𝗥𝗨𝗡𝗡𝗘𝗥𝗦 - 01

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La azabache recogió aquel diario sostenido por esas manos cadavericas para leer lo que ese esqueleto -que alguna vez fue un humano- se aferró con fuerza hasta su último suspiro

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La azabache recogió aquel diario sostenido por esas manos cadavericas para leer lo que ese esqueleto -que alguna vez fue un humano- se aferró con fuerza hasta su último suspiro.

Aquel libro era una especie de diario, por lo poco que podía leer esta se dió cuenta de que ese diario le perteneció a una chica que al igual que ella fue una de las pocas que había sobrevivido a los primeros días del apocalipsis. La azabache se sintió mal de que aquella niña que no parecía tener más de diecisiete años hubiera estado sola durante tanto tiempo, un sentimiento de angustia, dolor y pena se apoderaron de su aún débil corazón, ¿Por qué?

El diario decia y tenía escrito que está apenas estaba iniciando la universidad, apenas estaba comenzando a vivir su vida, y tuvo que mantenerse viva, cuerda y sola durante meses hasta que finalmente aquel creador bastardo que los condenó a sufrir se apiadó de ella, dejándola morir.

T/n no quería saber si aquella muerte fue provocada por la madre naturaleza o por los corredores. Sea cual sea el caso, ella no quería saberlo.

Lejos de allí un gruñido ensordecedor le recordó dónde y con quién estaba, y tras cerrar el diario y devolverlo a su dueña la azabache tomó una de las sábanas que allí había, y tras cubrir el cadáver presentó sus respectivos respetos y salió de aquel lugar, que alguna vez fue llamado "hogar".

Luego de cerciorarse de que no habían visitantes no deseados o corredores por allí la azabache tomó su hacha del suelo, y después de darle una ojeada a aquella arma está la agarró con más fuerza, sintiendo su peso en sus manos, estando alerta por si ocurría algo.

Tenía que estar preparada.

T/n no sabría explicar cómo es que aquellas criaturas podían levantarse de la muerte y continuar viviendo, no quería creer que eran zombies, pero realmente lo parecían. Ella solo los llamaba "Corredores".
El sonido los alertaba, cualquier cosa que parecía sospechosa hacía que los cadáveres salieran de su letargo para cazarlos hasta matarlos y posteriormente convertirlos en uno de ellos.

Los muertos vivientes seguían descomponiendose, pero de una manera muy lenta, aquel virus que los asesinó -y que después los reanimó- hacia que su putrefacción fuera lenta, convirtiendolos en una especie de depredador alfa casi inmortal, ni los disparos, ni las amputaciones ni nada más los podía detener, el fuego ayudaba mucho para detenerlos, pero aún así estos seguían luchando por sobrevivir. La única cosa que podía detenerlos era el tiempo.

Pronto está se encontró saliendo del centro de la ciudad, Seúl era bastante grande, tenía varios lugares donde se podía esconder y sobrevivir, pero debido a su necesidad de buscar provisiones de manera regular para no morir de hambre la obligaba a quedarse en la ciudad y no buscar un refugio permanente en el campo, alejada de las urbes y de los corredores. Además, el río Han le proveía de una fuente ilimitada de agua que con solo hervirla un poco le podía servir de algo.
Los barrios de gente adinerada eran enormes fortalezas gratis, un buen perímetro rodeado de grandes muros y cercas le ofrecían protección, así que, teniendo en cuenta aquello, y gracias a sus conocimientos militares el convertir una mansión en una base fue algo simple, ese era su refugio, su lugar seguro, su hogar.

Después de caminar un poco más y de asegurarse que nadie indeseado la siguió la azabache entro a su hogar, cerró el enorme portón y se adentró a este. Terminando su día de exploración.

Sin tener electricidad está tenía que aprovechar al máximo la luz del sol, despertando temprano en la mañana con los primeros rayos del sol y terminando su día cuando esté se ponía en el horizonte, salir en la noche era un suicidio, con poca posibilidad de ver esta se tenía que guiar por el sonido, pero sus sentidos no estaban tan desarrollados, lastimosamente el de los zombies sí.

La noche y la oscuridad eran de su propiedad.

La azabache se quejó, y dejando su hacha en el suelo se recostó en uno de esos sillones caros que jamás habría podido comprar en un mundo normal, sintiendo su comodidad casi al instante.

—Maldición... -esta se quejó, sobando su hombro el cual había sido lastimado días atrás mientras huia de los zombies.

Del bolsillo de su chaqueta la azabache sacó una pequeña libreta, y después de ver su reloj de mano está anotó algo allí.

Dia 1825. 6:50 de la Tarde.

Hoy se cumplen cinco años exactos desde que inició el apocalipsis. Durante todo ese tiempo he visto tantas cosas que... Jamás creí ver. El virus evoluciona con cada día que pasa, los cadáveres se descomponen más lento de lo normal, antes, un zombie podía dejar de moverse y morir en un año y medio, ahora tardan de dos a tres años en siquiera perder la vista por completo gracias a la descomposición de sus ojos, es casi como... Cómo si ya dejarán de hacerlo.
Seúl se ha convertido en un cementerio, los pocos humanos que habían sobrevivido han ido muriendo, uno a uno, por enfermedades, por la falta de alimentos y de agua o por simplemente no ser lo suficientemente rápidos como para escapar de los corredores. Ahora esos pobres infelices que no pudieron escapar son otros putos zombies más del montón.

La madre naturaleza es sabía y peligrosa. Los humanos éramos un cáncer para el planeta, y tras no encontrar una solución está decidió acabar con nosotros. De una manera tan lenta y dolorosa... Tal cual habíamos estado destruyendo al planeta desde hace siglos. El virus seguirá evolucionando, y más tarde que nunca esté acabará con los pocos que quedemos en el mundo.

Hace ocho meses fue la última vez que ví a otro humano con vida. Aquella chica solitaria decidió que estar en compañía no era lo suyo, y un día simplemente tomó su arma y se fué. Jamás la volví a ver, tal vez un día la vea otra vez, siendo una corredora más.

La comida ha empezado a escasear, los alimentos enlatados se están acabando, decenas de tiendas y supermercados en toda la ciudad están vacíos en su totalidad, y presiento que pronto Seúl será un sinónimo más de muerte. Si mis cálculos son correctos la comida enlatada durará un mes más, después de eso tendré que buscar otra ciudad, una en dónde hayan más alimentos.”

Finalmente, ante la luz de la vela la azabache terminó por escribir. Un suspiro ahogado se escapó de sus labios, cerrándolos poco después. La noche había caído por fin, y con ella, los zombies habían tomado posesión de su mundo. Los quejidos, gemidos roncos y demás sonidos guturales eran la nueva melodía nocturna.

T/n terminó de comer sus frijoles enlatados y dejó la lata vacía, apagó la vela y se recostó en el sillón, cerrando sus ojos y dejándose caer en el mundo de los sueños. El único lugar donde el apocalipsis no existía.

El día siguiente tendría que esforzarse más y buscar otro lugar más alejado de su fortaleza para encontrar comida, su supervivencia depende de ello.

El día siguiente tendría que esforzarse más y buscar otro lugar más alejado de su fortaleza para encontrar comida, su supervivencia depende de ello

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𝗥𝗨𝗡𝗡𝗘𝗥𝗦 | ᴺᵃʸᵉᵒⁿ ʸ ᵗᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora