6. Con ganas de probarlo todo

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Escuché una pequeña alarma de reloj que probablemente marcaba las 9 de la noche cuando desperté. La luz de la lámpara iluminaba nuevamente la habitación, una manta me cubría casi por completo y la respiración de Joaquín se colaba por mi oreja dada la insospechada cucharita en la que reposábamos. ¿Me había desmayado?

- ¿Qué pasó? - Rompí el silencio.

- Te dormiste.

- ¿Cómo?

- Después de tu orgasmo, Medallón de fresa.

- ¿Cuánto dormí?

- No tanto. ¿1 hora?

- Demasiado. Tengo que hablarle a una amiga urgente.

- ¿Te traigo el teléfono?

- Por favor. Tengo que pedirle que me dé alojamiento.

- Eso ya está resuelto.

- ¿Qué? ¿Cómo?

- Hablé con la recepcionista del hostal. Le expliqué que te sentías un poco mal. Le pregunté si le quedaba alguna habitación.- Me dijo parándose y dejándome ver sus firmes glúteos y aun medio preparado miembro.

- ¿Qué te dijo?

- Se rió y me dijo que no. Pero que podías alojar aquí conmigo y que por favor tuviésemos cuidado con la cama, porque es un poco bulliciosa.- Me alcanzó el teléfono y me contagió el descaro de su risa y de la situación.

- Igual debo escribirle a mi amiga para que me cubra. Me debe varias así que todo bien. ¿Tú no tienes problema con que me quede acá?

- Uf. Muchos problemas, sobretodo que mañana debo tomar el avión demasiado temprano y no vamos a dormir mucho esta noche.- Me dijo casi en susurro mientras me volvía a abrazar por detrás.

Luego de escribirle a mi amiga, me entregué a sus caricias nuevamente. La sola idea de lo que me esperaba me devolvió la languidez y agitación. Sentí como se me pegaba a la espalda y su carne empezaba a hincharse más entre mis glúteos. De pronto recordé mi chorro e interrumpí.

- Me oriné.

- No fue eso. Solo tuviste otro tipo de orgasmo. Uno exquisito al parecer. Te dejó dormida.

- Nunca me había pasado.

- Eso me calienta aún más. Haber sido el primero que lo causó.- Habló en un susurro grave, mientras su mano separaba mis glúteos y piernas, metiendo su pene y dejándolo en mi entrada palpitante.

Seguía muy mojada y sus nuevas caricias en mi pecho y caderas provocaban más humedad. Recordé que él aún no había acabado y por eso sus ganas. Me sentía un poco en deuda y me decidí a provocarlo más. Mientras arqueaba mi espalda, parando y abriendo mi cola hacia él, pregunté:

- ¿Cómo me quieres?

- Te quiero así. Abierta. Mojada. Lista para mí.

Sin pensarlo mucho, me puse de rodillas como una gata, quedando de espaldas a él, con la cola muy levantada para darle uno de mis mejores ángulos. Llevé mis dedos de la mano derecha a mi boca y los chupé para luego llevarlos a mi mojada entrada. Cuando miré por mi costado hacia atrás para ver su reacción, lo vi de rodillas con su mano adelante y atrás, preparando su garrote y avanzando para entrar en mí. Sentí una mano en mi cadera deslizarse hacia mi glúteo para abrirlo, seguido de su punta saludando a mis ágiles y conocedores dedos, para luego posarse en mi entrada y sin piedad dejarse caer muy adentro.

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