CAPÍTULO V

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Después de esa noche Kang y yo trabajamos en que las cosas funcionaran, no como una relación de pareja sino más bien como una relación de convivencia, ambos nos ayudábamos y estábamos pendiente el uno del otro. Él empezó a venir a cenar a casa más temprano, veíamos películas o cualquier programa de televisión y unas veces por semana íbamos a cenar a algún restaurante no tan lejos de casa y todo marchaba bien para nosotros, él trabajaba en no levantar la voz para evitar que yo me pudiera sentir incomoda y yo hacía todo lo posible porque el pudiera sentirse cómodo en casa todo el tiempo. Así nos fuimos adaptando, cada vez nos llevábamos mejor, sin embargo, como en todo, los problemas de una persona no son solo los que tiene en casa.

- Mamá dijo que vendrá mañana, espero que no tengas problema con eso. – dijo mientras terminaba el desayuno. Asentí. 

– ¿De qué es este jugo?

- Es de melón rosado, ¿no te gustó?

- Sí, está rico, nunca lo había probado. – sonreí.

- Así trascurren nuestros días, conversaciones triviales por la mañana – sonreí. – y cosas que...
- Mía, me gusta que sea así. – me dijo levantándose de la mesa y dejando un pequeño beso en mi frente, supongo que Kang podía notar mis inseguridades.

- Ese beso en la frente se está haciendo costumbre eh. – dije tierna. – ¿Te disgusta? – preguntó poniendo otro beso en mi frente. – No, en lo más mínimo. – negué también con mi cabeza y sonreí para él.

- Eso pensé. – dijo divertido. – Nos vemos para el almuerzo, hoy no tengo reuniones por la tarde, iremos a hacer las compras y por favor, responde tu teléfono, Mía. – asentí diciéndole adiós.

Al cerrar la puerta siempre se sentía un gran vacío, como si hiciera falta alguien, hacía falta él. Nos ayudábamos con respecto a las tareas del hogar, ambos estábamos de acuerdo en que no era necesario tener una persona que se encargara del servicio y estábamos bien con eso, funcionaba para ambos.

El resto del día mientras Kang no estaba me dedicaba a organizar la ropa y en general a leer mis libros, libros nuevos que él me regalaba, libros que nunca hubiese podido tener en casa antes.
Kang había adecuado en una de las habitaciones un pequeño estudio y puso un estante para mis libros, en realidad lo apreciaba tanto, pasaba la mayor parte del tiempo ahí, incluso él, cuando trabajaba desde casa también lo usaba, y resultaba divertido y tranquilo, yo leía mientras él trabajaba en el mismo espacio, no decíamos nada, pero sabíamos que el otro estaba ahí y al menos para mí era muy reconfortante y me daba mucha felicidad.

Me dediqué a leer un libro nuevo que Kang sugirió, estaba enganchada con él desde la página uno, la aventura de un joven en busca de su tesoro personal me enloquecía y pensaba ¿qué no vamos todos en busca de ese tesoro? Me parece que todos deberíamos ser más osados y enfrentarnos a esa búsqueda sin distraer la mira, ese debería ser el objetivo más importante del ser humano en esta tierra. Meditaba en ello cuando se escuchó el timbre, fue muy extraño porque nunca lo había escuchado, ni siquiera sabía que teníamos uno, salí de inmediato para abrir la puerta y encontrarme a mi suegra acompañada de una mujer muy elegante, la misma mujer de la que Kang estaba enamorado, las misma que me había llamado "maldita perra."

- Mía. – dijo mi suegra entrando a la casa e instalándose directamente en el sofá, el mismo que

habíamos comprado en la tienda de esa mujer.

- Hola, señora Daphne, ¿cómo ha estado? – pregunté tímida. Estaba incómoda pero no quería

revelarlo.

DI MI NOMBRE, OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora