Los días no parecían tener un rumbo definido. Aquí dentro solo estamos existiendo. Respirando. Como un trabajo monótono sin principio ni fin.
Cierro los ojos en un vano intento por ocultar mi existencia de la vida que tengo ahora. Como si de verdad se tratase de un sueño. Uno de muy mal justo y con efectos hiperrealistas.
El recuerdo inicia sin forzarlo.
— ¿Te gusta lo que papá cocina?
— ¡Quiero de las albóndigas de papi!
Recuerdo a mi padre y a mi madre recorrer la isleta de la cocina preparando sus cosas para el trabajo.
Mamá siempre fue un huracán presuroso, mientras que papá, era la fuerza que lo contenía. Y yo, bueno, yo esperaba impaciente por las delicias que creaba en la cocina.
No era más que una niña pequeña e impaciente, que disfrutó del amor y cariño que ambos me otorgaron. Ese día es de los que nunca olvidare, por la tarde la abuela paso por mí, pero al anochecer, solo papá volvió.
Me hizo creer que me abandono. Le creí por un tiempo. Ya que a veces mamá llegaba tarde, gracias a que doblaba turno. Era de las mejores enfermeras y la mejor madre que pude tener.
Cuando supe la verdad, deseé escuchar la voz de mi mamá una última vez.
— Blair, cariño. ¿No te despides de mamá?
Me negué, nunca quiso cocinar para mí, ni jugar, no tengo muchos recuerdos con ella. Así que me dedique a comer lo que contuvo el plato frente a mí.
En muchas fotos, mis mejillas están rojas debido a la salsa de tomate.
Unos años más tarde, me contaron como paso, ella fue asesinada en un callejón, murió sola y nadie la ayudo, nadie escucho. Y si lo hicieron, optaron por no intervenir; el miedo es poderoso potenciador.
Todas las acciones de papá cambiaron cuando mi progenitora murió. No volvió a salir con alguien durante un tiempo largo. Mi familia se redujo a tres; mi abuela, mi padre y yo.
Él se recompuso unos meses después de la noticia, actuó como si nada hubiera pasado. Como si nunca hubiera existido en nuestra vida. Me protegió tanto como pudo, malcriando y dándome a manos llenas lo que fuera necesario.
Nunca pensé nada raro respecto a eso, o al enojo repentino cuando me negaba a comer.
Su furia fue algo que era mil veces mejor evitar. Hasta que llego Casandra.
El mundo de mi padre parecía expandirse cuando se abrió de nuevo a conocer a alguien. Siempre empezaba así, pero si detectaba algo, cualquier cosa que indicara cierto desdén a mi persona, la botaba de inmediato, dejando en claro su prioridad.
Cosa que no sucedió con ella. Y la verdad es que me agrada, siguió conmigo días después de su primera ruptura y cuando mi padre falleció, toda ella fue incondicional a mí.
Según el registro forense, el rostro de papá quedo irreconocible cuando murió. Cass dijo que lo mejor era incinerarlo por completo. Yo no era mayor en ese entonces y no entendía del todo las cosas.
Ahora me doy cuenta de lo difícil que debió ser.
De lo complicadas que se vuelven las cosas. Extraño tener un plato de comida caliente frente a mi o tener calcetines en mis pies.
En las condiciones en las que estoy, incluso morir parece una buena opción de detener el sufrimiento.
― Oye rubia. Tienes que apurarte, vendrán por esto en unas horas y no querrás...
― Hacerlo enojar. Lo se. Estaba... divagando.
― ¿Piensas en tu vida actual o en lo estúpida que fuiste al terminar aquí?
― Mira niño, yo planeaba ayudar a la joven. No sería una más del montón. Quedándome quieta sin hacer nada.
― Y mira como termino. ― Tomo una pierna. Me sigue siendo imposible pensar que eso estuvo unido alguna vez al cuerpo de alguien. ― Una perseguidora de la justicia. Es una pérdida de tiempo. Rubia, nosotros no vamos a obtener nada de eso, no saldremos de la room. Al menos no vivos. ― Mi miro con desdén antes de volver a su tarea habitual de mutilar.
Su brazo alzo el machete, dejándolo caer sobre la carne frente a él. Un corte limpio.
― Podemos escapar. Se que podemos lograrlo.
― La puerta solo se abre desde afuera. No hay forma de salir. ― Seguía sin mirarme.
― Debe haber algo que podamos intentar. No me voy a rendir sin luchar. No pienso morir aquí.
― ¿Estarás feliz cuando te azoten de nuevo? ― Dejo la carne sobre la plancha con impaciencia. ― Matara tu espíritu poco a poco. Ya lo veras. ― Arrojo el resto a la cesta metálica. ― No saldrás.
La mención de los azotes hace que las heridas de mi espalda puncen con anticipación. Comprendía que existía gente cruel. Se sin lugar a dudas que abundan por cada rincón del planeta.
Y que termine en manos de uno, no lo hace menos llevadero, ni sencillo.
El estar expuesta, el tener cada extremidad de mi cuerpo restringida por una cuerda. Mientras un demente me exprime las ganas de vivir con instrumentos impensables. Niego. No iré por ese camino.
― Tienes razón. No sin tu ayuda. Tengo un plan en mente.
Me miro con una sonrisa. Sabía que me escucharía si le menciono el plan que llevo trazando desde hace unas semanas.
― Te dije...
― Menos platica. Mas cortar. ― Dejo sobre mi área, una pierna izquierda. Hace ya varios días que supere los mareos, desmayos y nauseas continuas. Pero no significa que sea menos repulsivo. Ni que pueda hacerlo. Duele y es tan difícil como la primera vez. No son cosas que se digieran de la noche a la mañana. Se con certeza, que esto me lo llevare hasta el día de mi muerte y ni siquiera así podría descansar. ― Si puedes hablar, puedes trabajar.
― No lo tolero y lo sabes.
Mis ojos arden de nuevo. No puedo tocar y maltratar el cuerpo de alguien. Aunque este muerto. No puedo.
― Y yo puedo hacer la tarea de los dos. También estoy cansado. Arto de vivir entre sangre, suciedad, viseras, carne y lloriqueos. Si quieres que te ayude, comienza cooperando y haciendo tu parte.
― Como si tuviera opción.
Aun no se su nombre, dice que es innecesario.
Arrostro mi pie encadenado al otro extremo de la habitación. Cuando vi a este chico por primera vez, pensé en un niño débil, asustado y sumiso.
Pero ahora que he pasado más tiempo con él, no hace más que enseñarme los colmillos y lanzar cizaña por esa boca sucia.
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No creí que llegaría tan rápido. Nos leemos en el sig cap.

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Carne roja.
Mystery / ThrillerLa sangre es líquido vital que corre por pequeños conductos a lo largo de nuestro cuerpo. Carmesí, espesa y escandalosa. De un rojo brillante que te envuelve. Con un aroma igual de delicioso. ~•~•~ Esas son las palabras de nuestro enigmático p...