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Roier siempre se ha dicho a sí mismo que es muy afortunado por tener una vida muy buena.

Pero eso solo ha sido por encima de lo general, en realidad, como muchos, también ha tenido momentos difíciles que lo han hecho cuestionarse si en alguna vida pasada cometió algún acto atroz por el cual ahora estuviese pagando las consecuencias.

Cómo ahora.

— ¿Te comió la lengua el gato, acaso?

La voz medio ronca del sujeto frente suyo volvió a llamar su atención, y los nervios comenzaron a invadir su cuerpo por completo. Un criminal le estaba hablando, y aunque ya habían intercambiado algunas palabras en su primer encuentro, esta vez era muy diferente. Philza no estaba con él, no había ningún guardia cerca, solo Roier y aquel tal Cellbit, separados por una valla de alambre grueso.

Movió sus dedos alrededor de la botella de agua que tenía consigo, tratando de calmarse.

— ¿Qué? ¿No vas a hablar? – el más alto posó un brazo sobre la cerca, recargándose, mientras una sonrisa burlona aparecía en su rostro. — Acaso, ¿te doy miedo?

— N-No, digo, yo...

Roier desvió la mirada, no podía evitar ponerse nervioso, la aparición del mayor lo había tomado por sorpresa, además de que no era algo normal entablar conversación con un asesino, así como si nada.

— Sabes. – Cellbit volvió a hablar. — Que pena que no hayamos podido conocernos más ayer, de todos los juguetes que ha tenido el doctor tú eres el más bonito.

— Uhm, ¿gracias?

— No hay de qué, ah, Roier, ¿verdad?

— Si.

El menor se armó de valor para dirigir de nuevo su mirada al más alto, aquellos ojos azules eran hipnotizantes. Si no fuera porque el contrario era un asesino en serie seguramente ya le habría coqueteado.

Sus mejillas se calentaron ante aquel pensamiento, ¿en qué estaba pensando? Sí, el mayor era muy apuesto, pero eso no quitaba el hecho de que había asesinado a varias personas a sangre fría.

La risa de Cellbit lo regresó a la realidad.

— ¿Acabas de sonrojarte solo por verme? — dijo entre risas. — Que patético.

El rostro de Roier enrojeció, pero ahora por la pena. ¿Se estaba burlando de él? Claro que lo había hecho, era un criminal después de todo, burlarse de sus víctimas era algo normal en ellos.

Manteniendo la mirada en el suelo, se levantó de la banca y le dio la espalda, comenzando a caminar de regreso al edificio.

— T-Tengo que irme.

— Nos vemos, lindo.

[...]

Las horas pasaron muy lentas para disgusto de Roier. Su cabeza era un nido de pensamientos que no lo dejaban concentrarse ni para la más mínima tarea. Por un lado, estaban sus extraños sentimientos hacia Natalan, y por el otro, Cellbit.

No entendía en qué momento el convicto se instaló en su mente, pero por alguna razón, no podía dejar de pensar en aquellos orbes azules.

Sabía que estaba mal, pero le era inevitable, ese tipo tenía algo que llamaba mucho su atención. Y eso lo asustaba en cierta forma.

— Esto es una mierda. – soltando un suspiro profundo, se acostó en su cama, dispuesto a descansar.

Tal vez mañana sería un día más tranquilo.

[...]

Y así fue.

Para su suerte, los siguientes días pasaron como si nada. No había vuelto a encontrarse con Cellbit en la prisión y Natalan no había vuelto a molestarlo. Estaba agradecido, había conseguido calmar su mente durante todos esos días, pero aún muy en el fondo se preguntaba cómo estarían aquellos dos, sin embargo, podía ignorar aquellos pensamientos distrayéndose con algo de ejercicio.

Todo parecía ir bien, por ahora.

— Aún sigo sin entender porque aceptaste ese tipo de trabajo.

— Las prestaciones son buenas, Rivis, además, con la experiencia que ganaré ahí puedo conseguir algo mejor.

— Si tú lo dices.

Rivers detuvo la caminadora y bajó de esta, tomó la toalla que estaba colgada en el aparato y secó un poco el sudor de su rostro. Roier la siguió.

— ¿Terminaste? Tengo hambre, ¿vamos a comer algo?

— Claro.

[...]

— Wey, es que eres un pendejo, ¿por qué no lo has mandado a la mierda? – la chica hizo una pausa para comer una papa frita. — Yo ya lo hubiese hecho.

— No es tan fácil, Rivers, creo... creo que aún me gusta.

La chica guardó silencio por un momento antes de darle un golpe en la cabeza a su amigo.

— ¡Ay, pendeja!

— ¿Que mierda acabas de decir?

— ¿Por qué me pegas?

— Roier, ¡te engañó! Y no una, ¡un chingo! ¡¿Y aun así te atreves a decir que aún sientes algo por él?!

— Si, pero-

— ¡Pero nada! Ya lo has perdonado muchas veces y sigue haciendo lo mismo. No ha cambiado y no lo hará, ¿tan difícil es eso de entender para ti?

Roier guardó silencio mientras desviaba la mirada a la hamburguesa medio mordida que tenía enfrente. Su amiga tenía razón, demasiada, pero- ahí estaba el "pero". Ni siquiera él sabía porque era tan débil ante Natalan.

No importaba cuántas veces había roto su corazón, cuántas lágrimas había derramado, nada de eso importaba, porque siempre estaba dispuesto a perdonarlo. Estaba en un bucle infinito del cuál nunca podría salir, y lo odiaba, pero al mismo tiempo le encantaba. ¿Cuándo se había vuelto tan masoquista? Otra cosa que no sabía. Tal vez siempre lo había sido y nunca se había dado cuenta hasta ahora.

¿Por qué el dolor se sentía tan bien?

[...]

Cerró la puerta de su apartamento una vez entró. Caminó directamente a su habitación y se tumbó en la cama, cansado.

— Tal vez sí habló con él y le pido que me deje en paz... no, eso no funcionará.

Aún acostado, y cómo pudo, se deshizo de sus pantalones y la camisa para después cubrirse con las sábanas y cerrar sus ojos, dispuesto a dormir.

Sin embargo, el tono de mensaje de su celular lo hizo abrir los ojos de nuevo. Soltando un bufido, cubrió su cabeza con las sábanas, tratando de así de ignorar el sonido del aparato, pero este siguió sonando.

— Agh, ¿ahora qué?

Con desgano, se sentó en la cama y tomó el aparato que estaba en su mesa de noche. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver de quién se trataba.

Come with me | GUAPODUO (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora