Prologo.

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A mis hermanos.

La luna

De la nada, de la tranquilidad del infinito y oscuro cosmos, una partícula de energía surgió.
Pequeño y frio, un corazón fue creciendo y aumentando su calor, desprendiendo gran parte de su energía al infinito, ya no tan oscuro. 
Pequeños fragmentos de su energía fueron creciendo a su ritmo. Algunos de sus fragmentos endurecieron por fuera, aunque por dentro seguía palpitante la energía. Pero en otras, era más pequeño y helado, un palpito casi sin vida. 

La luna con un calor tan tenue admiraba a la tierra como evolucionaba y crecía en cada milenio de esa infinita eternidad en el cosmos.
Un día de mucha tristeza, se acercó al sol, quien poseía una de las energías mayores que pudo mantener la llama de la energía madre por mucho tiempo.

-Sol, por favor, dame de tu calor. Dame de tu alegría. Tan solo abraza mi pálida corteza y has que este frío eterno se desvanezca... al menos por un rato- suplico con lagrimas en sus ojos.
Lloro tanto, pero tanto, que gran parte de la civilización humana desapareció bajo el agua salada de sus lágrimas que tanto tiempo derramó sobre la tierra.
El sol, cansado de ver a la luna llorar y compadeciéndose de la humanidad,  cedió y  la cubrió apenas con su calor. La felicidad de la luna era inmensa, su temperatura subió y fue volviéndose roja a la vista de las civilizaciones humanas quienes se aterrorizaban de las actitudes del cosmos.
-Bueno ya, estoy quemándote- dijo el sol apartandola, y al ver el rostro desilusionado de la luna agrego- Otro día lo hacemos otra vez.
Así cada cierto tiempo la luna adicta al calor del sol, se posaba un rato con él que consolaba su tristeza y el regulaba sus propias  tensiones pasandole temperatura, y así  ella dejaba de llorar hasta el cansancio... palabra que la Luna no conocía por lo tanto no paraba de llorar, hasta que el Sol no se apiadaba de los humanos que padecían sus diluvios e inundaciones. 

-Basta, es suficiente -estallo un día el Sol de muy mal humor- No puedes llorar tanto. Debes tranquilizarte y aceptar la realidad.

-Es que tu no comprendes‑ decía entre llantos la luna- anhelo poder tener la vida y la alegría que hay en la tierra. Solo ser uno de ellos, sentarme con ellos, hablar con ellos, comprenderlos. Tan solo, una conversación... hablar de cualquier cosa.

El Sol harto le dijo un secreto: Que podría, aunque en cortos periodos de tiempo, bajar y habitar en forma humana con los habitantes del planeta. Por supuesto al oírlo no dudo en intentarlo, la luna feliz intento por años poner en práctica aquel secreto. Hasta que un día, lo logró.
Aterrizo en un valle árido y rocoso en alguna parte de lo que los humanos llamarían América del sur. Le hacía acordar a su cuerpo rocoso y desolado en el infinito cosmos, pero un poco más luminoso y cálido a pesar de la oscuridad de la noche, y aun así el suelo árido parecía contener el calor del día, una alegría para su afortunado cuerpo desnudo el cual recibió complacido el abrazo de la arena tibia.
El viento soplaba suavemente, algo le cosquilleaba en el cuerpo... Si, SU cuerpo.
La Luna se miró las manos, el torso desnudo, las piernas largas y delgadas, los pies descalzos. Tenía piel tan pálida, tan blanca; El cabello, por el contrario, era negro y abundante como el infinito universo en el que habitó toda la existencia, suave y largo, aunque ya con un poco de arena.

Miro a su alrededor: Desierto. Solo insectos, cactus, espinillos y algunos zorros que se escabullían entre las grandes rocas, moldeadas poco a poco por el viento y el tiempo.
Débilmente comenzó a caminar, sintiendo una familiar sensación de frío, pero esta vez diferente a la habitual, en esta ocasión, solo debía encontrar algo con que cubrirse.
En su interior, había una gran llama revoloteando en su pecho, y en todo su cuerpo.
- Un corazón.
La alegría la invadió y dando saltos de alegría camino sin rumbo por horas, hasta que a lo lejos bajando del cerro, vio un arroyo , un hilo de agua tan delgado como uno de sus cabellos,  pero no muy lejos de ese arroyo una pequeña aldea se levantaba al rededor  de grandes arboles, sin pensarlo dos veces corrió cerro abajo, tropezando y rodando en la mayor parte del trayecto. En cuanto se levanto y recupero estabilidad tras un par de golpes con raíces secas, no dudo un segundo y se puso a correr hasta llegar donde un gran algarrobo, que de día daría sombra a los habitantes de algunas chocitas, y había una en especial, la mas cercana, de donde una señora de tez morena salía junto con el sol, ella la miro a lo lejos, entre extrañada y aterrada; tomo una rama grande del árbol y se quedó observando a esa extraña mujer blanca, desnuda, correr en su dirección con una sonrisa agitando los delgados brazos.
Por el horizonte ya había comenzado a salir el Sol, y la Luna esta a pocos metros de su primer humano.
-Hola- grito, respirando agitada hasta llegar a una distancia corta entre ella y Luna.
Cuando llego, Luna la miro con ojos brillosos, con la respiración entrecortada, pero con una gran sonrisa, luego al sol que se asomaba tras los cerros, miro tan fijamente que la vista le fallo y la cabeza le dio vueltas, quiso abrirlos otra vez pero el Sol, fue lo último que vio la luna antes de desmayarse frente a la mujer.

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Y asi concurrió el prologo de esta bella historia.

Recuerda votar si te gusto y nos leemos en el siguiente capitulo, alli conoceras a la protagonista de esta Aventura.

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