III

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Las horas habían pasado y comenzabas a despertar. Te removiste en la cama y tallaste tus ojos para quitar los restos de lagañas.

― Mamá... ¿Ya está la comida? ―dijiste sin pensar mucho. Al abrir bien los ojos, te diste cuenta de que no estabas en casa; estabas en un cuarto gigantesco que parecía de una princesa. Sin embargo, te asustaste al recordar lo que había sucedido antes de dormir. ― Tengo que salir de aquí... ―susurraste para ti misma y te acercaste a la puerta.

Giraste la manija e intentaste abrirla, pero estaba cerrada con llave. Seguiste intentando, esperando que se rompiera para salir, pero no pasó nada.

― ¡Ayúdenme! ¡Por favor, estoy encerrada aquí! ―Gritaste, esperando que alguien te escuchara.

Al no recibir respuesta, optaste por métodos más rudos. Pateaste la puerta, aunque sabías que no tenías mucha fuerza. Podría ser que se cansaran de escuchar ese ruido y te abrieran, pero nuevamente, nada sucedió. Te estabas cansando para continuar.

Sin éxito en la puerta, decidiste mirar por las ventanas. Te acercaste a una cerca de la cama, pero era demasiado estrecha para que pudieras pasar. Al asomarte, viste personas con armas vigilando la puerta. La habitación parecía estar en lo más alto, a unos 30 metros arriba. Intentaste gritar, pero el lugar era demasiado alto y parecía que no te escuchaban.

Giraste y viste una ventana algo más grande por la que podrías pasar. Te acercaste, pero estaba sellada.

Te recargaste en la pared, tratando de pensar en qué hacer. No tenías tu teléfono, lo habías dejado en la habitación cuando te secuestraron. Parecía que no había mucho que hacer en esa pequeña habitación. Te dedicaste a mirar a tu alrededor. Había una cama en el centro, una mesita de noche con una lámpara, y un estante lleno de libros. Te acercaste y viste que eran algunas de tus novelas favoritas.

— ¿Cómo saben que me gusta "Orgullo y Prejuicio"? —dijiste para ti misma mientras recorrías el cuarto y dejabas el libro en su lugar.

Caminaste y notaste que el cuarto era enorme, con dos secciones: la cama y una pequeña sala con un sofá y una televisión enfrente. Rápidamente agarraste el control en la mesa de centro y encendiste el televisor, pero no tuviste suerte, parecía no tener señal y la pantalla se puso azul.

Apagaste la televisión y viste una puerta al lado de la cama. Al acercarte, encontraste un cuarto de baño grande con una tina, varias toallas limpias, un lavamanos blanco con detalles dorados e incluso la taza del baño parecía de alta calidad.

Saliste de tus pensamientos al escuchar a alguien acercarse con un montón de llaves y abrir tu puerta.

Cuando la puerta finalmente se abrió, lo viste a él, con esos ojos negros que marcaron un antes y un después en tu adolescencia.

— Veo que ya despertaste —habló como si fuera algo normal.

— Sí, lo hice —lo miraste de mala manera y te cruzaste de brazos— ¿Me quieres explicar qué hago en este maldito lugar?

Manjiro te miró molesto, no acostumbrado a que nadie le hablara de esa manera.

— Te dije que quería hablar contigo, pero no me hiciste caso. No encontré otra manera de llamar la atención de una persona tan terca como tú.

— Oh, claro, romper la ley te pareció la mejor opción.

Se acercó a ti de manera amenazante.

— No sé quién crees que soy, pero ya no soy el mismo chico dulce de antes —alzó tu mentón con su mano— será mejor que te comportes si no quieres que...

— ¿Qué? ¿Me vas a matar? —apartaste su mano de tu rostro— No sé con qué tipo de chica crees que estás tratando, pero sé que si quisieras matarme, lo habrías hecho en el momento en que me viste.

No eras tonta, y Manjiro lo sabía, pero aún así quiso continuar con su actuación, sabiendo que, por más enojado que estuviera contigo, nunca te haría daño.

— No intentes jugar conmigo, T/N, te lo digo en serio.

— No me importa si lo dices en serio, me voy, mátame si quieres.

