Brote

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No hubo nada hasta el momento en que su cuerpo tocó la luz una vez más. La oscuridad que lo rodeó hasta el momento había sido cálida, como si fuera algo que lo envolviera, más ahora todo eso fue reemplazado por un calor que le quemó cada parte de su cuerpo.

La primera sensación cuando su cuerpo respondió fue una, dolor, al abrir los ojos fue donde un dolor llano clamó en todo su cuerpo.

No hubo tiempo de reparo para sí cuando sintió como todo su cuerpo estaba siendo expuesto a aquel calor y aquel lugar que lo estaba quemando y dejando ciego.

Dos manos pequeñas y una mujer con una mirada de lamentación, un susurro de "lo siento" constante con un abrazo frío fue lo próximo que sintió cuando el cuerpo de la mujer se posó en él en un vano intento de darle un abrazo o poder sostenerlo.

Los ojos grises recorrieron el lugar viendo como no había nada más que un montón de cuerpos a su alrededor junto con hombres con armas de fuego y espadas en mano.

No pudo hacer nada más que mirar detenidamente a la persona que siguió susurrando que le perdonara y quedarse quieto cuando por fin sintió algo cálido en su cuerpo y algo más allá del dolor.

Fue la sangre de la persona que lo miraba con tanto anhelo y lástima al mismo tiempo, no hubo sonrisa o un poco de complacencia.

― ¡Tenemos un chico!―el grito vino seguido de una leve risa, dando a entender que el nacimiento de hombre había sido lo que se esperaba y lo que se quería.

Ojos grises a penas entre abiertos intentaron seguir lo que había a su alrededor sin dar un resultado final.

La mujer que lo abrazó se rehusó a soltarlo cuando los hombres se acercaron a ella e intentaron que habrá los brazos para sacarle el niño. Hubo un jadeó de la mujer débil, las otras que habían estado a su alrededor ayudando para el parto se alejaron de ella al momento en que las personas vestidas de negro se asomaron.

― ¿Un mulato? ―la pregunta fue dada por el hombre de mayor porte en la pequeña casa de adobe.

Todos se giraron y vieron al hombre quien parecía sorprendido ante la vista del joven en manos de la mujer, era un niño obviamente, la tez algo más blanco de lo acostumbrado fue lo que llamó a los demás.

La tez del bebé era un poco más clara a los demás recién nacidos, más únicamente se podría identificar si era un mulato completo al momento en que madure dada

El niño con consciencia y la vez en la inconsciencia, incluso con su vista ofuscada por el brillo presente pudo distinguir la diferencia entre la mujer que la estaba abrazando con desesperación y los hombres que estaban rodeándola. La mayoría estaban vestidos con finas telas y otros con armaduras, la diferencia era obvia.

¿Pero qué era lo que estaba pasando?, su cabeza procesó cosas que no comprendió y mostró imágenes que no tenía sentido en ningún lado por más que lo intentara.

Algo estaba faltando.

Algo tibio cayó sobre cuando de un momento a otro su cuerpo fue al suelo y la persona que lo había estado abrazando dejó de moverse, una hoja de hierro estaba en la espalda de la mujer quien estaba con la boca chorreante de sangre.

El gorgoteo del ahogamiento ante la sangre que perdió el rumbo dejó como resultado un sonido gutural que hizo que las otras mujeres se arrimaran en una esquina de la pequeña casa ante lo que pasó a una de ellas.

―Fue lo mejor, una ramera que no reportó que había estado con uno de sus maestros no merece nada más que esto.

El cuerpo de la mujer siendo sacudida llegó cuando uno de los hombres con armadura la volteó con una patada antes de cargarla en el hombre y comenzar a salir de la vivienda, el rastro de sangre quedó en el suelo marcado y sin posibilidad de cambio ante la arena y en forma de barro con sangre.

HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora