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— Uy, desculpa, ¿te asusté?

Roier llevó una mano a su pecho mientras trataba de calmarse por el reciente susto. ¿En qué momento aquel tipo había pasado de estar en el sillón a estar en el escritorio en cuestión de segundos? Era algo inhumano si se lo preguntaba.

— U-Un poco, si... ¿cómo llegaste tan rápido?

Cellbit levantó los hombros con desinterés. — Habilidad, supongo.

Roier lo miró con desconfianza, estar tan cerca de un criminal tan peligroso no era para nada bueno, pero tampoco quería decirle algo por el miedo. Aún con la camisa de fuerza, arriesgarse era su última opción.

— Sigue trabajando, prometo no hacerte nada.

No estaba seguro de las palabras del mayor, había leído un poco su informe, ese tipo era muy bueno mintiendo y jugando con la mente de las personas. Sin duda, alguien de temer. Pero era verdad que tenía aún mucho trabajo que hacer, por lo que, muy a su pesar, regresó su vista a la pantalla de la computadora.

Los segundos comenzaron a sentirse como una eternidad, la pesada mirada de Cellbit sobre su persona no hacía más que evitar que se concentrara. Era imposible.

— ¿Alguna vez te han dicho que eres lindo?

Su rostro enrojeció sobremanera apenas lo escuchó, y no entendía el porqué. Sí, ya se lo habían dicho antes, muchas veces, a decir verdad. Pero por alguna razón, que el mayor se lo dijera, lo puso aún más nervioso de lo que ya estaba.

— ¿Q-Qué? – sin poder evitarlo, volteó a verlo.

Vaya error.

Esos ojos azules tan profundos eran hipnotizantes. Y esa sonrisa tan descarada...

— Me sorprendería que no te lo hayan dicho antes, eres muy guapo.

Los latidos de su corazón comenzaron a aumentar. ¿Por qué aquellas palabras lo ponían de esa forma? Ya lo había oído antes. Durante toda su vida fue afortunado de siempre tener un buen físico, los elogios y piropos iban y venían. Ya estaba acostumbrado hasta de los peores.

Pero por alguna razón, que el mayor se lo dijera, se sentía completamente diferente. Tan diferente que le gustaba.

Y eso lo asustaba.

— ¿Qué pasa? ¿Te tomé desprevenido? – Cellbit soltó una leve risa.

— ... Algo, sí. – regresó su mirada al computador, tratando de ocultar inútilmente su evidente sonrojo. — Pero gracias por el halago, supongo.

— No me agradezcas, se reconocer la belleza pura cuando la veo. Y tú, querido, eres la viva representación de la palabra.

— ¿Por qué me dices todo eso?

— ¿Acaso no puedo solo halagar a un chico lindo cuando lo veo?

— Es solo qué... es un poco raro que me estés diciendo esto tan de pronto.

— ¿Raro? – se acercó al oído del menor, aprovechando que este no lo veía, y susurró. — Você desconfia de mim por ser um criminoso?

Roier sintió su cuerpo estremecerse al sentir el aliento caliente del mayor sobre su piel. Sus manos comenzaron a temblar ligeramente, pero no de miedo.

— Yo...

— Ya te dije, no tienes por qué tenerme miedo... guapito.

Y sin saber por qué, el menor se levantó de golpe de su asiento y se alejó unos pasos de Cellbit, mientras llevaba una mano a su pecho. Sus palpitaciones estaban enloquecidas, tanto así que juraba que podría tener un infarto en ese momento, aunque sabía que estaba exagerando.

Miró de reojo al reo, este lo miraba de forma coqueta, y el cabello que caía ligeramente sobre su rostro, dándole una imagen sexy, no ayudaba a que se calmara. Cómo pudo, se enderezó y caminó hacia la puerta.

— Yo... saldré un momento.

— Adiós, lindo.

Abrió la puerta y salió rápidamente, recibiendo una mirada sorprendida del doctor y los guardias que esperaban afuera.

— ¿Roier? ¿Está todo bien? – preguntó el rubio con preocupación.

— Si, solo voy un momento al baño.

Sin decir más empezó a caminar por el pasillo hasta el baño que se encontraba más alejado de la oficina. Una vez dentro, de acercó a los lavamanos y mojó su rostro.

¿Qué le pasaba? Reaccionar de esa forma no había sido para nada profesional de su parte. El tipo era un asesino, por lo que debía mantener una imagen fría y profesional ante él. Pero por alguna razón el simple hecho de tenerlo cerca lo ponía nervioso. Quizás le tenía miedo, o eso era lo que se quería forzar a creer.

Regresó a la oficina después de calmarse. El doctor Philza había entrado de nuevo para continuar con la sesión y, como ya había sido molestado antes, prefirió quedarse afuera a esperar a que terminara. Al menos los policías le harían algo de compañía, aunque no parecían muy habladores.

No pasaron más de 15 minutos para que el rubio abriera la puerta y dejara entrar a los guardias para que sacaran al preso.

— Nos vemos en tu siguiente cita, Cellbit.

— Lo mismo digo doctor. – al salir, su vista se fijó en el castaño, y volvió a sonreír de forma coqueta. — Nos vemos, guapito.

Roier solo desvío la mirada y se acercó rápidamente al doctor, mientras que el reo era arrastrado por los policías de vuelta a su celda.

— No le hagas caso Roier, solo te está molestando.

— N-No se preocupe, lo sé muy bien.

— Bueno, sigamos trabajando.

Ambos regresaron al interior de la oficina. Tal vez continuar con el papeleo lo ayudaría a despejar un poco su mente.

[...]

Roier se tiró boca arriba sobre la cama una vez entró a habitación y fijó su vista en el techo. Estaba cansado, tuvo que salir una hora más tarde de lo habitual debido a la inmensa cantidad de documentos con los que tuvo que ayudar al doctor. Al menos, mañana le había dado la oportunidad de llegar una hora más tarde. Pero eso no era lo que lo tenía así.

Llevó una mano a su oreja, juraba que aún podía sentir el aliento de Cellbit erizándole la piel. Aquella voz ronca susurrándole en otro idioma que no entendía lo hacía temblar. ¿Desde cuándo el portugués se escuchaba tan sexy?

Pero nada se comparaba a aquellos ojos.

Oh, aquellos ojos tan azules, tan profundos, estaba seguro de que podía quedarse viéndolos por horas y jamás se aburriría.

Llevó una mano al bolsillo de su pantalón y saco su celular. Abrió el navegador, escribió el nombre de Cellbit y fue directamente a las imágenes. No podía evitarlo, el tipo era tan guapo que no le importaba que fuera un asesino.

— Espera, ¿qué? – se incorporó rápidamente y lanzó el celular al otro lado de la cama.

¿En qué estaba pensando? ¿Salir con un criminal? ¿Con un tipo que cometió miles de asesinatos durante años sin ningún remordimiento? ¿Qué tipo de novela estaba montando su mente? Una de muy mal gusto, pero...

Regresó su visto al celular. Mordiendo ligeramente su labio, volvió a tomarlo e hizo una nueva búsqueda. Sus dedos se movían con agilidad a medida que entraba y salía de diferentes páginas con algo de desespero y se detuvo una vez encontró lo que tanto buscaba.

— Gatinho...

Come with me | GUAPODUO (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora