Epílogo - Parte 2

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Era mediodía, soleado y un niño iba en bicicleta más rápido de lo usual. Un perro estaba persiguiéndolo y era uno bastante agresivo. Un Rottweiler para ser más precisos.

El que estaba manejando le había lanzado piedritas en el rostro, y aunque le atrasaba, no se detuvo.

—¡Perro estúpido! No me obligues a mandarte a atropellar —exclamó Ernest con coraje sin voltear a verlo.

Ernest Stickmin es el hijo primogénito de Henry y Ellie. Con casi 9 años, posee un carácter fuerte contra los peligros aunque tiene sus límites y no le gusta que lo sobreprotejan. Sus ojos son azules y su cabello color caoba prácticamente es el tono intermedio de los colores de cabellos de sus padres.

Regresaba de practicar simples acrobacias con su bicicleta en un parque de rampas acompañado de sus 2 amigos. Cruzó frente a la casa de un nuevo vecino aún en proceso de instalar sus cortinas y no se dio cuenta que tenía de mascota un perro hasta que este ladró de forma imponente y por instinto depredador empezó a perseguirlo. Justo su dueño no estaba en casa.

Por un mal movimiento de su bicicleta, Ernest cayó al pasto de su casa y el Rottweiler poco antes de abalanzarse, fue empujado por alguien.

Su papá.

El perro tan pronto se levantó y optó por atacar al adulto. Pateó su hocico tras haber esquivado el ataque. Casi no logra esquivar una fuerte mordida cerca de su pantorrilla pero fue rasguñado con las garras apenas por debajo de su rodilla. Al segundo intento de ataque, Henry reaccionó agarrando su pellejo detrás del cuello quedando con las mandíbulas expuestas.

Sin importar que intentaba soltarse moviendo sus patas delanteras, Henry lo cargó del pellejo con ambas manos por unos segundos y lo derribó al suelo, a lo que el perro después de haberse comportado muy agresivo, al final chilló más de miedo que de dolor.

El Rottweiler se dio por vencido y terminó huyendo tras esa mirada letal.

—¿Estás bien? —le preguntó Henry preocupado mientras iba hacia donde estaba.

—Sí —confirmó luego de levantar su bicicleta, aliviado de no volver a lidiar con ese perro.

En 12 años, por su trabajo más el gimnasio de vez en cuando, Henry ha tonificado su cuerpo, no al nivel de Charles y aún así se ve muy en forma para su edad. Ahora es delgado estándar tipo fit.

No obstante el estrés aún no lo dejó de lado, ocasionándole un poco la pérdida de volumen de su cabello, no al punto de estar calvo.

—Ese Rottweiler no es de por acá, viéndote que estás cansado y por suerte ileso —dijo Henry en transición a una voz neutral, observando a Ernest si tenía heridas de mordedura—. ¿Le hiciste provocar?

—No. Ni siquiera estaba encadenado y para colmo su dueño no estaba. Escapó de la cerca de su casa recién habitada. El dueño se mudó hace poco.

—Solo no vuelvas a ese lugar. No cualquier perro agresivo llega a ser tan determinado. ¿Qué hubiera pasado si tuviese rabia y te muerde? Esto no es un juego —le advirtió Henry con voz firme pese al miedo de haberse imaginado esa realidad alterna.

No lo estaba regañando pues dedujo que fue inesperado.

—Okey —afirmó—. ¿Cuándo me enseñarás a que me defienda contra perros así?

—Te falta tamaño, espera unos años. Y si quieres contra chihuahuas, desde ahora —bromeó con lo último.

—Oye.

—Ahora ve a bañarte que estás sudoroso —dicho esto, Ernest obedeció e ingresó empujando su bicicleta hacia su casa.

Mientras tanto, Ellie lavaba los trastes usados para la preparación del almuerzo. También estaba la pechuga de pollo sancochado y deshilachado que le faltaba echar mayonesa y trocitos de cebolleta y ser mezclado. Y una vez listo, juntarlos en rebanadas como sándwiches en miniatura para la fiesta.

Triple threat: Más grande, más largo y sin cortesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora