Capitulo cuatro.

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La pareja finalmente llegó junta hasta la entrada de aquella cabaña, dos personas les entregaron antifaces, uno rosado para Uraraka y uno naranja para Bakugo

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La pareja finalmente llegó junta hasta la entrada de aquella cabaña, dos personas les entregaron antifaces, uno rosado para Uraraka y uno naranja para Bakugo. Hasta que no se los colocaron no les permitieron el ingreso.

Al entrar, Sero se les acercó de inmediato.

– Jefa, sucedió arriba.

– De acuerdo, junto a Kaminari cuiden a mi acompañante.

– Mejillas, voy contigo.

La mujer lo miró de rojo, no tenía la sonrisa alegre que molestaba tanto al ceniza.

– Quédate y no hagas revuelvo, volveré en cuarenta minutos.

Colocando sus manos en los bolsillos del pantalón partió, entrando por un pasillo poco iluminado, luciendo con tal seguridad en todo momento que al cenizo le traía mala sensación.

– Vamos viejo, te invito un trago.

– Yo no tomo, idiota.

– Jaja, eres divertido, busquemos a Kaminari y luego tomamos ese trago.

El pelinegro colocó una mano en la espalda del contrario y comenzó a empujarlo suavemente, consiguiendo que el contrario camine de mala gana.

Tomó la manija de la puerta con sus manos heladas, intentando detener el temblor y los latidos de su corazón

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Tomó la manija de la puerta con sus manos heladas, intentando detener el temblor y los latidos de su corazón. Bastó un suspiro junto a toda su fuerza de voluntad para abrir e ingresar.

Ambas miradas chocaron, cara a cara sin máscaras, la puerta se cerró detrás de la recién llegada, dejando un silencio sordo entre ambas.

– Siéntate.

Ochako apretó su mandíbula, haciendo caso a lo que dijo la contraria.

– ¿Que tienes para mí?

– Un gran dolor de cabeza.

La castaña rodó los ojos mientras se cruzaba de brazos.

– Ya dime que sucede.

La pelinegra suspiró y tomó una carpeta entre sus manos, ofreciendosela a su acompañante.

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