02.

142 24 0
                                    

Ahí estaba arrodillado frente a él, a su merced, sin la fuerza o la voluntad de oponerse, quería entregarse, su instinto lo pedía y él no iba a detenerse, no ahora que conocía a su alma gemela.

Asintió ante la pregunta, no había otra respuesta.

El Alfa lo ayudó a levantarse, observando un líquido escurrir entre sus piernas, viendo también la parte frontal de Leo donde se le marcaba su erección, no esperó más tiempo y fue quitando cada una de las prendas, cuando estuvo desnudo frente a él, se sintió en el paraíso, en el cielo, al tocar la piel del Omega supo que no deseaba volver a tocar a nadie más, no necesitaba a otra persona, lo tenía todo frente a él.

Las manos se deslizaron del pecho a la cintura del argentino atrayendolo y juntando sus cuerpos, sin distancia entre ellos, lo escuchó jadear al rozar las erección, pero eso no lo detuvo, lo besó, sus labios eran como seda, finos, suaves y delicados, su aroma era adictivo, su cuerpo era perfecto, cada lunar, cada pestaña, no había otra forma de describirlo, su nombre era el sinónimo de aquella palabra, perfecto.

Sus besos fueron más profundo cuando acarició el miembro del argentino haciéndolo jadear, permitiendo el paso de su lengua, que pretendía explorar cada parte de su boca, Leo le seguía el ritmo, pero las caricias sobre él le impedían estar coordinado, al separarse Guillermo continúo por su barbilla dejando besos y lamidas, hasta llegar a su cuello donde sintió aún más el aroma tan delicioso, haciéndolo babear, beso, lamió y dejo un par de chupetones en la zona, mientras continuaba masturbando a su Omega.

Un gemido salió fuerte, cuando se vino en su mano, el Alfa sonrió satisfecho.

- Dime, Leo ¿Qué quiere mi dulce Omega? ¿Qué necesitas?

- Necesito tu nudo, quiero que me hagas tuyo.

- Muy bien, pequeño Omega, te haré mío.

La diferencia de alturas fue algo maravilloso para el argentino, se sentía protegido, como si el cuerpo del alfa fuera su refugio. Entre tropezones y besos se encaminaron a las duchas, específicamente a la última, dónde tendrían aún más privacidad.

Leo saltó a los brazos del mexicano, enrollando sus piernas al rededor de sus cintura, gimiendo ante el contacto, sus cuerpos encajaban a la perfección, hechos el uno para el otro, suspiró cuando los besos bajaron de su cuello a sus pechos, sintiendo los labios succionarlos, una lengua hábil jugar con ellos, como lo hacía con su cordura, que había desaparecido en ese momento consumido por el deseo.

Jadeos, gemidos y quejidos de placer llenaron el lugar, las manos a Guillermo bajaron de su cintura a su muslos, apretandolos y acariciando toda la zona.

- Guille, te necesito. - dijo jadeando.

- Voy a prepararte. - lo bajó con cuidado, Leo apoyó sus manos en la pared, frente a esta, temblando por la excitación de su cuerpo.

Guillermo se hincó de frente a su entrada palpitante, con una mano se abrió espacio entre sus glúteos trabajados, viendo lo ansioso que estaba por recibirlo, su propia erección comenzó a doler al ver esa imagen tan privilegiada, no esperó más tiempo y se hundió en él, su lengua probaba cada centímetro, cada parte de su entrada, escuchó como gemía fuerte ante su lengua introducida, en él, su sabor era delicioso, continúo sin importar que la saliva cayera, sentía como cada vez salía más lubricante, con su mano libre se masturbaba, con las sensaciones que su cuerpo sentía, estaba en las nubes, se detuvo cuando un gemido fue más fuerte que el resto, dejando de lado su propia atención para darse, comenzando masturbarlo, mientras sacaba su lengua para introducir el primer dedo.

- ¿Qué pasa precioso?

No podía responder, gemía con fuerza, sintió el segundo dedo entrar y se aferró a la pared, casi apunto de caerse, no entendía como estaba sintiendo tanto, como su cuerpo reaccionaba de esa forma, la saliva escurría por sus labios al no poder mantener la boca cerrada por los jadeos que parecían interminables, su respiración entrecortada avisaba que pronto tendría otro orgasmo.

El tercer dedo entró, lo fue moviendo y curveando un poco en el interior de su amante, mientras seguía masturbandolo, el sonido de los fluidos al introducir sus dedos lo excitaban aún más, su erección crecía al verlo, necesitaba hundirse en su interior.

El orgasmo golpeó al Omega, viniendo por segunda vez, manchando la pared del lugar y la mano de Guillermo, sacó sus dedos delicadamente de él, mientras se levantaba, aprovecho el lugar en el que se encontraban y abrió la regadera para ayudar al Omega a compensarse, limpiando lo que había ensuciado.

- ¿Estás bien? - preguntó acariciando el abdomen de Leo, que asintió mientras se recargaba en él, suspirando para controlar su respiración. - ¿Quieres continuar?

- Si, de verdad necesito tu nudo - se giró para verlo - quiero que me marques, márcame.

- Prometo dártelo - le susurró al oído, mientras cerraba la llave del agua, bajo sus labios hasta su lóbulo lameandolo, siguiendo el camino está su cuello, sacó sus colmillos raspando un poco la piel, sin llegar a perforarla - Mi pequeño Omega. ¿Quieres mi nudo?

- Si. - suplicó con la mirada.

- ¿Me darás cachorros? Quiero cachorros con tus preciosos ojos y tu hermosa sonrisa.

- Si, te daré muchos cachorros, los que tú quieras - respondió para luego ponerse de puntillas y besarlo, fue correspondido de inmediato.

Fue cargado y su espalda puesta contra la pared, sintió como el mexicano se posicionó en su entrada, gimió ante el contacto, deseoso se movió para mayor placer, el jadeo de Guillermo lo hipnotizó por un segundo, lo sentía entrar lento, su cuerpo se amoldaba a su miembro, gemía y jadeaba al sentirlo dentro, unas lágrimas comenzaron a caer, el placer de sentirse tan lleno, tan completo lo inundaba, como Guillermo en su interior.

El mexicano suspiraba, jadeante por la sensación sobre su pene, podía jurar que veía las estrellas, se sentía sobre las nubes, su cuerpo electrificado por las sensaciones que Leo le hacía sentir.

Una vez dentro, salió despacio, cuidando de no lastimarlo, volviendo a entrar un poco más rápido, gimió al sentir como el cuerpo de Leo lo apretaba con cada embestida, sus manos agarraban firme los muslos del argentino, el ritmo fue cambiando de acuerdo a las instrucciones que daba el Omega, pidiendo cada vez más y más, gimiendo el nombre del mexicano, que se sentía tan drogado por el placer.

Los besos no faltaron, tampoco las mordidas, las caricias de Leo mientras era tomado por el mexicano.

Leo decidió marcarlo, besando su cuello, haciendo chupetones, hasta morderlo cerca de la zona.

Entraba y salía de él con fuerza buscando el punto correcto para llevar a Leo al orgasmo, lo estaba logrando, pues no podía continuar con los besos, sentía como la erección golpeaba contra su abdomen, gemía con fuerza.

Lo tomó de la cintura, para llevar a un más profundo cada estocada, levantándolo y bajándolo al ritmo de sus caderas.

- Guille... Guille.

- Dime mi amor, ¿Qué necesitas?

- Márcame. - expuso su cuello, mientras sentía un hormigueo en la parte baja de su abdomen. - por favor.

Las súplicas y las feromonas, eran más de lo que el Alfa podía soportar, sin embargo aguantaba el deseo, para darle un buen orgasmo.

- Si, te marcaré, te daré mi nudo - lo besó y luego besó su cuello - te daré un cachorro y te mantendré feliz. Te lo prometo.

Leo lo abrazó del cuello apoyando su cabeza sobre el hombro del alfa mientras lo golpeaba constantemente en el punto correcto sacandole gemidos fuertes, sintiendo su cuerpo tan blando, perdiendo fuerza, una corriente viajo por todo su cuerpo el orgasmo ocasionó que se viniera por tercera ocasión, Guillermo siguió moviéndose en su interior, al sentir el orgasmo en su vientre, clavó sus colmillos en el cuello expuesto del argentino dejando su semilla en su interior y nudo comenzó a formarse.

Y ahora tenían un par de problemas que resolver detrás de la puerta.




------------

¿Qué pasará cuando crucen la puerta?

Entre el destino y la victoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora