9. Triste condena

8.1K 744 18
                                    

Rebecca POV

Por cosas como estas, es que odio a las personas millonarias.

-...Pero ella ya está casada, conmigo - Decir esta clase de cosas en público todavía me avergonzaba demasiado - ¡No puedes llevártela, no lo voy a permitir!

Jirakit solo sonrió de lado, como si se estuviera burlando de mí. Heidi estaba muy sorprendida, tal vez demasiado, Valerie salió de la habitación un momento, llevándosela lejos de aquí, y regreso en cuestión de segundos.

¿Qué diablos estaba pasando aquí?, ¿Cómo la situación había dado un giro tan drástico?, ¿Ahora me decían que mi esposa era condesa de un país del cual no tengo absolutamente nada de interés?, no bromeen. Y justo ahora tenía que pasar esto...apreté más a Sarocha contra mí, siento que él se la puede llevar en cualquier momento, y la idea no me gusta para nada.

Tengo miedo, la idea me aterra, hace tiempo que no experimentaba esta sensación de angustia. Tal vez tenía miedo porque en el fondo sabía, por alguna razón, que este momento iba a llegar, y que cuando Sarocha crucé por mi puerta será para siempre. Sarocha ya es alguien importante para mí.

Ahora que estoy tan confundida con mis sentimientos, pero ya tengo pequeños recuerdos, y estoy esperando un hijo de Sarocha...no puedo, esto no puede terminar así.

No quiero que termine así.

-Entonces mi estimada Rebecca, ¿Me entregas a Sarocha por las buenas o tendrá que ser por las malas? - Yo solo alejé más a Sarocha de ese tipo, él vio mi acción y suspiró, y con su dedo índice me señalo - Es una lástima, pero bueno, no todos podemos quedar felices y satisfechos con algo, Valerie, tráeme a mi futura esposa, nos vamos de aquí.

La chica de nombre Valerie hizo un gesto doloroso, pero aun así le hizo una reverencia a Jirakit y se encamino rápidamente hacia mí, era ágil, tanto que tarde en reaccionar, así que hice lo primero que pensé: Cargué a Sarocha al estilo de una novia, y la llevé a la primera habitación con llave que había pues la puerta estaba lejos, y cerré. Pude escuchar al desgraciado de Jirakit riendo a fuera y gritando algo como "¡Puedes ocultarte, pero no esconderte!", escuché el forcejeo de la puerta y me puse nerviosa. Estábamos en el baño, yo solo apretaba más a Sarocha contra mí, no quería perderla, aun no sé porque..., me sentía como cuando era niña y mi madre me quitaba mis dulces porque decía que me sacarían caries, un ejemplo tonto, pero cierto.

-Rebecca... - Murmuro Sarocha, aunque no pude verle el rostro.

-Vamos a salir de aquí...no te preocupes, te prometí que te iba a proteger, y a nuestro bebé también - ¿Por qué mi voz estaba temblando mucho?, nunca me pasaba...

-Perdóname, por no cumplir esa promesa de los tres meses que hicimos, al final solo pude estar dos meses, dime...¿Te has enamorado, aunque sean un poco de mí? - No sé porque sus palabras me sonaban a una especie de despedida, no me gustaba, esto solo estaba aumentando mi nerviosismo.

-...Me dijiste que te lo dijera a los tres meses, yo sé que tú vas a estar para eso, ¡No digas esas cosas! - Si tuviera que darle una respuesta en este momento, sin duda diría que sí, me he sentido un poco diferente después de su llegada, he estado cambiado, gracias a ella, pero no quería seguirle su juego de despedida.

-Necesito escucharlo de verdad, ¿No puedes hacer una excepción? - A pesar de la situación, su tono era el mismo de siempre, estaba haciendo un esfuerzo, porque yo sé, solo yo sé que ella está triste.

-No.

-Eres la misma de siempre, en verdad me alegra - Y ella sonrió.

Sarocha dejo de ocultarse y se recargo contra mí, gracias a eso quede recostada contra la puerta del baño, sus manos se acercaban lenta y tiernamente hacia mis mejillas, las acaricio, y solo yo pude quedarme paralizada. Su mirada era algo profunda, pero reflejaba un sentimiento tan cálido, sin darme cuenta, sus manos pasaron de mis mejillas hacia mis hombros y me atrajo hacía ella. Me beso, como si tuviéramos la calma del mundo y solo estuviéramos nosotras dos, el tacto era como la primera vez, suave y cálido, tenía una sensación familiar y conocida, tan conocida que me dejé llevar y le correspondí tratando de imitar la intensidad del momento, sin darme cuenta comencé a sollozar, el corazón me dolía...y no lo podía entender.

Ella es mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora