Los hermanos Rogers y Amy se despertaron un poco tarde, ya que el día anterior fue un poco agotador, se vistieron y se arreglaron para ir a desayunar. Al mirar el reloj se dieron cuenta que ya era muy tarde para eso, porque eran casi las doce medio día, así que en cuestión de segundos un desayuno se transformó en almuerzo. Cuando llegaron al lujoso bufé del hotel se encontraron con Andrew, su madre y la madre de los mellizos en una mesa grande para seis personas, justo para ellos, se acercaron a esa mesa y se saludaron.
—Hola, chicos, los vi tan cómodamente dormidos que no los quise despertar —dijo cariñosamente la madre de los mellizos—, supongo que fue un día agotador el de ayer, caminaron mucho.
—Si que lo fue —respondió Olivia—, tenemos mucha hambre, gracias por hacernos un espacio.
Amy y Taylor no dijeron ni una palabra, y se dirigieron directamente a servirse comida, al poco tiempo los alcanzó Andrew y Olivia, solo que Andrew ya se dirigía a la mesa de los postres, su favorita.
Después de que todos acabaran de almorzar, los cuatro amigos querían ir a la enorme piscina del hotel, pero las madres lo prohibieron.
—No deberían de ir en este momento, porque acaban de comer, les puede hacer daño —justificó Elizabeth, como cualquier otra madre.
—Por favor, mamá —insistió Andrew—, no nos pasará nada, ustedes estén tranquilas.
—No y esta es mi última palabra.
—Concuerdo contigo, Elizabeth, ustedes tampoco pueden ir y eso también va para ti Amy, por que tu madre confió en mí y no la defraudaré —sentenció Kathleen.
Los chicos rodaron los ojos y se marcharon para la habitación número 10. Cuando llegaron Taylor abrió la puerta con la llave, pero se llevaron una gran sorpresa en la pared estaba escrito nuevamente Bufón en el idioma antiguo, pero esta vez los chicos ya sabían lo que significaba.
—Vayan traigan a nuestras madres, yo me quedo aquí, voy a buscar un rastro de quien ha sido el que ha escrito esto en la pared —gritó Andrew— esto no es una casualidad.
Corrieron al bufé para alertar a sus madres, Elizabeth tras haber sufrido esa tan espantosa experiencia dos noches atrás, no dudo ni un instante en levantarse y correr al lado de los chicos hacia la habitación, pero para sorpresa de todos al entrar a la habitación ya no había nada en la pared, parecía que nunca hubiera habido nada escrito en ese lugar, era realmente extraño, había desaparecido de un momento a otro.
—¿Qué ha pasado? Hace un segundo estaba allí.
—Nada más vi un parchón negro cubrir lo escrito en la pared y desapareció, fue demasiado raro —respondió Andrew.
Eso fue extremadamente extraño, pero no iba a ser lo único extraño, porque apenas entraron se cerró fuertemente la puerta, se apagaron las luces y se abrieron los grifos de la ducha y del lavamanos. en el cuarto de baño. Los cinco ahogaron un grito de inmediato, trataron de salir rápidamente, pero la oscuridad impedía encontrar la salida, chocaban con los diferentes objetos que se encontraban dentro de la habitación hasta que Elizabeth encontró la salida.
—Chicos corran, encontré la salida, sigan mi voz para encontrarme —con todas sus fuerzas Elizabeth tiraba de la puerta, pero parecía inútil— tiren con fuerza —gritaba ella desesperadamente.
—Esto es inútil —dijo Taylor con obstinación.
Para alegría, pero también infortunio la puerta se abrió y todos cayeron uno sobre otro como si fueran dominós, pero sin dudar todos corrieron a la salida y se encontraron con Kathleen.
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El Monte de Herbos:El regreso de Gwydeon
Ficção AdolescenteEl Monte de Herbos, un distrito atrapado en el tiempo que esconde muchos misterios en su pasado es un espacio mágico lleno de secretos que sus habitantes tendrán que enfrentar. Se creía que Gwydeon, el peor mal que han evidenciado los pueblos Tempot...