Planeas una cosa y te sale otra completamente diferente

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Era hermoso. Demasiado. Como si hubieran encajado sus rasgos con minuciosidad y cariño. Una nariz recta, que le daba cierta elegancia. Unos ojos que muchos dirían que son de temer, pero, para Toge eran los más lindos. A pesar de estar adornados con unas ojeras que lo hacían ver cansado, como si hubiera trasnochado dos días seguidos, a Inumaki le parecías atractivas, al punto de encontrarlo sexy. El pelo tan negro, que al entrar en contacto con el sol, se le veían reflejos azulados.
Toge aún se estaba acostumbrando, aún no podia creer que ese hechicero fuera su esposo. Que lo hubiera escogido a él, para ser su compañero de vida. Y tuviera el privilegio de verlo dormir, de una manera tan despreocupada.
Inumaki siempre pensó, que si la persona que está a tu lado, confía en cerrar los ojos y dormir sin preocupaciones, es porque te ama y debes serle digno de esa confianza.
Yuta era amable, bondadoso, algo tímido y sobreprotector. Pero, a pesar de parecer sumiso, era de temer cuando se enojaba, nadie queria estar cerca de él, cuando eso ocurría...bueno, nadie, excepto Toge.
Inumaki quería ver todas las facetas de su esposo y estaba celoso de las maldiciones y otras personas, estos lo habían visto en una etapa de enojo o molestia, en cambio él no, eso no era justo.
Al albino, le gustaba vivir al límite, por lo que varias veces, intento molestarlo con sus bromas, para poder verlo, por primera vez, enojado, aunque sea un poquito. Pero todos sus intentos fallaban, ya que Yuta encontraba extremadamente adorable a su esposo, incluso cuando era molestado por él, más que enojarse, le hacía reír y querer apretarlo en un fuerte abrazo.

Un día, Toge se despertó celoso y molesto, casi con un berrinche. Iba a lograr ver a su esposo molesto, aunque sea una vez. O dejaba de llamarse Inumaki Toge.

Cuando despertó Yuta, vio a su esposo con el seño fruncido, se preguntaba que estaba ocurriendo, preocupado por su esposo, le preguntó que ocurría. "Okaka" respondió Inumaki, dejando en claro, que no ocurría nada de lo cual preocuparse. Okkotsu, no quedó muy convencido, pero dejo tranquilo a su esposo. Tal vez si le preparaba un buen desayuno se pondría feliz.
Al ver que a su esposo se le pasó esa molestia matutina, después de comer, se fue contento a trabajar. No sin antes darle un beso de despedida.

Inumaki al ser un pequeño travieso, ideó un plan para molestar a Yuta. Podría agitar una bebida y hacer que la abriera, peinarlo y colocarle moñitos en el pelo o comprarse una falda y salir a encontrar a Yuta al trabajo.
Se decidió por este último. Pidió consejos a Maki, que no quiso preguntar el porqué y compro una falda corta, muy tierna.

Las piernas de Inumaki podrían ser la envidia de muchas.

Toge llegó a la entrada del lugar de trabajo de Yuta y espero unos minutos. Al ver salir a Okkotsu, se apresuro a llamarlo. El pelinegro al escuchar la voz de su amado esposo, se le iluminó el rostro, casi podia morir de felicidad, pocas veces Toge podía ir a buscarlo al trabajo, ya que, este también pasaba ocupado. Cuando se giró y poso los ojos en, su Toge, quedó paralizado. Hermosas piernas estaban expuestas, una bella carita sonriente se acercaba. El lindo albino, abrazó a Okkotsu, con todas sus fuerzas.
Inumaki esperaba la reacción de Yuta...pero nada sucedió. Desilusionado, el de ojos violetas, levantó la mirada y se encontró con lo que tanto estaba buscando.
Una mirada oscura, casi demoníaca, lo observaba desde arriba. Parecía enfadado, incluso más que eso. Toge estaba feliz y asustado. Parece que se había excedido en su broma. Nunca pensó que hacerle pasar vergüenza lo pondría tan furioso. Okkotsu bajo la mirada y su flequillo oculto sus ojos por un momento, parecía pensar seriamente en algo. Agarro de la muñeca a su esposo y se lo llevó al auto.
En el trayecto a casa Yuta no dijo, ni media palabra, Inumaki, paso de estar feliz por cumplir su cometido a triste. Si bien quería ver la faceta de su esposo molesto, no quería que estuviera todo el rato enojado, solo quería ver su cara molesta y luego que se burlara de él.
Cuando llegó a casa, Okkotsu volvió a tomar la mano de Toge hasta que entraron por la puerta, luego lo llevo a la pieza.
-Te gusta provocarme verdad, cariño -pregunto Yuta con voz oscura, sacándose la polera, mostrando una de las razones, por la cual Toge, se había fijado en el pelinegro-Te voy a enseñar las consecuencias que tiene hacer enojar a tu esposo, cuando no estamos cerca de casa.
¿Por que Toge, se estaba excitando tanto con la voz molesta de su marido? ¿Acaso era un masoquista y recién se enteraba?
-Querido esposo, te voy a castigar por esto. Tú te lo buscaste...

Al otro día, Inumaki no podía levantarse, le dolía todo, pero por sobretodo las caderas, parecía que hubiera corrido dos días enteros sin parar. Agradecía que hoy fuera Sábado.
Estaba cansado, agotado y lleno. Sí, lleno ¿de que?...pues...del amor que le dio su buen esposo. Nunca espero que Yuta fuera así de activo, al estar enojado con él.
Toge de ahora en adelante aprendió una valiosa lección, pero no la de nunca molestar a su esposo. Si no que, enojarlo de vez en cuando, pero solo de viernes a sábado.



Cuentos Yuta x TogeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora