Ven Conmigo.

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Todo era diferente o más bien, todo sería diferente de ahora en adelante.

Un sentimiento muy bello en realidad, era que el sentir, el de la alegría. Definitivamente que todo era genial, todo era fantástico.

Por fin, Balto pudo ver este sueño hecho realidad.

Mucho tiempo, era el que él había pasado, sintiéndose perdidamente enamorado de ella. De aquella hermosa, perrita de color rojizo, con color crema. Poder estar con ella, simple y sencillamente, y tratándose de una persona tan solitaria como lo había sido él la mayor parte de su vida, era desde luego, el más grande sueño en toda su vida.

Jamás olvidaría todos y cada uno de los momentos que pasó dentro de ese hospital, era algo que por supuesto nunca podría olvidar, la diferencia que había visto en la gente, con respecto a su forma de ser por parte de todos hacia él, más notoria no podría haber sido.

Si volteaba a ver los días pasados de su vida, nadie lo habría querido cerca de sí, le habrían intentado agarrar a patadas, arrojarle algún objeto, ya sean piedras o algún objeto duro que le hiciera daño. Al mismo tiempo que le gritaban a la par, cosas feas para finalmente ahuyentarlo. No fue así. Esta vez no, la gente estaba súper encantada, con todas y cada una de sus acciones. La gente lo adoraba. Era claro, que todos en el lugar estaban sumamente agradecidos con todo cuanto él había hecho por ellos. Balto por su parte, se preguntó a sí mismo en un momento si estaba soñando.

Pero por supuesto, nada de esto iba a quitar un hecho en particular, no era pretencioso, el perro lobo hamás había sido alguien pretencioso, ni alguien narcisista, tampoco era vanidoso, podría decir de cierta manera, que él, únicamente había llevado a cabo esta tarea, únicamente se había puesto manos a la obra, se había embarcado en esta misión, con el objeto de hacer algo bueno por otros, ya sea que se lo merecieran o no, no estaba buscando probarle nada a nadie, pero eso no significaba que no estuvieran equivocados, claramente habían cometido un muy grave error con él, y no aprenderían sino hasta ese momento. El no era un monstruo, y por tanto, no se iba a quedar solamente de brazos cruzados, ni mucho menos iba a estarse mofando de la desgracia y situación actual en el que vivía la gente de Nome.

Nunca antes se había sentido igual, todo ese cariño, todo ese amor, fue realmente bello para él, y nada ni nadie podría cambiar eso, al menos en ese momento, no quisiera pensar que era un acto de hipocresía, sino que más bien consideraba, que el pueblo por fin había aprendido su lección, y quizás su apariencia, sí podría haberlos engañado al principio, pero ya no lo haría más. Ahora sabían por fin, que él no era responsable ni culpable de nada malo, y nunca lo había sido. Jamás fue alguien malo, ni lo sería tampoco. El pueblo, todos en él, no lo demostraban, pero por dentro, sí estaban sintiendo cierto grado de vergüenza.

Y aún así. Aún con todo lo que estaba ocurriendo, nada más iba a suceder, él no estaba esperando algo más. No tenía peticiones, mucho menos tenía exigencias, tan solo, tenía deseos, o bueno, al menos tenía un deseo. Estar con ella, poder estar con la chica la que tanto amó. Aquella por la que siempre considero, que jamás podría ser digno de la misma, que no estaba a su altura, que ella sería totalmente inalcanzable para sí mismo. Porque toda su vida, la gente a su alrededor, con sus prejuicios, sus críticas, y sus burlas, se habían encargado de hacerle creer, que nunca llegaría a ser digno de alguien como ella.

Sin embargo, la esperanza fue lo último que murió. Y finalmente, el destino decidió cumplirle sus deseos, de una forma bastante inesperada. Ahora tenía todo lo que quería y más.

Recibió el cariño, recibió el amor, aceptó ahora los halagos. Pero hizo todo esto creyendo que hasta ahí quedaría el asunto. No pensaba que algo más siguiera después, solo unas cuantas muestras de gratitud, y muy seguramente tendría que volver a su vida de siempre. Ya lo daba por hecho.

El tiempo pasó dentro del hospital, y por supuesto que Balto no podría estar más feliz por ella, por ver que Rosie estaba bien.  Por ver que ella estaba finalmente sana y fuera de peligro. El alivio era tal, eso nadie se lo iba a poder quitar sin duda. Se sentía más que bien, de al fin poder verla totalmente sana y fuera de peligro. La verdad, es que el mestizo no se esperó, que sus padres decidieran contarle a su hija, que él fue el que había llegado dirigiendo al equipo de perros de trineo, lo fue. Lo hicieron, tal parece, que por más mal, que sus padres, que los señores mayores, Tomás y Evelyn, aparentemente habiendo olvidado, la mala manera en que lo habían estado viendo a él durante mucho tiempo, le hicieron saber a su amada hija, que su vida había sido salvada por él. Y entonces, fue cuando estos humanos por fin lo habían comprendido todo, la joven pareja, al fin pudo ver, que en efecto, aquel canino, de verdad quería tanto a su hija, que sin haber preguntado a nadie, sin haber dudado ni un segundo, sin que nadie se lo pidiera, inmediatamente corrió a ayudarla. Y ni qué decir de ella, de Rosie, que como siempre, no dejó de demostrarle a Balto, ni de dejarle en claro a sus padres tampoco, lo mucho que ella también quería al canino. Ese amor, como si él de verdad fuera su perro de ella, era incondicional y viceversa. Ahora por fin podían verlo.

Por último estaba ella, la chica, que sin querer, o tal vez sí, le había acabado robando el corazón a él. Solo tenía una cosa que admitir, y es que la verdad, ella no lo podía negar, pero sí sentía algo. Algo por él, ella sí tenía un sentimiento por Balto. Y solamente había fingido durante mucho tiempo, que no era así. No porque se avergonzara de su sentir, sino que tan solo sentía, que aún no era el momento. Aún no era momento, de aceptar el amor que de igual forma sentía.

Jenna, no sentía en lo absoluto, que él le debiera algo a ella, para nada. Aún quería creer, aún así, que él. Debía de probar su valía, tenía que dejar ver, que era merecedor de su amor. Jamás desconfío de él, nunca pensó nada malo de él, pero aún quería ver, si acaso, la amaba de verdad. Si ese amor era genuino,, quería una prueba de eso. Y como a ella le habían enseñado, mucho tiempo atrás, una cosa era cierta, y es que las acciones, no las palabras, son y serán la mejor prueba de que queremos a alguien de verdad. Y que el amor, es que nos cuidemos unos a otros, y haciendo el bien.

Lo que él hizo por ella, de una forma indirecta claro, fue la prueba que necesitaba. Una prueba perfecta, él hizo algo bueno no solo por uno, sino por muchos, y nunca espero recibir algo a cambio, ni antes, ni después. Nadie se lo pidió, lo hizo únicamente, porque quería ayudar, porque de forma verdadera, había alguien, una sola persona, entre todos esos humanos, que le hizo a Balto, sentir que valía la pena el riesgo. Y a ella por su parte, le hizo sentir, que él valía la pena y más. Desde luego, que por fin lo sabia ahora, no estaba arrepentida en lo más mínimo de sus sentimientos. Para nada.

Continuara...

¿Son Celos o Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora