[ ᴇ ᴍ ɪ ᴛ ɪ ᴇ ɴ ᴅ ᴏ ]
El apocalipsis había llegado. La extinción de la humanidad tocaba a las puertas de la muerte.
El fin de los tiempos había sido profetizado milenios antes de que sucediera.
La única diferencia fue que la muerte no llegó con gue...
Hasta el momento nadie sabe muy bien que fue lo que pasó.
Todo sucedió un día bastante normal, uno de los cuales parecía que no iba a pasar algo interesante... Uno que pintaba ser incluso aburrido.
La noche antes de que pasara el gran "Cataclismo" como me gusta llamarlo las personas a mi alrededor se habían comenzado a sentir mareadas, perdidas y desorientadas, la gran mayoría habían adquirido síntomas como mareos, vomito, pérdida grave de la percepción de la realidad e Incluso una semana antes del día cero muchos de los infectados habían mostrado síntomas de falta de oxígeno.
Realmente no sabría explicar cómo fue que inició, donde paso el primer caso y como fue que se expandió a cada rincón del planeta, si me pusiera a encontrarle una explicación lógica a todo el caos moriría de inmediato siendo víctima de la locura. Más aún al intentar entender el por qué de un momento a otro todos los seres humanos cayeron al suelo muertos. Todos y cada uno de ellos, sin importar si era niño, mujer o anciano. Todos, sin excepción.
Por supuesto, sin contarme a mí.
Después de los primeros días los cadáveres en el suelo comenzaron su proceso natural de descomposición, las calles se habían transformado en un cementerio público a cielo abierto, gente que había caído al suelo o que permanecían en sus autos (aquellos que iban manejando o simplemente estaban estacionados cuando sucedió) hacían del ambiente algo asqueroso. El hedor a muerte y descomposición se habían apoderado del oxígeno, y realmente no se podía hacer nada para evitar esto, después de todo Seúl era una ciudad enorme con casi diez millones de habitantes, apilar, destruir o enterrar a cada uno de los cadáveres que estaban por doquier era una tarea simplemente imposible.
Lo mejor era ignorar el olor putrefacto y continuar con la lucha diaria de intentar sobrevivir en un mundo solitario sumido en el apocalipsis.
Han pasado cien días desde que el planeta se sumergió en un apocalipsis, hace menos de un año era una simple estudiante universitaria que esperaba lograr todos sus sueños que alguna vez se prometió cumplir, ahora soy la única persona viva en toda la tierra; la única cosa a la que la vida misma se aferraba con esperanza en un mundo donde la muerte era la nueva norma.
Esperaba encontrar una respuesta a todo esto, ¿Por qué todos murieron? ¿Qué fue lo que lo causó? ¿Por qué yo no?, Cada una de mis preguntas no tenía una respuesta fija, en su lugar estás me generaban más y más preguntas que por supuesto jamás obtendría una respuesta, cosa que no quiero que pase ya que con cada día que paso en la total soledad el lado más oscuro de mi mente se apodera de mi realidad.
No quiero morir siendo una lunática en el apocalipsis, eso sería una ofensa.
La electricidad fue el primer servicio público que faltó, sin personas que pudieran mantener a flote las centrales eléctricas aquel servicio que alguna vez fue sinónimo del progreso de la humanidad se convirtió, irónicamente, en un lujo del pasado. El siguiente en faltar fue el agua, que al no tener un adecuado sistema de limpieza y purificación se volvió poco potable.
Todo aquello que nos caracterizaba como la especie más avanzada del planeta dejó de existir, al igual que la humanidad.
La supervivencia en medio del apocalipsis no había sido tan difícil como lo planteaban cientos de libros y películas, en realidad era relativamente fácil hacerlo, el único dilema era estar sola en medio de millones de cadáveres.
Pero todo cambió cuando aquellos cadáveres putrefactos dejaron de ser una masa de carne mal oliente y podrida y se levantaron del suelo.
La realidad se encargó de dejarme en claro que nada sería fácil en el mundo gobernado por la reina muerte.
-JiEun. Noviembre 23, 2018.
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