♡ : CAPÍTULO V

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Cuando vieron el cielo teñirse de naranja y rosa, decidieron que era hora de volver a sus hogares, llevaban desde muy temprano en el lugar e, inevitablemente, los tres estaban cansados. Se dirigieron al auto, dejando a Sunghoon dormitando en los asientos de atrás.

La relajante música que a un bajo volumen salía del reproductor del auto los tranquilizaba y, sin necesidad de hablar, en un cómodo silencio se encontraban. El más pequeño, finalmente estaba completamente dormido, Jeongin batallando con sus párpados para que estos no se cerraran y Hyunjin, bueno, él simplemente estaba obligado a no sentir sueño. El mayor, al percatarse de la guerra que estaba teniendo el pelinegro en ese momento con sus ojos, preguntó.

—Jeongin-ah, ¿Por qué no duermes? Debes estar cansado.— lo miró de reojo.

—Es que no quiero causarle problemas, como ya se dio cuenta, soy difícil de despertar, no quiero frustrarlo si llegamos y estoy dormido.— dijo con un puchero, mirando el camino por donde iban.

—Pequeño, vamos, no me causarás ni problemas ni frustración, vamos, duerme, si quieres puedo arreglar el asiento para que estés cómodo.— un ligero sonrojo tiñó las mejillas del bajito.

—Oh, no, no hace falta, gracias.— Jugó con sus manos en su regazo. Y la conversación murió ahí porque, minutos después, el pelinegro cayó dormido y Hyunjin realmente no tenía ganas de hablar solo.

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Llegaron al edificio donde vivía el menor, el castaño aparcó el auto y observando a Jeongin, suspiró.

—Pequeño, ya llegamos.— desabrochó el cinturón de seguridad y lo sacudió con cuidado, el menor soltó un sonidito, pero, como se esperaba, no despertó. El alto pasó una de sus manos por su cara.

— Dios, otra vez no, por favor.

Cuando por fin Hyunjin logró despertarlo, Jeongin le invitó a tomar un café, por lo que, ellos y Sunghoon, se encontraban en camino al apartamento del bajito. El menor abrió la puerta y se quitaron los zapatos.

—Hyung, si quiere lleve a Sunghoon a mi habitación mientras yo hago el café.— habló en voz baja, observando al niño dormir en los brazos de su padre.— es la puerta que está al lado izquierdo del pasillo.— dejó su bolso en el respaldo de una silla y el de las cosas de Sunghoon, sobre la mesa.

—Ok, está bien, gracias, pequeño.— dijo y se dirigió al lugar indicado.

Cuando Jeongin vio al mayor desaparecer por el pasillo, fue a la cocina y se dispuso a hacer el café.

Minutos después, el de menor estatura habló.— ¡Hyung! ¿Le gusta el café con leche?— levantó el tono de su voz.

—Estoy aquí, no tienes porqué alzar la voz, y sí.— entró a la cocina ante la atenta mirada de Jeongin, quién sonrió un poco.

—Lo siento, no sabía que estaba aquí.— habló al mismo tiempo que sacaba la leche del refrigerador.

—¿Por qué te disculpas? Tranquilo.— sonrió siguiendo todos los movimientos del pelinegro.

—Ya está, ¿Quiere galletas, pan?— dejó dos tazas en el mesón.

—Mmm… Galletas, ¿Son dulces?

—Tengo dulces y saladas, pan dulce y de sándwich.— dijo abriendo la puerta de uno de los estantes y, con las bolsitas de las galletas en las manos, le preguntó.— ¿Que quiere?

—Ah, Las galletas están bien, las dulces, gracias.— le sonrió y bebió un poco de una de las tazas.— supongo que te gusta lo dulce.

—Supone bien, hyung.—dijo, y con la bolsa de las galletas y su café en manos, se dirigió a la mesa, siendo seguido por el mayor.

Estuvieron hablando de varias cosas, entre ellas, de Jeongin y su sueño de ser diseñador.

—Entonces… ¿Qué haces? A lo de ser diseñador, me refiero.— Hyunjin llevó la taza a sus labios y bebió de ella.

—Oh, bueno, he estado dibujando cuando tengo un poco de tiempo, a veces lo hago cuando Sunghoon ve la tele o duerme.— mordió una galleta.

—Ah, y, ¿Por qué no los haces? O sea, llevarlos a físico, no sé si me explico.— preguntó el alto.

—Sí, lo entiendo, si pudiera, tenga por seguro que lo haría, pero no puedo. Primero,—alzó su dedo índice.— no tengo máquina de coser, segundo,— levantó el dedo medio.— no tengo telas, ni con que comprarlas, y por último.— colocó su mano sobre la taza de café. — ¿A quién le vendería lo que hago? Esas son las principales razones, además, me saturaría más de trabajo que en la universidad,— llevó una galleta a su boca a la vez que bebía café.— por el día, un chico normal que trabaja en una juguetería, por la tarde, niñero de un lindo bebé y por la madrugada, diseñador,— bromeó.— no gracias, por ahora estoy bien así, si quisiera volver a tener una máquina de coser, pero creo que ahora no es mi momento.— terminó de decir con una sonrisa, Hyunjin rio y terminó de tomar su café.

—Vale, ¿Cuándo me dijiste que era tu cumpleaños?

—¿Ah? Ah, 1 de febrero.

—Anotado.— le guiñó, haciendo al bajito desviar la mirada con un tierno sonrojo en sus mejillas, tomó de su café hasta acabárselo.

Minutos después, en los cuales siguieron hablando con normalidad, por cierto, escucharon como el más pequeño llamaba.

—¡Innie!— se escuchó en todo el apartamento, haciendo a ambos saltar en sus asientos.

—Yo… Voy a ir a ver qué tiene— dijo el bajito con una mano en su pecho, haciendo sonreír al mayor porque a su vista, Jeongin era un excelente padre aún sin tener hijos. El pelinegro se dirigió a su habitación y, al entrar, pudo ver al niño sentado en la cama, con sus manitas rascando sus ojos, los cuales estaban un poco enrojecidos.— ¿Qué pasa, mi amor? ¿Estás bien?— preguntó sentándose en la cama, cerca de Sunghoon.

—Innie.— el pelinegro, con un pucherito en sus regordetes labios, estiró sus bracitos hacia él, pidiendo ser abrazado. Jeongin lo cargó, levantándose de la cama.

—Ya, mi bebé, ya pasó.— dejó un beso en sus suaves cabellos y salió de la habitación. En la sala, solo fue directo a sentarse sobre el sofá más grande.— hyung, venga.— le llamó, siendo obedecido.

—¿Qué pasó?— preguntó a la vez que tomaba asiento en el sofá.

—Supongo que un mal sueño.— dijo mientras miraba al más pequeño, acariciando su mejillita y este, tomaba su sudadera en su pequeña mano, arrugándola un poco.

—Que miedo, creo que mi hijo te está empezando a querer más que a mí.— fingió un escalofrío, haciendo reír al menor.

—¿De qué habla?— dijo viendo como el niño tomaba uno de sus dedos en su manita.

—¿No te diste cuenta? Cuando se despertó no dijo “¡Papi!”— hizo comillas con sus dedos.— ¡Te llamó a ti! Ah, hasta me siento ofendido, ¿Mi hijo dejó de confiar en mí? Golpe bajo.— dramatizó con una mano en su frente.

—Ah, hyung es muy exagerado.— rio sentando al niño en el sofá.

—Aunque en realidad no puedo culpar a Sunghoon, tú en verdad inspiras confianza.— ladeó se cabeza sonriendo.

—Gracias, hyung, usted también es muy confiable, se ha portado muy bien conmigo estos meses, se lo agradezco mucho.— habló, ambos viendo cómo, de repente, el niño agarraba las manos de ambos adultos y jugaba con ellas. Sonrieron.

A Babysitter A Single Dad ❁ HyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora