2 | ✞ ᴇꜱᴄᴀʟᴏꜰʀɪᴏꜱ ✞

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Veía descansar a aquel bonito azabache que yacía tumbado sobre la cama, cubierto por un afelpado edredón que llegaba hasta su cuello, sus manos aferrándose a éste. El reloj que se encontraba sobre la mesita de noche del joven indicaba que eran las cinco de la mañana. Hacía tan solo unas horas se había encaprichado con la agradable imagen del muchacho. Había intentado llamar su atención soplando sobre su oreja, acariciándole los mechones de cabello que solo parecían moverse con el viento que aullaba en su dirección.

No iba a mentir, se arrepentía de haberlo empujado. De haber sido arrollado por ese tráiler, entonces podría haberlo tenido para él, aunque ¿quién decía que no podía tenerlo? No pudo evitar la sorpresa cuando sus bonitos ojos avellana lo miraron fijamente. Sólo a él. Lo había escuchado, aunque estaba asustado, lo sabía. Lagrimeaba cuando su voz se escuchaba rota, pero no importaba ¡Él lo había visto! El chico bonito aseguró que lo había escuchado, tenía toda su atención, no quería que nadie se la arrebatase.

Había perdido la noción del tiempo desde hacía un par de años, rondar por su aburrido edificio era abrumador, aunque ya no le sorprendía ver adolescentes idiotas caminar con miedo y asombro por aquel lugar con frecuencia. Para ellos era como una especie de juego.

Oyó un quejido, volteando a mirar la forma en que ese tal "Quackity" tallaba sus ojos, aparentemente, despertando. Una vez que su vista se había acomodado, se incorporó, topándoselo de frente.

Bu. —pronunció, encontrándose con un chillido de parte del humano, quien no había dudado siquiera un segundo en saltar de la cama, terminando enredado entre las sábanas, luchando por llegar a la puerta. —¿A dónde vas? —cuestionó manteniendo una postura relajada en el aire.

—Dios, no. No estoy escuchando a un fantasma, no hay nada ahí. —parpadeó con fuerza, desenredándose sin siquiera mirar atrás. Podía ver sus manos moverse con un ligero temblor que, le hacía saber, estaba asustado. Casi pudo soltar una risa ante la estrepitosa reacción del joven que se dirigía hacia la cocina, ignorando su presencia.

Hola —susurró. Dejándolo recorrer una sensación escalofriante desde los dedos de sus pies hasta la última fibra de su cabello, quedando paralizado por la impresión.

—Fuiste tú. —soltó en un murmuro, recordando el frío que había atravesado su columna la noche anterior, aquel sentimiento de tener alguien encima. Quizás no había sido su imaginación, quizás sí que había alguien mirándole. Pasándose la mano por la nuca, finalmente volteó a verle por encima del hombro, encontrándose con la pálida tez del muchacho que había visto hacía algunas horas. —¿Qu-quién eres? ¿Qué quieres?

El titubeo le hizo notar la clase de emoción que seguramente tuvo al darse cuenta de que le había perseguido, se había aferrado a él.

¿Tienes miedo? —Los ojos del joven se cristalizaron, sus labios temblando, sin poder emitir sonido. —Mi nombre es Luzu. —añadió en un suspiro.

Luzu, "es bonito", pensó. Vio al espíritu tomar su rostro de una manera cálida. Eso era curioso, pues lo único que sentía era frio.

—¿Por qué estás siguiéndome? —lloriqueó. "No lo sé...", se decía el otro. Y aquello tenía algo de verdad, Luzu no sabía por qué el azabache había llamado tanto su atención, no sabía qué era lo que le había orillado a aferrarse, pero ahora no tenía ganas de soltarlo. Había pasado tanto tiempo en la obscuridad, tanto tiempo en la soledad que la simple idea de imaginarse de esa manera una vez más: le provocaba melancolía. "Pero, por favor: quédate conmigo". Lágrimas espectrales escurrieron a borbotones por sus mejillas, "no me abandones. No tú.". Estaba decidido a hacer cualquier cosa por que Quackity lo mirase solo a él. Ya era el único que podía verlo, el único que gozaba de escucharlo. No permitiría que alguien le arrebatase lo que le pertenecía una vez más. —¿Por qué a mí?

Larmes et mélancolie | Luckity AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora