En un mundo devastado por un misterioso virus, la civilización se desmorona mientras los muertos regresan a la vida. Un variado grupo de supervivientes lucha por sobrevivir y encontrar un refugio seguro. En medio del caos, se revelan conflictos inte...
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—Vamos a salir ya... ¿Tenéis todo listo? —asentimos de vuelta por lo que Soul abre la puerta después de haberse asegurado de no ver ningún infectado en la entrada.
Entramos poco a poco en el coche, y cuando nos montamos, nos aseguramos de que no hay zombies por la zona mirando hacia los lados.
El conductor es Intak, y el subcopiloto Jongseob. El resto nos quedamos atrás, un poco apretados sujetando el mapa y mirándolo detenidamente.
—Chicos, dadme el mapa porfa —Intak se gira y extiende la mano esperando a que se lo demos.
Una vez que lo mira, agarra un rotador rojo y comienza a señalar unos lugares específicos en el mapa.
—Cómo ya dijimos, tenemos que conseguir armas —dice señalando en el mapa una tienda de armas. —Y también deberíamos pasar también por un supermercado; todos están cerca del centro, por lo que es demasiado arriesgado... No sé si deberíamos ir...
—Yo creo que sí —dice Theo, haciendo que todos volteemos hacia él —Aún queda comida allí, si vamos dentro de unos días quizá no quede.
—Tiene razón... Pero...
—Entonces creo que deberíamos ir, pero hay que tener mucho cuidado. Si las cosas se tuercen tendremos que volver al coche rápidamente.
Pero... ¿Y si alguien se queda atrás?...
Un pequeño escalofrío me recorre todo el cuerpo, y hace que se me ponga la piel de gallina. Me acaricio suavemente la piel, para intentar auto calmarme sin que nadie se de cuenta.
Finalmente, pone el coche en marcha hacia nuestra primera parada, la tienda de armas.
Por las afueras, el camino es bastante tranquilo, y no hay casi rastro de zombies. Pero cuando entramos en la parte del centro, vemos calles repletas de infectados, que cuando nos ven, comienzan a seguirmos.
Intak pisa el acelerador y consigue dejarlos atrás. Una vez llegamos a la tienda, Intak para el coche y es cuando de verdad se nos empiezan a poner los nervios a flor de piel.
—Está despejado —dice aliviado, bajando del coche.
—Eso parece —afirma el pelinegro.
—No hay tiempo que perder, cargad el máximo de comida que podáis en las mochilas.
Nos quedamos en la entrada para poder revisarlo desde fuera, y vemos un grupo de cinco zombies cerca de la entrada.
Decidimos pasar sigilosamente, pero al pasar, la puerta automática hace tanto ruido que estos se voltean y comienzan a abalanzarse sobre nosotros.
—¡Joderrr! —comenzamos a correr, viendo cómo los zombies se acercan cada vez más hacia nosotros.
Pero nuestra verdadera sorpresa llega cuando al final del pasillo, comienzan a salir más y más.
