- "Sam, pareces un ángel", Félix lo miró con tanta calidez, con la sensación de estar en casa. Estudió cada pequeño detalle del rostro de Sam. Nunca vio unos ojos tan inocentes y una sonrisa tan única:
- Félix? Tienes que dejarme ir, no puedes seguir viviendo así, acepta la realidad. Por favor, hazlo por mí.- Los ojos de Félix se abren. Todo se jugó ante sus ojos. Cualquier recuerdo feliz o triste, cada minuto que él y Sam compartían juntos:
- Qué?... Cómo que dejarte ir? - Felix parecía preocupado - Ya no puedes negarlo Lix. Aunque sea doloroso, por favor vuelve a tu vida normal y no vivas con recuerdos, vive para hacer recuerdos. - Sam le rogó que lo dejara ir. Realmente lo decía en serio.
Félix se despertó sudando. Todo fue tan rápido. Todo parecía falso. Sam no estaba junto a él, solo latas de refresco vacías. Su olor que estaba congestionado en el aire. Su cabello estaba completamente mojado por el sudor.
Miró a su alrededor. Todo estaba oscuro, al parecer estaba en el baño.
Luego vino otra vez. El único recuerdo, el que había echado a un lado durante el resto de semanas. Todo se apoderó de él a la vez. La carta que recibió de los militares: "Sam no lo logró. Pedimos su comprensión." Estaba escrito de mala forma.
El recuerdo parecía tan irreal, lo cual resultaba extraño porque él sabía que era real. Recordó como amigos y familiares habían estado tratando de llamarlo durante unos días, no fue, no hizo nada. Se lastimó solo para sentirse vivo, una vida sin Sam: -"Félix nunca vuelvas a taparte las pecas. Se ven tan majestuosas."- Eso fue lo último que Sam le dijo a Lix, fue en Seúl. Había recogido los mejores recuerdos de Seúl.
Ahora estaba sentado en su baño, pastillas y bebidas energéticas a su alrededor. Nunca volverá a sentirse feliz. Empezó de nuevo. Las alucinaciones de Sam volvieron a invadirlo. Sabía que nunca volvería a pensar con normalidad sin él.