Comenzaste a caminar hacia la puerta que estaba abierta, pero sentiste la mano de Manjiro agarrar tu muñeca firmemente pero sin lastimarte.

— No irás a ningún lado —te cargó como un saco de papas y te sentó en la cama.

— Oye, suéltame.

Intentaste forcejear, pero fue inútil. Manjiro tomó tu mano y le puso una cadena, atando el otro extremo a una pata de la cama.

— No me dejaste opción. Así no te irás de aquí tan fácilmente —intentaste abrir la cadena, pero fue inútil— no lo intentes, no pierdas energía en eso —se acercó demasiado a ti, haciendo que sus respiraciones chocaran— mejor piensa en cómo me harás perdonarte por ser tan terca.

Al ver sus ojos, un sentimiento que creías muerto en ti desde hacía años resurgió. Sentiste tu corazón latir fuerte y rápidamente lo empujaste para alejarlo.

— ¿Por qué debo disculparme yo? Yo no soy la secuestrada.

— Bien, si quieres que me disculpe, entonces haré algo por los dos.

Manjiro comenzó a caminar hacia la puerta y solo lo miraste mientras lo hacía. De repente, se detuvo y se giró para mirarte.

— Tengo trabajo, así que volveré quizás dentro de dos días. Mientras tanto, los sirvientes te traerán comida y habrá un guardia que te vigilará si necesitas ir al baño.

— ¿Qué? ¿Me dejarás encadenada aquí por dos días?

— Para eso está el guardia, para vigilarte cuando te suelte la cadena, pero solo será cuando necesites ir al baño —señaló un botón al lado de la cama, lo suficientemente cerca para que pudieras alcanzarlo— tócalo si tienes hambre o necesitas algo, una o dos personas vendrán a atenderte.

Se volvió a girar, pero se detuvo antes de cerrar la puerta.

— Ah... Y no intentes hablar con nadie más que para pedir lo que necesitas. He ordenado que no te dirijan la palabra. Si lo hacen, les cortaré la lengua, y no creo que quieras eso en tu conciencia —cerró la puerta y se fue.

Al escuchar su última amenaza, sentiste un escalofrío recorrer tu espalda, pues su mirada fría indicaba que era una amenaza seria.

Miraste el botón que te había mencionado y decidiste probarlo. Le diste un toque y, después de unos segundos, una mucama abrió la puerta y hizo una pequeña reverencia, pero no dijo nada.

La miraste esperando que hablara, pero solo se quedó quieta mirando al suelo.

— Emm... Tengo hambre. ¿Podrías traerme algo de comer, por favor? —dijiste con calma. La chica hizo otra reverencia y salió del cuarto, cerrando la puerta con llave.

Esperaste y, después de 5 minutos, regresó con una bandeja de comida que parecía de plata. Había un corte de carne, papas, ensalada, tu bebida favorita y un pequeño flan de postre.

— Gracias... —dijiste, pero ella solo hizo otra reverencia y se marchó, sin mirarte directamente a los ojos en ningún momento.

Te quedaste sentada en la cama y comenzaste a saborear la comida. El sabor era exquisito, cada bocado era una explosión de sabores en tu paladar. Te deleitaste con la primera mordida, disfrutando de cada textura y aroma. Una idea pasó por tu mente, así que decidiste llamar a la mucama nuevamente tocando el botón.

— Disculpa molestarte de nuevo, ¿sería posible que pusieras señal en el televisor y me pasaras el control remoto, por favor? —le pediste cortésmente a la mucama cuando abrió la puerta.

La chica asintió con amabilidad y se acercó para conectar la señal al televisor. En pocos segundos, te entregó el control remoto, manteniendo una distancia respetuosa.

— Muchas gracias —expresaste con gratitud mientras ella se retiraba. Encendiste el televisor.

A pesar de sentirte un poco mimada, no podías evitar disfrutar de esos pequeños lujos en medio de tu situación. Por el momento, solo podías esperar pacientemente a que Manjiro regresará.

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⏰ Última actualización: Aug 13 ⏰

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𝑃𝑒𝑜𝑝𝑙𝑒 𝑌𝑜𝑢 𝐾𝑛𝑜𝑤 [Mikey Boten]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora