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Roier siempre se ha dicho a sí mismo que es muy afortunado por tener una vida muy buena.

Tuvo una infancia feliz, su familia era estable, sus calificaciones siempre fueron buenas, entró a la universidad con una beca y ahora había conseguido un buen empleo en un lugar muy importante.

Todo era casi perfecto.

Pero sentía que algo le faltaba. A pesar de todo lo bueno siempre sintió que estaba viviendo de forma muy monótona. Necesitaba algo nuevo. Fue por eso que cuando vio aquel aviso en internet no dudó ni un segundo en enviar su currículum.

Asistente de psiquiatra en una prisión de máxima seguridad.

Su familia y amigos lo llamaron loco cuando se enteraron. Si una prisión normal era peligrosa, era peor estar en una donde se encontraban los criminales más peligrosos del país. Entendía el riesgo, pero el simple hecho de estar en un lugar como ese lo ponía ansioso.

Además, la paga y prestaciones que otorgaban eran muy buenas, no podía desaprovechar una oportunidad como esa.

Era, sin duda, una experiencia muy interesante.

[...]

Cerró su mochila cuando guardó todo lo necesario, salió de su departamento, cerrando con llave y caminó hacia la estación de trenes. Eran las 5 am, su turno comenzaba a las 8 am, pero debido a que aquel lugar se encontraba fuera de la ciudad debía levantarse más temprano.

El primer día de trabajo había llegado, estaba contento, pero a la vez nervioso. Trabajar en una prisión no es el trabajo soñado de muchos.

Sacó sus audífonos y se los puso, para después poner algo de música en su celular. Escuchar música era algo que siempre lo calmaba cuando se sentía nervioso.

No tardó mucho en llegar a la estación. Usó su tarjeta para entrar y esperó pacientemente a que el tren llegara. Sacó su celular nuevamente, revisando el último e-mail que le habían enviado.

"Felicidades, ha sido elegido para el puesto de asistente."

No pudo evitar sonreír. No era su primer empleo, ya había tenido otros anteriores mientras estudiaba, pero nada serio. Es por ello que esta nueva oportunidad lo tenía realmente emocionado.

El tren no tardó mucho en llegar, y después de arribar en la siguiente estación y tomar un autobús, al fin llegó a su destino.

El lugar era enorme, de siete u ocho pisos de alto al parecer, rodeado de muros de concreto y vallas que seguramente estaban electrificadas. En cada esquina del muro había una torre con guardias armados que protegían la zona.

Tragó saliva, ¿era mal momento para arrepentirse? No, estaba decidido, era ahora o nunca.

Se acercó a la caseta que estaba en la entrada, dónde un guardia lo detuvo al verlo.

—Identificación.

Rápidamente abrió su mochila, sacando una carpeta con un papel que le habían enviado por e-mail. El guardia revisó detenidamente cada palabra de la hoja, para después devolvérsela.

—Adelante.– el hombre pulsó un botón que estaba dentro de la caseta y la puerta de aquella valla de acero se abrió.

—Gracias.

Caminó hacia la entrada del edificio, otros guardias volvieron a detenerlo y tuvo que repetir el mismo proceso, para después, ser escoltado por un policía a la oficina de su nuevo jefe.

Este aprovechó para darle un mini recorrido y explicarle las reglas básicas del lugar. El edificio se veía tétrico por dentro, y el ambiente helado de este solo lo hacía peor. Sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando escuchó risas siniestras y gritos a lo lejos.

Come with me | GUAPODUO (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora