—¿Y bien, Megumi? ¿Me dices la verdad? ¿O tendré que sacártela a la fuerza?
—¿Cómo sabe mi nombre?
—Yo sé muchas cosas. Y ahora canta para mí. ¿Quién te envía?
La situación era descorazonadora. Estaba secuestrado por un asesino furioso, en su coche negro de mafioso malísimo, y no tenía ni idea de qué iba a hacer con él. Era la tercera vez que le preguntaba con voz lujuriosa por la verdad y tampoco sabía qué decir.
—¿Dónde me llevan? —Procuró que su voz no delatara el miedo que tenía.
—Eso es lo de menos.
—Me… ¿me ha secuestrado?
La mirada ardiente del siciliano lo congeló, provocándole un estremecimiento.
—¿Qué te hace llegar a esa conclusión?
—Si me obliga a montar en este coche fúnebre a la fuerza, eso es un secuestro. Ustedes trabajan así. —Lo mejor era ser claro, demostrarle que sabía todo, o más, de él.
—¿Nosotros? —Lo miró como si estuviera loco—. No veo a nadie más por aquí. Hablemos de ti. —Se deslizó en el asiento hacia Meg.
Megumi se movió los mismos centímetros que él, pero en dirección contraria.
—Ustedes los… ma… mafiosos —tartamudeó con los ojos muy abiertos.
—¡Los mafiosos! —Él apretó los labios y se recostó en el asiento del coche—. Déjate de tonterías y canta para mí.
—Yo no quería hacerlo —confesó sin que lo presionara mucho. En realidad su aguante era mínimo, y como espía tenía poco futuro—. Le aseguro que cuando empecé con el reportaje no sabía que se iba a desnudar. Aunque, bueno, tampoco miré mucho, la rejilla del armario era demasiado pequeña. —Al decir aquello se sonrojó.
—Ya. ¿Y disfrutaste?
—No es el primer hombre desnudo que veo. —Alzó la barbilla con orgullo.
—No me refería a eso. —Sukuna entornó los ojos y la cara de Megumi se tiñó de rojo escarlata, aquello de ponerse colorado delante de él comenzaba a ser un problema—. Hablo del dinero que veías en tu cabeza mientras me espiabas ilegalmente.
Megumi tragó saliva con dificultad.
—¿Me va a denunciar?
—¿A la agencia o a ti? Porque la responsabilidad según tu jefe es de la agencia, pero fuiste tú el que se coló en mi dormitorio. Además, atentaste contra mi intimidad: la intimidad de Ryomen Sukuna.
—Sí, es cierto —reconoció en un susurro—. Entonces, ¿qué hará conmigo?
Durante unos segundos que se hicieron eternos, él se quedó callado y pensativo. Megumi sentía los latidos de su corazón golpeando en sus oídos y pensó que, cuanto más larga fuera aquella pausa reflexiva, más lo sería su condena.
—Nosotros, como tú dices, aplicamos una ley que exige un castigo igual al crimen cometido. Esta ley se utiliza para ejercer una justicia personal, sustituimos la venganza de forma arbitraria y lo hacemos con una norma imparcial para todos.
Sukuna sonrió de forma ominosa y Megumi se replegó en el asiento, mientras sus pensamientos se perdían en la absurda idea de que, aunque estaba aterrado, aquel hombre lo fascinaba. Una idea irracional cuando su vida pendía de un hilo y ese hilo lo manejaba él.
—¿La ley del talión?
—¿No te parece justa? —Se inclinó sobre Megumi a la espera de su respuesta. Le habló tan cerca que sus narices se rozaron de forma deliberada.
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Vehemence ♡ Sukufushi
FanfictionFushiguro Megumi, joven periodista de belleza poco convencional, tiene la oportunidad de su vida: un reportaje para atrapar con las manos en la masa a un capo de la mafia siciliana. Megumi piensa en el espaldarazo que significará para su carrera mie...