las dos se percataría de ello.
El pantalón un poco bajo, el hombre movió su sudadera y mordió con saña inhumana la parte de atrás de su clavícula, no soltó ni un gemido.
“Buen chico” dijo lamiéndose la sangre que había sacado, “¿Sigue la varita puesta?” pregunto, Secco asintió mientras seguía con sus movimientos.
Aparte del exhibicionismo, el tipo tenía el fetiche de ponerle una varita en el pene que evitaba que se corriera, esto le causaba un tremendo dolor en el vientre al más chico, pero allí estaba.
Continuo dando de a sentones cuando el tipo lo alzó por las piernas, al ser alguien grande tenía mucho más fuerza que el, y tampoco ayudaba que Secco fuera un palo de escoba. Lo tomo a la Full Nelson y comenzó a penetrarlo más fuerte, los sonidos de aplausos sonaron por todo el vagón, Secco preocupado (por su imagen obviamente) volvió a las dos personas de enfrente, ninguno de percataba de los movimientos.
“Debí, habértelo dicho, antes…” el tipo le dijo aún penetrándolo. “Ellos, son mis, escoltas… no van a, verte, si eso, te preocupa…” y siguió.
Secco se relajo un poco y el tipo se vino dentro de el con un gruñido largo en su oreja, escucho el líquido derramarse en el suelo como agua. Pero siguió moviéndose, apachurrando, casi quebrándole la espalda. Cuando se canso dejo caer sus piernas y lo tiro con fuerza al suelo como una bolsa de papas, esto no evito que su cara diera con el asiento del frente del cual ninguno se había percatado. El tipo no lo notó, pero el castaño se había noqueado un poco, un golpe en el costado de la frente con metal tira a cualquiera.
Y allí estaba, en el suelo, con la cadera hacia arriba ahora siendo brutalmente penetrado por el otro. Su cabeza aplastada por su mano gigantesca y el sin poder recobrar el conocimiento. El tipo se vino de nuevo, estocadas violentas y grandes contra su cuerpo. En ese momento de exposición, de debilidad, Secco soltó un par de lágrimas volviendo a su cabeza. Se sentía terrible, y se vino al sentir la punta del tipo rozar su próstata por milésima vez y como el retiraba la varita.
Una vez acabado la persona salió de el cayendo hacia atrás en el suelo, “Tu culo de es muy apretado…” dijo en un suspiro, miraba su trabajo con orgullo. Un culo lleno de semen que chisporroteaba, que salía del cuerpo del menor. “El mejor maricon de Italia…” dijo mientras Secco se levantaba, sintiendo ese liquido resbalar por sus piernas mientras se subía los calzoncillos, el tipo también se levantó poniéndose los pantalones y dio con toda la sangre que a Secco le corría por la frente, “Joder” dijo viéndolo, el castaño volvió y se limpio con la sudadera. “Perdona… ehm…” de su billetera saco el precio acordado y un poco más. “Ten esto extra. Ve a un doctor, eso se ve muy mal.”
“Gracias” dijo débilmente. El vagón entonces llegó a su última parada, el tipo salió con sus escoltas y el resto de la gente de los otros vagones también, Secco se subió la sudadera y salió caminando a pasitos, si cualquiera se fijaba en el parecía que se había orinado encima.
Al salir de la estación dio vuelta en una esquina, miro al frente y, “Cabron…” se dijo casi a si mismo. Allí estaba Zero recargado en el auto, esperándolo.
“Dijiste que no vendrías-“
“¿Y tú como coño sabes que-“
“Sarah me dijo.” Alzó las cejas. El otro rodó los ojos, ya no le diría nada a Sarah después de eso. “¿Estas bien?” pregunto, entre molestó y angustiado porque veía gotas de sangre en el cuello de su sudadera.
“Me he abierto la frente.” Escupió, no quiso ni mentir. Zero frunció las cejas y arrugó la nariz. Hubo un momento de silencio donde uno se veía al otro y ese otro se veía los pies.
“Si no estuvieras así te daría la hostia de tu vida.” Dijo Zero, Secco volvió a verlo con las cejas juntas, preocupadas. El nunca le había dicho eso.
El pelinegro se subió al auto y lo espero, sabía que el castaño se subiría, cosa que hizo. Los vidrios seguían rotos, pero todavía funcionaba para transportarse. Secco sintió el frío atravesarse, se sentía tan débil….
Llegaron al departamento y Zero de nuevo ayudo a Secco a subir, limpio su herida y le puso un curita, el ojo estaba casi morado, en todo ese rato ninguno dijo nada al respecto. El castaño durmió en su cama, muy incómodo por cierto, mientras que Zero en su sillón de nuevo.
Acomodo su almohada y se acostó panza arriba, cerro sus ojos, respiro, se hundió en la oscuridad…
Unas manos recorrieron sus piernas hasta llegar a su entrepierna, el abrió los ojos entre dormido y asustado, alzó la colcha y vio al armadillo acariciando su miembro expuesto, Zero se quejo vocalmente. (Puedes experimentar conmigo… hazme lo que le harías a el…)
Abrió los ojos fuertemente, era la mitad de la noche, una parálisis de sueño.
Una parálisis de su miembro, está vez no pudo evitar no masturbarse. Se llevó su mano a su miembro manoseándolo, ignorando al armadillo a su lado que susurraba cosas sucias, degeneradas…
“A-ah…” gimió al imaginar a Secco con toda esa sangre en su frente. “Ah…” lo imagino con esa mezcla de semen, baba y sangre en su boca. “Jod-er…” gimió un poco más alto, “Se…” se detuvo, de nuevo la visión de su pecho desnudo siendo golpeado, “S…”, (“Si quieres, puedes tocarme a mi…”)
“Secco…” susurro viniéndose en su mano, imaginando que era su boca, con su nariz partida, ruborizado… oh dios, que vista…
Recién terminado se quedó allí todavía entre dormido y despierto, luego reacciono abriendo los ojos tan grandes como podía, se alzó volviendo al cuarto suyo… Secco estaba dormido, luego volvió al armadillo que estaba detrás de el en el respaldo del sillón.
(Tu tienes un fetiche… que sucio eres)

"Cara Mía"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora